25/1/12

"Beginners"


En algún programa de radio, dentro de la saturación navideña, alguien recomendó como algo digno de regalar el DVD de la película Beginners (2010), filme dirigido y escrito por Mike Mills y con las actuaciones de Ewan McGregor, Christopher Plummer y Mélanie Laurent. Procesé la información y de visita en una tienda especializada, lo encontré sin buscarlo y decidí regalármelo.
Si tuviera cerca a quien lo sugirió, le manifestaría mi agradecimiento. Beginners es una bella película, donde por fin hallé al mejor McGregor y redescubrí a un genial Plummer, quien por esta película ya ganó un Globo de Oro y se encuentra nominado al Óscar como mejor actor secundario.

El diseñador gráfico Oliver Fields (McGregor) acaba de perder a su padre Hal (Plummer), gracias a un devastador cáncer, cinco años después de la muerte de su madre. Oliver es un hombre hosco y retraído, que tiene problemas en mantener relaciones personales duraderas. Jugando con el flashback, el director nos muestra cómo fue la relación de sus padres y cómo al morir su madre, Hal decidió confesar su oculta homosexualidad, que decide vivir sin restricciones. Cabe mencionar lo especial que resulta la actuación de Plummer aquí, porque su revelación, su nueva vida y el enfrentamiento con la muerte, los afronta de manera digna, sin estridencias o estereotipos gastados, de tal manera que logra estremecer nuestros corazones, por más duros que éstos sean. En el camino, Oliver conoce a la impredecible e irreverente Anna (Laurent) unos meses después de la muerte de su padre. Él se esfuerza por amarla con la valentía y el humor que Hal le enseñó.

Beginners nos recuerda que el tiempo pasa para todos y que las oportunidades para ser felices están ahí, si nos decidimos a abrir los ojos, aceptando lo que somos y a quienes nos rodean. En el intento de alcanzarla, podemos empezar una y otra vez, aunque muchas veces no sepamos cómo hacerlo. En definitiva, todos somos principiantes en el amor, nuestro aprendizaje sobre las relaciones jamás termina, y de eso va la curiosa, insólita y humana película de Mike Mills, quien se basó en su propia experiencia para escribir el guión, una historia que nos hace reflexionar sobre lo que hemos perdido, lo que estamos viviendo y lo que aún está por llegar.

Ewan McGregor, Christopher Plummer y Mélanie Laurent, más un adorable perro, consiguen recrear esas tres vidas que se entrelazan entre el pasado y el presente, entre todo aquello que fueron y lo que ahora podrían ser, convirtiendo el filme en un escalofriante retrato de nosotros mismos, en un estético, sutil y detallado estudio de las relaciones contemporáneas, en una inteligentísima muestra de humor, a veces negro, en una metáfora sobre el amor, la tristeza y la pérdida, siguiendo adelante después de querer amar y no poder o saber hacerlo.




20/1/12

Aunque...

Recelo de todo y de todos,

aunque no hiera a nadie,
aunque jamás incordie,
aunque nunca envidie,

aunque el tiempo conforte,
aunque a nadie importe,
aunque nada suceda,

porque te permití partir,
porque tú estás lejos,
porque no sé si huir.


¿Qué tan cerca está el sol de la tierra?
¿Qué tan cerca me hallo de la locura?
¿Qué tan cerca estoy de perderte?

El arte de decir mucho sin decir nada










Todo mundo quiere decir algo. La trascendencia de las palabras no importa, ya que necesitamos expresar algo. De esta manera, vivimos un mundo donde todo mundo habla, pero nadie escucha, lo que constituye la paradoja fundamental del siglo de la comunicación.

La brevedad además, es un vocablo en desuso. Mientras más se diga, más "inteligente" cree uno ser. Ante tanta palabrería, el famoso aforismo de Cervantes "sé breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo", es una bella pieza de museo.

La concisión es un atributo perdido y a nadie le interesa recuperarlo. En ese contexto, como sé que seguiremos diciendo mucho sin decir nada, les comparto un útil manual escrito por el filósofo alemán Walter Benjamin, que espero les ayude en las miles de palabras que necesitan expresar:

Principios del mamotreto o del arte de componer libros gruesos:

I.  La  exposición habrá de estar repleta de explicaciones verbosas sobre la estructura del libro.

II.  Para los conceptos, introducir ciertos términos que, fuera de lo que es su definición, no reaparezcan luego en todo el libro.

III. Las distinciones conceptuales adquiridas fatigosamente a lo largo del texto hay que difuminarlas en las notas de los pasajes que les corresponden.

IV.  De los conceptos de que se habla solo en su significado general, hay que añadir ciertos ejemplos: así, al hablar de máquinas, hay que enumerar todos sus tipos.

V. Cuanto se sepa a priori de un objeto hay que corroborarlo con muchos ejemplos.

VI. Las relaciones que se puedan exponer en un gráfico hay que exponerlas con palabras. Por ejemplo, en vez de dibujar un árbol genealógico, describir pormenorizadamente todas las relaciones de parentesco, y;

VII. Si varios adversarios emplean una misma argumentación, se les responderá por separado.

17/1/12

"Un pequeño dilema", Adolfo Bioy Casares


Entonces le pregunté:

¿Por qué no la dejas?

Contestó:

Hay muchas dificultades. Te digo una, a título de ejemplo: Pienso en las otras mujeres. No me atraen, porque son las que tuve antes, y por algo nos apartamos. Vos me dirás que lo más probable es que arrime a una desconocida. De acuerdo, pero en una desconocida no puedo pensar, porque no la conozco.

14/1/12

Jugar con los libros


Siempre he tenido respeto por la lectura y los libros. Entrar al común debate de los beneficios de leer lo siento absurdo, ya que existen demasiadas letras sobre ese gastado tema. Yo leo porque me gusta, porque me produce placer, porque, en esas tardes plenas de melancolía y hastío, un buen texto es la mejor aspirina que puedo hallar las 24 horas del día. Además, el libro nos escucha, nos reconforta, nos alivia y sobre todo, es incondicional y respeta nuestros silencios.

De esta manera, trato a mis libros como si fueran la niña de mis ojos; soy envidioso y no los presto de manera alguna: si alguien me pide uno, o me niego rotundamente o prefiero comprar otro ejemplar y regalarlo; nunca los marco, doblo o maltrato, por lo que si quiero resaltar algo, utilizo una hoja aparte que dejo dentro del ejemplar. No sé ustedes, pero nunca podré leer algo que ha sido mutilado o subrayado por un matarife. Mis libros, pocos, muchos, valiosos, sin mayor interés, constituyen lo que defino como mi patrimonio cultural. Únicamente yo sé cómo los conseguí, el esfuerzo que en ellos he invertido y las historias que alrededor de ellos giran; por todo eso y más, ese patrimonio es incalculable para mí, aunque económicamente no valga mayor cosa.

Hace poco descubrí una nueva faceta de los libros, la posibilidad de jugar con ellos, tal como un infante. Si no lo hubiera visto y solo me lo hubieran contado, lo descartaría rotundamente y tacharía de chalado al que me lo sugirió. Pero no, es posible divertirse físicamente con los libros. Les comparto el hallazgo: