13/10/14

Discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz de Martin Luther King


 Su Majestad, su Alteza Real, sr. Presidente, excelencias, damas y caballeros:

Acepto el Premio Nobel de la Paz en un momento en el que veintidós millones de negros de los Estados Unidos se encuentran comprometidos en una dura guerra para terminar con la larga noche de la injusticia racial.

Acepto este premio en nombre de un movimiento de derechos civiles, el cual se mueve con determinación y desdén majestuoso al riesgo y peligro, para establecer el reino de la libertad y el imperio de la justicia. 

Soy consciente de que solo fue ayer cuando en Birmingham, Alabama, le respondieron a nuestros niños, quienes gritaban por la fraternidad, con mangueras contra incendio, perros de ataque e incluso con la muerte. Soy consciente de que solo ayer en Filadelfia, Mississippi, trataron brutalmente y asesinaron a jóvenes, las cuales buscaban proteger el derecho al voto. Y tan solo ayer, más de cuarenta templos fueron bombardeados y quemados debido a que ofrecían un lugar a quienes no aceptaban la discriminación. Soy consciente que la pobreza, constante y absoluta, aflige a mi gente y los encadena al escalón más bajo de la economía.

Por consiguiente, me pregunto por qué este premio es otorgado a un movimiento, el cual es asediado con una lucha implacable, a un movimiento que no ha ganado la verdadera paz y fraternidad, la cual es la esencia del Premio Nobel. 

Después de reflexionar, concluyo que este premio, el cual recibo en nombre del movimiento, es un profundo reconocimiento de que la no violencia es la respuesta a la crucial interrogante política y moral de nuestro tiempo —la necesidad del hombre de vencer a la opresión y a la violencia sin recurrir a ellas. La civilización y la violencia son conceptos contradictorios. 

Los negros de los Estados Unidos, después de la gente de la India, han demostrado que la no violencia no es pasividad estéril, sino una poderosa fuerza moral que edifica toda una transformación social. Tarde o temprano todos los pueblos del mundo tendrán que hallar una manera de vivir en paz y con ello transformar esta pendiente elegía cósmica en un creativo salmo de hermandad. Si esto ha de lograrse, el hombre debe evolucionar para resolver los conflictos con un método que rechace la venganza, agresión y represalia. El fundamento de este método es el amor. 

El tortuoso camino que nos ha conducido desde Montgomery, Alabama a Oslo es testimonio de esta verdad. Este es un camino por el cual millones de negros están viajando para encontrar un nuevo sentido de dignidad. Este mismo camino se ha abierto para todos los estadounidenses, una nueva era de progreso y esperanza. Ha dado lugar a una nueva Ley de los Derechos Civiles que hará, estoy convencido de ello, más amplios y extendidos los caminos para alcanzar la justicia entre el hombre negro y el hombre blanco, creando alianzas para superar sus problemas comunes. 

Acepto este premio con una fe inquebrantable en los Estados Unidos de América y una fe audaz en el futuro de la humanidad. Me niego a aceptar la desesperanza como la respuesta final a las ambigüedades de la historia. Me niego a aceptar la idea de que la "enfermedad" de la naturaleza del hombre le hace moralmente incapaz de alcanzar el "deber ser" que siempre lo confronta. 

Me niego a aceptar la idea de que el hombre es solo restos y desechos en el río de la vida, e incapaz de influir en el curso de los acontecimientos que lo rodean. Me niego a aceptar la idea de que la humanidad está trágicamente vinculada a la opaca medianoche del racismo y de la guerra, que hacen imposible alcanzar el amanecer de la paz y la fraternidad. 

Me niego a aceptar la cínica idea de que nación tras nación deben caer en una espiral militarista al infierno de la destrucción termonuclear. Creo que la verdad desarmada y el amor incondicional tendrán la última palabra en la realidad. 

Esta es la razón por la que el derecho temporalmente derrotado es más fuerte que el mal triunfante. Creo que incluso hoy, en medio de ráfagas y el mortífero sonido de las balas, no hay que perder la esperanza de un mañana más brillante. 

Creo que la justicia herida, postrada en las sangrientas calles de nuestras naciones, puede ser levantada de este polvo de vergüenza para reinar entre los hijos de los hombres. Tengo la audacia de creer que los pueblos de todo el mundo pueden tener tres comidas al día para sus cuerpos, educación y cultura para sus mentes, y dignidad, igualdad y libertad para sus espíritus. Creo que lo que los hombres egocéntricos han derribado, los hombres centrados pueden levantarlo. Sigo creyendo que un día la humanidad se arrodillará ante los altares de Dios, y la no violencia y la buena voluntad redentora será la regla de la tierra. "Y el león y el cordero se echarán juntos; y cada hombre se sentará debajo de su vid y su higuera, y no habrá quien tenga miedo." ¡Todavía creo que venceremos! 

