Tiene el hartazgo un desnivel
que apuntala y trastoca
a la necesidad.
Sobre la mesa aparecen
botellas de champagne
vacías y amarteladas.
Tropa propensa a encuadres
que sugieren un denso burbujeo
de sapidez que escancia…
Pródiga muestra obscena
de historias que transitan
y en su desplazamiento
se contraen. Son recuerdos
que atruenan, pero queda
indeleble una desteñidura
renaciente, invasora de un fondo
desolado, aunque críptico aún…
Tanta fecundación y tanta quiebra,
tanto olvido que es molde
de lo que pudo ser presentimiento
o efecto secundario
de un apremio.
Pero la tropa en abandono
induce a inferir lo que falta:
una informe nostalgia
circundante que deviene
en hartazgo.
Chorro que reconstruye
momentos prescindibles,
aquellos que perviven
porque están incompletos
y ahora prefiguran
un desnivel de ambigua
melopea. Vaivenes
de un ayer que se trastoca
y a conveniencia arregla
lo que ya sucumbió.
Sucumbió lo indeciso,
en perspectiva, ya como
un devaneo que habrá
de ennegrecerse
justo al momento
en que desaparezca
la aún fresca tropa exangüe…
¡A la basura un mundo
pasajero!, ese que
en cualquier rato
renacerá y será
¿estallido eventual
o desdibujo cafre?
¿Y entonces ya qué queda?
Hartazgo sobre hartazgo
como derivación
que insinuará
la vía del desnivel,
sin que roce algún límite.
Será la tentación
de adentrarse
en un círculo
de acelerados giros.
Círculo que conduzca
tal vez a un nivel
paradigmático.
Mañana
Otro comienzo
Otra tropa
Otro arbitrio
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