24/12/11

Fin y principio o ¿principio del fin?


Hoy por fin cerramos la redacción. El ansia de la última letra, la urgencia por depurar, revisar, dejar todo limpio y en orden, nos hace que intentemos hallar un segundo más, un momento más.

Así es el frenético ritmo de la vida, tal como la entendemos o, por lo menos, tal como tenemos que entenderla si queremos sobrevivir en el mundo del hoy por hoy; el cual nos hace pretender que humanamente es posible culminar con todo, cuando siempre habrá pendientes que resolver y nuevas metas que alcanzar. 

Este necesario alto en el camino es bueno para honrar a nuestras creencias y a nuestra gente, y para reflexionar, no de lo que fuimos o de lo que seremos, sino de lo que somos; de lo cual podemos estar plenamente orgullosos de poder conformarnos con las personas en que nos hemos convertido, ya que nuestra singularidad define nuestra humanidad. 

Estas fechas pertenecen a esos días en los que, si las ganas nos permiten serlo, se vale ser feliz… para todo lo demás, lo mismo, lo de siempre, ya habrá tiempo. 


Un fraterno abrazo.



22/12/11

"Midnight in Paris"


                            

Con el paso del tiempo me resisto, con mayor frecuencia, a acudir a una sala de cine. Quizá por la idea de que las películas actuales privilegian la tecnología por la calidad, porque los artistas se reciclan una y otra vez –odio a Julia Roberts en su eterno papel de ella misma–, porque los libretos se calcan, porque lo que ya vi es difícil de superar, porque todo está mal. En esencia, porque me resisto a ser un personaje de José Saramago en su real y espeluznante obra La Caverna, que deambula como autómata en un centro comercial.

Como toda regla, las excepciones existen, y en este caso me pasó recientemente con la última película del genial Woody Allen, la cual es la primera que filma en la capital luz, y me refiero aMidnight in Paris (2011), filme que, a pesar de toda la prosapia del neoyorkino, ha sido el más taquillero en su país natal y ya le valió un Globo de Oro por el guión original.

Desde que dejó de hacer filmes con la temática de la ciudad de Nueva York y se cobijó en los ambientes culturales europeos, principalmente en Inglaterra, en España, y ahora en Francia, Allen ha tenido, a mi gusto, un trabajo muy desigual. Salvo la deliciosamente provocadora Match Point, no recuerdo nada digno de mencionar, incluyendo la sobrevalorada Vicky Cristina Barcelona.

En su primer filme en París, con un reparto sin el oropel de otras ocasiones, Allen recupera mi confianza. En primer lugar, por la fotografía, que le hace un digno homenaje a todos los sabores y colores que proyecta esta bella ciudad. En segundo lugar, por la ambientación, que refleja fielmente una de mis épocas preferidas de la historia, los años veinte y principios del treinta del siglo pasado, en un lugar donde además de la riqueza local, convivieron genios de diversas nacionalidades y donde la comunidad estadounidense, cobijados por GertrudeStein como mecenas y Sylvia Beach como editora y difusora cultural, crearon eso que ha dado en llamarse "la generación perdida"; por desarrollarse fuera de los Estados Unidos, pero inserta en el panorama cultural de la humanidad.

Esta película es una comedia romántica que gira en torno al escritor bohemio Gil Pender (Owen Wilson), quien me dejó gratamente sorprendido con su actuación, en un viaje junto con su prometida Inez (Rachel McAdams) y la familia de ella a París, poco antes de la boda. Una noche, mientras pasea por el Barrio Latino, empieza a soñar con los felices años 20, con los que está obsesionado, y todo cambia: de repente, con las campanadas de medianoche, un coche le invita a un paseo por la ciudad de hace nueve décadas. Gil conoce a Francis Scott Fitzgerald, a Cole Porter, a Ernest Hemingway, a Pablo Picasso, a ManRay, a GertrudeStein y a muchos otros.

Para mí, es la película más inspirada de Woody Allen en muchos años, ya que es una obra bellísima, llena de infinitas delicias y plena de poesía. Un ataque devastador contra la melancolía que destila romanticismo espontáneo bajo la lluvia parisina. Es decir, una declaración de amor espléndida antes de olvidar los lugares comunes y adentrarse en las esencias de cada esquina y cada encuentro, de tiendas de discos viejos y bistrós, de amores y celos que nacen en centros nocturnos que asoman a las calles del popular barrio de los estudiantes. Imágenes y diálogos tocados de sentimiento y de gracia, instantes de personajes realmente grandes que surgen cuando menos se espera algo de ellos. Empero, Allen no se limitó a regalarnos una postal, sino que articula un ataque devastador contra la nostalgia que ensalza cualquier pasado como mejor, revocando ese ideal de los eternos soñadores y, quizá, perennes perdedores.

Si ésta es la última gran película que hará Woody Allen en su ya larga carrera, es un digno colofón que lo reafirma como uno de los cineastas más importantes del mundo.

18/12/11

Escribir...