Esta fe puede darnos el valor para enfrentar la incertidumbre del futuro. Dará a nuestros pies cansados ​​nueva fuerza a medida que continuamos avanzando hacia la ciudad de la libertad. Cuando nuestros días se conviertan en lúgubres bajo las nubes y nuestras noches se vuelvan más oscuras, sabremos que estamos viviendo en el caos creativo de una auténtica civilización luchando por nacer. 

Hoy vengo a Oslo como depositario, inspirado y con renovada dedicación a la humanidad. Acepto este premio en nombre de todos los hombres que aman la paz y la fraternidad. Digo que vengo como depositario ya que en lo más profundo de mi corazón soy consciente de que este premio es mucho más que un honor tan solo para mí. 

Cada vez que tomo un vuelo, estoy consciente de la gran cantidad de personas que hacen posible un viaje exitoso: reconocidos pilotos y anónimo personal de tierra. 

Por los pilotos dedicados de nuestra lucha que se han sentado en los controles del movimiento de la libertad que está en órbita. Qué honor, una vez más, el Jefe Lutuli de Sudáfrica, cuyo pueblo se sigue enfrentando con la expresión más brutal de la inhumanidad del hombre con el hombre. Por la tripulación de tierra, sin cuyo trabajo y sacrificio los vuelos a la libertad nunca podrían haber dejado la tierra.La mayoría de estas personas nunca serán conocidos y sus nombres no aparecerán en Who's Who. Sin embargo, cuando los años hayan pasado y la luz resplandeciente de la verdad se centre en esta época en la que vivimos, los hombres y las mujeres sabrán, y los niños serán enseñados, que tienen una tierra más fina, un pueblo mejor y una civilización más noble, porque estos humildes hijos de Dios estuvieron dispuestos a sufrir por una justa causa.

Creo que Alfred Nobel sabe a qué me refiero cuando digo que acepto este premio con el espíritu de vigilante de un precioso legado que él nos tiene en resguardo para sus verdaderos dueños: todos aquellos para quienes la belleza es verdad y la verdad es belleza, y en cuyos ojos la belleza de una auténtica fraternidad es más valiosa que los diamantes o la plata o el oro.

6/10/14

"Somos descubridores de nuestra propia ignorancia". Jorge Luis Borges


Descubrir lo desconocido no es una especialidad de Simbad, de Erico el Rojo o de Copérnico. No hay un solo hombre que no sea un descubridor. Empieza descubriendo lo amargo, lo salado, lo cóncavo, lo liso, lo áspero, los siete colores del arco y las veintitantas letras del alfabeto; pasa por los rostros, los mapas, los animales y los astros; concluye por la duda o por la fe y por la certidumbre casi total de su propia ignorancia.

13/9/14

"Recuerdo los días de antes y lloro". Paul Verlaine


Los dilatados gemidos
de los violines
del otoño,
laceran mi corazón

con una languidez
monótona.

Sofocado
y lívido,
cuando llega la hora,
recuerdo
los días de antes
y lloro.

Y me voy
con la borrasca
que me lleva
de acá para allá,
igual que a una
hoja muerta.


Versión libre de Canción de otoño (1866).

31/8/14

"Toda lectura es en realidad una relectura". Italo Calvino


I. Los clásicos son esos libros de los cuales se suele oír decir: «Estoy releyendo...» y nunca «Estoy leyendo ...». 

II. Se llaman clásicos a los libros que constituyen una riqueza para quien los ha leído y amado, pero que constituyen una riqueza no menor para quien se reserva la suerte de leerlos por primera vez en las mejores condiciones para saborearlos. 

III. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria, mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual. 

IV. Toda relectura de un clásico es una lectura de descubrimiento como la primera. 

V. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura. 

VI. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. 

VII. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más fácilmente, en el lenguaje o en las costumbres). 

VIII. Un clásico es una obra que suscita una incesante pelusilla de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima. 

IX. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. 

X. Llámese clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes. 

XI. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él. 

XII. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquel, reconoce en seguida su lugar en la genealogía. 

XIII. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo. 

XIV. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.

14/5/14

"¿Qué es escribir?" Josefina Vicens


Pensé que era fácil empezar. Abrí un cuaderno, comprado expresamente. Preparé un plan, hice una especie de esquema. [...] Pero inmediatamente sentí el temor.

¿Cómo harán los que escriben? ¿Cómo lograrán que sus palabras los obedezcan? Las mías van por donde quieren, por donde pueden.

