21/9/13

"Receta para hallar a un ser admirable". Jean Giono


Si uno quiere descubrir cualidades realmente excepcionales en el carácter de un ser humano, debe tener el tiempo o la oportunidad de observar su comportamiento durante varios años. Si este comportamiento no es egoísta, si está presidido por una generosidad sin límites, si es tan obvio que no hay afán de recompensa, y además ha dejado una huella visible en la tierra, entonces no cabe equivocación posible.

10/9/13

"Curiosas y prácticas formas de elegir doncella". Marco Polo


Éste es el aspecto de Kublai Khan, Señor de los Señores:

Es de buena estatura, ni muy bajo ni muy alto, si no de mediana talla. No es excesivamente gordo ni delgado sino de adecuadas proporciones, bien formando de todos sus miembros. Tiene su rostro muy blanco con mejillas bermejas, del color de la rosa, lo que le da una agradable expresión, con los ojos negros y hermosos y la nariz bien hecha y adecuada a sus facciones.

Tiene cuatro mujeres a las que considera como sus verdaderas esposas; y un hijo primogénito que, por pleno derecho, será Señor de todo imperio cuando fallezca el Gran Khan. Las cuatro esposas tienen título de Emperatriz, distinguiéndose cada una por su nombre; todas ellas presiden una hermosa corte en su propio palacio y ninguna tiene menos de trescientas damas de honor, muy jóvenes y escogidas por su gentileza y hermosura. Tienen muchos criados eunucos y otros muchos servidores, hombres y mujeres, manteniendo cada una de estas damas una corte de unas diez mil personas.

Cuando el Gran Khan quiere yacer con una de las cuatro la hace venir a su cámara; y otras veces es él quien se dirige a la habitación de sus esposas. Y tiene además muchas concubinas elegidas del siguiente modo. Hay una tribu tártara, llamada Ungrat, cuyos miembros son de hermosa piel y bien proporcionados; sus mujeres son de una gran belleza, realzada aún más por una educación exquisita. Cada dos años escogen cien vírgenes, las más hermosas de la tribu, y las llevan ante el Gran Khan. Los mensajeros que el Gran Señor envía a esta provincia tienen como misión seleccionar las doncellas más hermosas, de acuerdo con el tipo de belleza que aquél determina. Para elegirlas, estos mensajeros llaman a su presencia a todas las doncellas de la región; y establecen jueces experimentados quienes, viendo y considerando por separado todas las partes del cuerpo de cada una, cabello, rostro, cejas, boca, labios y otros miembros, de modo que sean armoniosas y proporcionadas al conjunto, van evaluando a las más bellas en dieciséis quilates, diecisiete, dieciocho, veinte o más, según su mayor o menor hermosura. Y si el Gran Khan les ha encargado seleccionar las que alcancen hasta veinte o veintiún quilates, las llevan ante su presencia de acuerdo con la cifra exigida. Cuando llegan ante él las hace comparecer ante otros jueces; y, de entre todas ellas, quedan al final para su servicio las treinta o cuarenta que más quilates han logrado. A continuación confía su guarda a las viejas damas de palacio, una por cada una de ellas, que se aplican con mucho cuidado en vigilarlas; así manda el Señor que se acuesten con ellas en el mismo lecho, para saber si cada una de las elegidas tiene buen aliento, y si es limpia, y si duerme tranquila, sin moverse y sin roncar, y si no tiene mal olor en parte alguna; y también para que compruebe si es virgen y si está sana de todas sus partes. Tras ser detalladamente examinados y observadas, las que resulten buenas, hermosas y totalmente saludables, son envidias a servir a su Señor. Cada tres días con sus noches escogen seis de esas doncellas para que dediquen toda su atención al Gran Khan, desde que se acuesta hasta que se levanta, tanto en su cámara como en su lecho, realizando todos sus deseos; y así con ellas cuanto le apetece. Al cabo se estos tres días con sus noches viene otras seis doncellas a ocupar el lugar de las primeras, que abandonan su presencia; y de este modo durante todo el año las seis doncellas van cambiando cada tres días con sus noches, hasta llegar al número de cien; entonces comienza de nuevo la misma rueda.

Algunas veces, mientras que una parte de ellas permanece en la cámara del Señor, otras esperan en una habitación contigua; de suerte que si el Gran Khan tiene algún deseo o necesidad, como beber, comer, o cualquier otra cosa que se le venga a las mientes, las que están en la cámara del Señor ordenan a las que aguardan en la vecina cuadra lo que deben hacer o preparar; y ellas cumplen de inmediato cuanto se les ordena. Así el Señor nunca es servido sino por estas doncellas. En cuanto a las que obtuvieron una calificación inferior en quilates, permanecen con las demás mujeres del Señor, en el interior del palacio aprendiendo a coser, cortar, confeccionar guantes y realizar todo género de nobles trabajos. Y cuando un gentilhombre busca a una esposa, el Gran Khan le concede una de aquéllas junto con una gran pensión; y así va encontrando para todas un marido de alcurnia. 

A esto se podría objetar: "¿Mas no se ofenden los hombres de aquellas provincias cuando el Gran Khan les arrebata sus hijas?". Desde luego que no; y muy al contrario, ven en ello un gran favor y un honor inmenso; y se alegran de tener hijas hermosas que el Señor se digna aceptar, pues se dicen: "Si mi hija nació bajo el influjo de un planeta favorable y goza de buena suerte, el Gran Señor la colmará de bienes y la casará noblemente, cosa que yo no podría hacer de la misma manera". Y si la hija en cuestión no se comporta bien, o tiene mala suerte, dice su padre: "Esto le ocurre por tener mala estrella".