Escribir es recopilar la memoria del tiempo venidero. Es construir puentes para luego quemarlos. Es intentar arrebatarse como nunca, aunque al final nos sintamos como siempre. Es hacer la elegía de lo que nunca seremos. Es pasar de lo secreto a lo concreto. Es buscar el verbo perdido. Es encontrar soluciones a falta de problemas. Es tormenta en tiempos de calma. Es matar el tiempo en busca de la trascendencia. Es silencio y es ausencia. Es dolor revelado. Somos nosotros y todas nuestras interrogantes. Es mocedad, necedad, necesidad que jamás se satisface. 

El que escribe no busca nada porque lo quiere todo. Se escribe para hallar la felicidad aun con la conciencia de que es una quimera. Para escribir bien no basta conjugar, ya que se necesita tomar en serio. Cada nuevo texto suma, pero también resta. Lo único que detesto de mis frases es que me estorban para disfrutar las tuyas. En esencia, escribir eres tú, vestida con signos de admiración. A mi pesar, no puedo escribir más, porque a esta tinta le faltan letras.

15/12/11

La FIL... 25 años de luz


Decir que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la más importante de nuestra lengua y la segunda en tamaño después de la de Frankfurt, Alemania, es algo que los medios se han encargado de difundir reiteradamente los últimos días;y no por razones estrictamente culturales. A pesar de los intentos por desestabilizarla este año con el execrable mensaje que mandó el crimen organizado tan sólo 48 horas antes de su inauguración, es un evento de enorme repercusión mundial que se desarrolla ordenadamente, en un clima de paz y armonía, tal como lo expresó claramente Mario Vargas Llosa.

El ambiente de camaradería, respeto a la diversidad de ideas y opiniones que campean en cada una de las conferencias celebrad a diario, sin perder el tan necesario espíritu crítico-algo inédito en nuestro país- hacen de la Feria una parada obligada para todos aquellos que gusten de los libros, el debate inteligente, el intercambio de opiniones y, sobre todo, la posibilidad de convivir con Premios Nobel, Cervantes, Booker o Pulitzer, como en ningún otro lugar del mundo podría hacerse, como si fueran nuestros amigos, sin atropellamientos, sin largas filas de gente que los busca para lo que sea y sin pagar grandes cantidades por el derecho de admisión, lo que los hace sentir, a ellos y a nosotros, relajados y como en casa.

Desde 1987 la FIL comenzó su aventura. En 1993 se adoptó la modalidad de dedicarle este evento a un país, ciudad o región determinada, siendo Colombia quien tuvo el honor de dar comienzo con esta tradición. Muchas historias se han desarrollado en estos 25 años de la Feria, como la inesperada visita de Salman Rushdie, que tan bien recuerda Juan Villoro; los abucheos a Sari Bermúdez en su despedida del Conaculta, el debate con los herederos de Juan Rulfo por el Premio que se otorga dentro de ella y, como olvidarlo, los dislates de Peña Nieto en la presentación de un libro.

Mi anual peregrinación a la FIL inició en el 2003 y no he dejado de estar presente hasta la fecha. He podido conocer, saludar y charlar con OrhamPamuk, HertaMuller, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Mario Vargas Llosa, Toni Morrison y Gabriel García Márquez, todos ellos ganadores del Premio Nobel de Literatura, para empezar. De ahí para adelante, a quienes ustedes imaginen, ya que la Feria es un evento tan importante que todo aquel que pretenda tener un nombre en la literatura debe aparecer ahí.

Tres nombres recuerdo particularmente. El primero, cuando me tocó convivir en el elevador del hotel con Joaquín Sabina, quien portaba su inconfundible sombrero y estaba un poco alegre; el segundo, una conferencia sobre fútbol con el entrañable Roberto Fontanarrosa, unos meses antes de su fallecimiento y, el tercero, el del juez español Baltasar Garzón, a quien conocí escuchando un buen mariachi en Tlaquepaque.

Además de revisar las últimas novedades editoriales y conocer a grandes autores, la FIL es mucho más. Es pintura, como la exposición del gran Fernando de Szyszlo en 2005. Es música y conciertos, como el citado Sabina, Los Fabulosos Cadillacs o Valentín Elizalde en una de sus últimas presentaciones. Es fútbol, si las siempre irregulares Chivas llegan a finales. Es buena mesa, dada la riqueza que en la materia tiene la región. Es tequila e historia, al tomar una de las dos líneas de ferrocarril de pasajeros que operan en todo México, para conocer la ciudad cuna de esa denominación de origen. Es belleza, dada la alegría y porte de la mujer jalisciense. Es todo y más, ya que Guadalajara es una gran y pujante metrópoli, que hace buen maridaje con todo aquello que representa el amor por la lectura y los buenos libros. En estos tiempos de malas noticias, la FIL es un evento de tal envergadura que nos debe dar gusto que sea México el país donde nació y donde se celebra.


A todo el que no ha estado en la FIL le recomiendo que lo haga. Es imprescindible. Yo ya tengo reservado mi lugar para diciembre de 2012, cuando Chile sea el país invitado.