Escribo falsedades. Todo lo equivoco, todo resulta inadecuado y, lo que es peor, todo tiene un fondo de interés y de soberbia.

No escribir. Nada más. No escribir. Ésa es la fórmula. Y levantarme ahora mismo, lavarme las manos y huir. ¿Por qué digo huir? Simplemente irme. Tengo que ser sencillo. Debo irme. Así no tengo que explicar nada. Debo poner un punto y levantarme. Nada más. Un punto común y corriente, que no parezca el último. Disfrazar el punto final.

Si el libro no tiene eso, inefable, milagroso, que hace que una palabra común, oída mil veces, sorprenda y golpee; si cada página puede pasarse sin que la mano tiemble un poco; si las palabras no pueden sostenerse por sí mismas, sin los andamios del argumento; si la emoción sencilla, encontrada sin buscarla, no está presente en cada línea, ¿qué es un libro?

No escribo para mí. Se dice eso, pero en el fondo hay una necesidad de ser leído, de llegar lejos; hay un anhelo de frondosidad, de expansión.

Escribir es decir a otros, porque para decirse a uno mismo basta un intenso pensamiento y un distraído susurro entre los labios. Y no se puede decir algo a los otros cuando se tiene la conciencia de que no se posee nada que aportar.

Siempre que escribo digo lo que siento.

En rigor, es de tu realidad de lo único que puedes hablar. Y si de ella no te es posible extraer lo que requieres para un libro distinto y trascendente, renuncia a tu sueño. Y si no puedes dejar de escribir, continúa haciéndolo en este cuaderno y luego en otro, y en otro, siempre secretamente, hasta el día de tu muerte.

7/5/14

"La buena literatura se cultiva en la soledad y el estudio". Alfonso Reyes


Solo quien desconozca de propósito mi vida y mi obra puede creer que yo me intereso por esas sandeces de dictaduras literarias. Tiempo me hubiera sobrado para ello, y no solo en México, pero jamás he incurrido en semejante puerilidad. La literatura es para mí una vocación casi religiosa; me acerco a ella con respeto, y lo que menos se me ocurre es reducirla a escuelas o modas, de que he visto nacer y morir tantas a lo largo de todos los siglos que cubre la historia literaria a mi alcance. Lo único que me importa es la buena calidad, que procede de un don innato y luego se cultiva en la soledad y el estudio. Ahora bien, algunos simpatizan conmigo y otros no. Ni ello tiene nada de extraño, ni yo puedo evitarlo, ni soy el único a quien acontece.

26/4/14

"La razón la tiene la costumbre". Dan Rhodes


Con la esperanza de salvar nuestro matrimonio, no quise aceptar la petición de divorcio de mi mujer. Acabamos ante un juez, que primero la miró a ella, luego me miró a mí y se echó a reír.

—¿De verdad cree que voy a obligarla a ella a seguir casada con usted?

Mi ahora exmujer me dedicó una de sus miradas de ya-te-lo-dije y, como de costumbre, no tuve más remedio que reconocer que había tenido razón desde el principio.

18/4/14

"No se puede anhelar la paz a costa de la corrupción y el crimen". Martín Luis Guzmán


No soy escéptico respecto de mi patria, ni menos se me ha de tener por poco amante de ella. Pero, a decir verdad, no puedo admitir ninguna esperanza que se funde en el desconocimiento de nuestros defectos.

Nuestras contiendas políticas interminables; nuestro fracaso en todas las formas de gobierno; nuestra incapacidad para construir [...] un punto de apoyo real y duradero que mantuviese en alto la vida nacional, todo anuncia, sin ningún género de duda, un mal persistente y terrible, que no ha hallado, ni puede hallar, remedio en nuestras constituciones —las hemos ensayado todas— ni depende tampoco exclusivamente de nuestros gobernantes [...] La vida interna de los partidos no es mejor ni peor que la proverbial de nuestras tiranías oligárquicas; como en estas, vive en ellos la misma ambicioncilla ruin, la misma injusticia metódica, la misma brutalidad, la misma ceguera, el mismo afán de lucro; en una palabra: la misma ausencia del sentimiento y la idea de la patria...

...Tan ajena es la política mexicana a sus propias realidades (nuestras instituciones son importadas; nuestra especulación política —vaga y abstracta— se informa en las teorías extranjeras de moda, etcétera), y tan sistemática la inmoralidad de sus procedimientos, que no puede menos que pensarse en la existencia de un mal congénito en la nación mexicana...

...Anhelamos la paz. Entre las múltiples inquietudes y las previsiones vagas que nos atormentan, este anhelo es lo único claro e indiscutible [...] Y, sin embargo, ¿a quién ha ocurrido preguntarse lo que ella vale realmente? [...] El interés de México es resolver el problema de su existencia normal como pueblo organizado, lo cual le impiden barreras de incapacidad moral [...] Lo que a cambio de nuestro bienestar material se ofrece a la nación [...] es la paz a costa de la corrupción y el crimen sistemáticos...

...No entendemos la democracia. Para nosotros, como para cualquier gobierno que valga el nombre, es más que capacidad de entender y arte de leer y escribir y fuerza de obrar; es, primordialmente, virtud: moderación, paciencia, acatamiento, lealtad, justicia.

16/3/14

Mi vida como escritor. La última entrevista de Philip Roth



Texto de la entrevista que Philip Roth concedió a Daniel Sandstrom, editor de cultura del Svenska Dagbladet, para su publicación en la traducción sueca en ese periódico y, su original en inglés, para la reseña de un libro. (02/03/14)


El teatro de Sabbath se está traduciendo al sueco, casi veinte años después de su lanzamiento original. ¿Cómo describiría este libro a quien aún no lo ha leído?, y ¿cómo describiría al personaje principal, el inolvidable Mickey Sabbath?

El teatro de Sabbath toma como epígrafe una línea, en el acto quinto, de La Tempestad. "Cada tercer pensamiento", dice Próspero, "será mi tumba".

Podría haberle llamado La muerte y el arte de morir. Se trata de una novela en la que el desgaste es incontrolable; el suicidio, inminente; el odio, rampante; y la lujuria, desenfrenada. Donde la desobediencia y la muerte están muy extendidas.

Mickey Sabbath no le da la espalda a la muerte como los demás. Nadie como él podría haber coincidido con el juicio de Franz Kafka cuando escribió: "El sentido de la vida es que se acaba".

Su vida es la obsesión por la muerte. En él existe un gran dolor por la muerte de otros y una gran alegría por la propia. Sabbath no solo salta con alegría, también lo hace con desesperación. Aprendió a desconfiar de la vida cuando su querido hermano mayor murió en la Segunda Guerra Mundial. Es la muerte de Morty lo que determina como vivirá. Su fallecimiento define su medida para el dolor. La pérdida gobierna su mundo.

Sabbath no es un hombre perfecto. Su vida es la turbulencia instintiva del hombre bajo el hombre. Su manera de repelerla  —actuando como un horno de antagonismo, incapacidad y sin voluntad de ocultar nada, y con una feroz sátira de la naturaleza, burlándose de todo, viviendo más allá de los límites de la discreción y el gusto, y blasfemando contra todo lo decente es su única defensa ante un lugar donde nadie mantiene su promesa y todo es perecedero. Despreciar la vida, una vida de permanente discordia, es la mejor preparación que conoce para la muerte. En sus locuras encuentra su verdad.

Por último, es un bromista, como Hamlet, quien guiña el ojo al género de la tragedia con burlas, tal como Sabbath lo guiña a la comedia con la planificación de su suicidio. En él hay pérdida, muerte, decaimiento, dolor  y risa, risa incontrolable. Perseguido por la muerte, Sabbath es seguido a todas partes por la risa. 

Sé que ha releído todos sus libros recientemente. ¿Cuál fue su veredicto? ¿Y cuál fue su opinión sobre  El teatro de Sabbath mientras lo leía de nuevo? 

Cuando decidí dejar de escribir hace unos cinco años, tal como dices, me senté a releer los treinta y un libros que había publicado entre 1959 y 2010. Quería ver si perdí mi tiempo. Nunca se puede estar seguro, ya sabes. 

Al terminar, mi conclusión hace eco de las palabras pronunciadas por uno de mis héroes del boxeo estadounidense, Joe Louis. Fue campeón mundial de peso pesado desde que yo tenía 4 años hasta mis 16. Había nacido en el Sur profundo, era un niño negro pobre y sin educación, quien durante la gloria de sus doce años invicto, defendiendo su campeonato un asombroso número de veintiséis veces, se impuso un pacto de silencio. Luego, cuando se le preguntó sobre su retiro después de una larga carrera, Joe dulcemente lo resumió en solo nueve palabras. "Hice lo mejor que pude con lo que tenía". 

En algunos sectores es casi un cliché hablar de "misoginia" en relación con sus libros. ¿Qué factor supone impulsó esta reacción inicial, y cuál es su respuesta a los que todavía tratan de etiquetar su obra así? 

La misoginia, el odio a las mujeres, no se ofrece en mi trabajo ni como una estructura, un sentido, un motivo, un mensaje, una convicción, una perspectiva o un principio rector. Esto es distinto, por ejemplo, a otra forma nociva de aborrecimiento psicópata  y el equivalente de la misoginia en su radicalismo y malicia penetrante el anti-semitismo, el odio a los judíos, proporciona todos los elementos esenciales a Mein Kampf. Mis detractores propugnan mi supuesto crimen como si hubiera vomitado veneno en las mujeres durante medio siglo. Pero solo un loco podría tomarse la molestia de escribir treinta y un libros con el fin de afirmar su odio.

Es mi cómico destino el ser el escritor que estos detractores han decidido que no soy. Practican una forma bastante común de control social: No es lo que crees que eres. Tú eres lo que crees que eres. Nosotros somos lo que ellos eligen que seamos. Bueno, bienvenidos a la subjetiva raza humana. La imposición de la idea del sentido de la narración en la idea de lo que es el escritor, solo puede ser entendida por un error "de lectura". Y en el caso que nos ocupa, no necesariamente es una diversión inofensiva. En algunos sectores, "misógino" es ahora una palabra que se usa casi tan laxa como antes "comunista" por el macartismo, justo en la década de 1950 y por mucho con el mismo propósito. 

Sin embargo, cada escritor aprende durante toda la vida a ser tolerante con las estúpidas inferencias que se extraen de la literatura y las fantasías inverosímiles que se le atribuyen. En cuanto a la clase de escritor que soy, soy el que no pretendo ser . 

Los hombres en sus libros son a menudo mal interpretados. Algunos críticos hacen, creo, la engañosa suposición de que ellos son una especie de héroes o modelos a seguir; si nos fijamos, ¿qué rasgos comparten?, ¿cuál es su condición? 

Como lo veo, mi objetivo nunca se ha centrado en el fuerza masculina desenfrenada y triunfal, sino más bien en la antítesis: el poder masculino afectado. No he estado cantando un himno a su superioridad, sino que he descrito a la virilidad tropezando, constreñida, humillada, devastada y derribada. No soy un moralista utópico. Mi intención es presentar a mis hombres ficticios no como deberían ser, sino como tipos atormentados. 

Mi tema es el drama de los hombres tenaces y vitales, con sus peculiaridades, quienes no se encuentran sumidos en la debilidad ni están hechos de piedra y que, casi inevitablemente, se inclinaron y viven entre una difusa moral, indeterminación entre la culpabilidad real y la imaginaria, lealtades en conflicto, deseos urgentes, anhelos incontrolables, amores irrealizables, pasiones culpables, trances eróticos, rabia, auto-división, traiciones, pérdidas drásticas, vestigios de la inocencia, amarguras, enredos lunáticos, errores de juicio con consecuencias, abrumados, con dolores prolongados, falsas acusaciones, luchas sin tregua, enfermedades, agotamiento, distanciamiento, desapego, envejecimiento, muerte y, en repetidas ocasiones, el daño inevitable, el golpe rudo de la terrible sorpresa, que los vuelve irremediablemente aturdidos por la vida y que no tienen como defenderse, incluyendo especialmente la historia: lo imprevisto que constantemente se repite.

Es la lucha social del momento, en la que un número de estos hombres se encuentran atrapados. No es suficiente, por supuesto, hablar de "rabia" o "traición" —rabia y traición tienen una crónica, como todo lo demás. La novela se asigna la dura prueba de la historia y, si tiene éxito, puede sondear la conciencia de la sociedad a la que representa.

"La lucha con la escritura ha terminado" es una reciente frase suya. ¿Podría explicarla y, también, contar algo de su vida actual, cuando ya no está escribiendo?

Todo el mundo tiene un trabajo duro. Todo verdadero trabajo es duro. Mi trabajo ha pasado también a ser complicado. Mañana tras mañana, durante cincuenta años, me enfrenté a la página siguiente, indefenso y desprevenido. Escribir para mí fue una hazaña de auto-preservación. Si no lo hubiera hecho, habría muerto. Así que lo hice. La obstinación, no el talento, me salvó la vida. También fue mi buena suerte de que la felicidad no me importa y de que no tengo compasión por mí. El porqué esa tarea me tocó a mí, no tengo idea. Tal vez la escritura me protegió contra la peor amenaza.

¿Ahora? Hoy soy un pájaro surgido de una jaula en lugar de para revertir el famoso enigma de Kafka un ave en busca de una. El horror de ser enjaulado ha perdido emoción. Ahora es realmente un gran alivio, algo cercano a una experiencia sublime, tan solo tener que preocuparme de la muerte. 

Usted pertenece a una generación excepcional de escritores de posguerra, quienes definen la literatura estadounidense desde hace casi medio siglo: Bellow, Styron, Updike, Doctorow, DeLillo. ¿Cuál fue lo causa de que esta edad de oro sucediera y lo hiciera grande? ¿Se sintió, en sus años de actividad, que estos escritores eran competencia o se sentía afín  o ambas cosas? ¿Por qué estaban allí tan pocas escritoras con igual éxito en ese mismo período? Por último: ¿Cuál es su opinión sobre el estado de la ficción contemporánea de su país?

Estoy de acuerdo que ha sido un buen momento para que la novela en mi país, pero no puedo decir que conozco lo que representa. Tal vez es la ausencia de ciertas cosas que deberíamos tener. La indiferencia del novelista estadounidense y su desprecio por la teoría "crítica”. Libertad estética sin trabas de todos los arrogantes ismos y su falta de humor. (¿Puedes pensar en una ideología capaz de auto-sátira correctiva y que no le guste hundir sus dientes en una imaginación en libertad?) Escritura que no esté contaminada por la propaganda política o incluso la responsabilidad política. La ausencia de una "escuela" de la escritura. En un lugar tan vasto, hay un único centro geográfico en la cual la escritura se origina. Cualquier cosa menos una población homogénea, con unidad nacional básica, carácter nacional único, calma social totalmente desconocida, incluso la torpeza general sobre la literatura, la incapacidad de muchos ciudadanos para leer nada, aun con una comprensión mínima, lo cual confiere cierta libertad. Y sin duda, el hecho de que los escritores realmente no significan absolutamente nada para las nueve décimas partes de la población, no hace daño. Es embriagador. 

Lo grave es que existe muy poca veracidad en cualquier lugar, antagonismo en todo el mundo, todo es calculado hasta el asco, hay una gigantesca hipocresía, una crueldad que se puede ver con solo apretar el control remoto, armas explosivas en manos de gente que horroriza, un panorama sombrío de indecibles hechos de violencia, un despojo incesante de la biosfera con fines de lucro, un exceso de vigilancia que se nos revertirá, grandes concentraciones de riqueza para la financiación de intereses malévolos y antidemocráticos, científicos ignorantes que siguen defendiendo el creacionismo 89 años después del juicio de Scopes, desigualdades económicas del tamaño del Ritz , endeudamiento de todos, familias que no saben lo mal que las cosas aún pueden ser, dinero que es exprimido hasta lo último qué locura y, de ninguna manera nuevo, la ausencia de un gobierno de las personas a través de la democracia representativa, sino más bien por los grandes intereses financieros, la vieja plutocracia estadounidense peor que nunca. 

Tenemos trescientos millones de personas en un país de tres mil millas de ancho, tratando de hacer lo mejor que se puede con problemas inagotables. Estamos asistiendo a una nueva y benigna mezcla de razas en una escala desconocida desde la malignidad de la esclavitud. Podría seguir y seguir. Es difícil no sentirse cerca de la existencia aquí. Este no es un pequeño rincón tranquilo del mundo. 

¿Cree que existe preocupación en Europa con la influencia de los Estados Unidos? Y, si es así, ¿esta preocupación ha nublado la recepción europea de ficción seria estadounidense?

El poder en cualquier sociedad está con los que llegan a imponer la fantasía. Ya no es la iglesia, como lo fue durante siglos en toda Europa, ni el gran Estado totalitario como lo hizo durante doce años en la Alemania nazi y sesenta y nueve en la Unión Soviética— quienes la imponen. Ahora la ficción que prevalece es el voraz consumo, que todo lo consume, aparentemente generado por, sobre todas las cosas, la libertad. Los jóvenes viven de acuerdo a las creencias de personas que para ellos, aparentemente, son las más pensantes de la sociedad, aunque detrás existan empresas con menos obstáculos para llegar a los extremos. Ingeniosamente, porque la preponderancia de la fuerza no está con ellos, los padres y maestros deben tratar de protegerlos de ser insertados, en su perjuicio, en el parque de atracciones para idiotas que ahora es universal, 

No puedo comprender en dónde cabe la respetable ficción estadounidense en todo esto, incluso si, como sugiere, "esta preocupación nubló (o puede nublar) su recepción". Usted sabe que en Europa del Este, los escritores disidentes decían que el "realismo socialista", la estética soviética reinante, consistía en elogiar al partido de modo que aun ellos lo entendían. No hay tal consigna para los escritores importantes en los Estados Unidos.

¿Qué tiene que ver la influencia de la cultura popular con los formidables escritores de la posguerra, de tan enorme variedad como Saul Bellow, Ralph Ellison, William Styron, Don DeLillo, E.L. Doctorow, James Baldwin, Wallace Stegner, Thomas Pynchon, Robert Penn Warren, John Updike, John Cheever, Bernard Malamud, Robert Stone, Evan Connell, Louis Auchincloss, Walker Percy, Cormac McCarthy, Russell Banks, William Kennedy, John Barth, Louis Begley, William Gaddis, Norman Rush, John Edgar Wideman, David Plante, Richard Ford, William Gass, Joseph Heller, Raymond Carver, Edmund White, Oscar Hijuelos, Peter Matthiessen, Paul Theroux, John Irving, Norman Mailer, Reynolds Price, James Salter, Denis Johnson, JF Powers, Paul Auster, William Vollmann, Richard Stern, Alison Lurie, Flannery O'Connor, Paula Fox, Marilynne Robinson, Joyce Carol Oates, Joan Didion, Hortense Calisher, Jane Smiley, Anne Tyler, Jamaica Kincaid, Cynthia Ozick, Ann Beattie, Grace Paley, Lorrie Moore, Mary Gordon, Louise Erdrich, Toni Morrison, Eudora Welty (y de ninguna manera he agotado la lista) o con otros más jóvenes, y maravillosamente talentosos, como Michael Chabon, Junot Díaz, Nicole Krauss, Maile Meloy, Jonathan Lethem, Nathan Englander, Claire Messud, Jeffrey Eugenides, Jonathan Franzen, Jonathan Safran Foer (por nombrar solo unos pocos)?

Se le han otorgado casi todos los premios literarios, excepto uno. Y no es ningún secreto que su nombre siempre se menciona cuando se habla del Premio Nobel de Literatura. ¿Qué siente al ser un eterno candidato? ¿Le molesta o se ríe al respecto? 

A veces me pregunto si a El lamento de Portnoy lo hubiera llamado El orgasmo sometido a un capitalismo rapaz, con ello hubiera ganado el favor de la Academia Sueca.

En el libro de Claudia Roth Pierpont Roth Unbound, hay un capítulo interesante sobre su trabajo clandestino con escritores perseguidos en Checoslovaquia durante la Guerra Fría. Si fuera un joven autor  —un Philip Roth que nació en, digamos, 1983 y pudiera participar en los conflictos mundiales de 2014, ¿cuál escogería? 

No sé cómo responder a eso. Por mi parte, no fui a Praga con una misión. Yo no estaba buscando "atrapar" un foco de problemas. Estaba de vacaciones y había ido a Praga en busca de Kafka. 

Pero a la mañana después de mi llegada, se me ocurrió pasar por mi casa editorial para presentarme. Me llevaron a una sala de conferencias para compartir una copa de slivovitz con la redacción. Luego, alguien me invitó a almorzar. En el restaurante, donde su jefe comía con frecuencia, me dijo en voz baja que todas las personas en esa sala de conferencias eran "esquiroles", empezando por el titular, quienes habían sido contratados para sustituir a los editores que, cuatro años antes, habían sido despedidos a causa de su apoyo a las reformas de la Primavera de Praga. Le pregunté acerca de mis traductores, una pareja, y esa noche los vi. Ellos también estaban impedidos para trabajar, por las mismas razones, y estaban viviendo en desgracia política. 

Cuando volví a casa, me encontré en Nueva York a un pequeño grupo de intelectuales checos que habían huido de Praga, cuando los tanques rusos rodaron para sofocar la Primavera. Cuando regresé al país ocupado por la Unión Soviética, ya no estaba de vacaciones. Yo llevaba conmigo una larga lista de personas para entrevistar, los miembros más amenazados en una nación esclavizada, los escritores proscritos para quienes el sadismo, no el socialismo, era la religión del Estado. El resto se desarrolló a partir de eso. 

Sí, el carácter es el destino y, sin embargo, todo es casualidad. 

Si tuviera que entrevistarse a usted mismo en este momento de su vida debe haber una pregunta que no le han hecho y es obvia e importante, pero ignorada por los periodistas. ¿Cuál sería? 

Contra toda lógica que parezca, cuando me preguntan acerca de una cuestión ignorada por los periodistas, inmediatamente pienso en un hecho que cualquiera de ellos parece que no puede pasar por alto. Es algo como esto: "¿Todavía cree que tal y tal cosa? ¿Aún piensa que fulano de tal?“. Para luego citar algo no dicho por mí, sino por un personaje de uno de mis libros. Si no le importa, ¿puedo aprovechar la ocasión de su última pregunta para decir lo que es probable que ya esté claro a los lectores de las páginas literarias de Svenska Dagbladet

El que busca el pensamiento del escritor en las palabras y los pensamientos de sus personajes está mirando en la dirección equivocada. La búsqueda de "pensamientos" de un escritor viola la riqueza de la mezcla, que es el sello distintivo de la novela. La idea de que el novelista que más importa es el pensamiento que él inventa. 

La personalidad del novelista no radica en los comentarios de sus personajes o incluso en su introspección, sino en la difícil situación que lesha creado, en la yuxtaposición de esos personajes y en las ramificaciones reales del conjunto como su densidad, su sustancialidad, y su existencia, actualizada en todos sus detalles; eso es en realidad su pensamiento metabolizado. 

El pensamiento del escritor radica en la elección de un aspecto de la realidad no examinada previamente en la forma en que él la lleva a cabo. La idea de que el escritor está incrustado en todas partes en el curso de la novela. La idea de que se calcula de forma invisible en un patrón elaborado  en la constelación de reciente aparición de las cosas imaginarias  que es la arquitectura del libro: lo que Aristóteles llamaba simplemente "la disposición de las partes", la "cuestión de tamaño y el orden". La idea de que la novela se materializa en el enfoque moral de la misma. La herramienta con la que el novelista piensa es la escrupulosidad de su estilo. Aquí, en todo esto, se encuentra todo lo que la magnitud de su pensamiento puede tener. 

La novela, entonces, es en sí misma su mundo mental. Un novelista no es un pequeño eslabón en la gran rueda del pensamiento humano. Él es un pequeño engranaje en la gran rueda de la literatura imaginativa. 

26/2/14

Sobre "Abrir las manos" de Cheri Lewis



Abrir las manos es un texto amable de lectura sencilla pero no simple. Entre sus páginas se puede ir desde la más elemental literatura fantástica hasta el suspenso de los puños apretados.

Leyendo y leyendo, entre el misterio de las imágenes perdidas en la agonía de un enfermo con sudores, de alucinaciones en rojo, hasta la angustia en un yo de convertirse en un día cualquiera y sin ningún motivo aparente, en interno de un sótano oscuro de un sanatorio, Cheri Lewis nos entrega en sus nóveles letras una experiencia pirotécnica completa en donde, de entre todos los recursos, sobresale, imperiosa, su narrativa clara y sin enredaderas.

Cada relato es un redondo momento; cada texto es un principio firme, luego una consecuencia, luego una bola de nieve y, por último, un final que viene solo a tomar su lugar obligado en el cuento.

En las noventa y dos páginas que nos pone sobre la mesa, conviven una mujer modular que se desprende de sus propias partes como si fuera cualquier cosa; un médico que, quizá, libera a una joven de su su miedo a vivir en medio de una puesta en escena; una familia que recibe pequeños huéspedes fugaces; un moribundo que solo atina a murmurar su mensaje encriptado; y una chica que espera una visita que jamás llegará.

Esta obra es una compilación compacta y pulida, de una joven autora que nos deja un buen sabor de boca e insinúa la promesa una escritora valiosa y prolija para un futuro no muy lejano.

Festejo a Cheri leyéndola y celebro su libro como lo que es: un principio esperanzador de lo que vendrá.


"El placer de perder amigos". Julio Torri


El perder amigos no carece por cierto de alicientes.

En la amistad hay por lo común dos periodos. En los primeros meses, la conversación es venero de gratísimos entretenimientos. Cada vez se descubren nuevas conformidades de pensamiento y se establece una corriente de secretas afinidades. Las experiencias del uno son nuevas para el otro, y la curiosidad de ambos encuentra apacible regalo en las confidencias mutuas.

Pero llega un día en que nuestro amigo no nos guarda ya sorpresas. Tenemos una clarísima visión de su vida, y parece como si la hubiéramos incorporado a la nuestra. Donde nos hallemos, está él presente en espíritu;  y en su ausencia tenemos mil pensamientos que seguramente le hubieran ocurrido, a estar al lado nuestro.  En este punto la amistad deja de ser fuente de pasatiempo y risas y se torna en cosa más duradera y firme. Nuestro amigo se ha convertido en algo familiar y molesto, del que no podremos ya prescindir. Perderlo en esta época es perder irreparablemente, y para tal aflicción las alquitaras de la ideología  no destilan bálsamo eficaz.

Pero podemos soportar con demasiada resignación la pérdida de otra suerte de amigos, y aun sentir como un alivio, como un descanso. Los hay que nos entretienen, nos divierten, pero no llegamos a amar. Y en el día que desaparecen, lo lamentamos públicamente; acaso creamos nosotros mismos echarlos de menos; pero en verdad, experimentamos una satisfacción profunda.

Y es que la sociabilidad exige también sus sacrificios. Cada persona que tratamos promueve en nosotros una especial actitud de espíritu: solo de reducido número de asuntos sin importancia puede departirse, sin descender del terreno de las concesiones mutuas y de la cortesía excesiva de los indiferentes. Delante de ciertos sujetos no nos mostramos plenamente: son como una limitación al libre desenvolvimiento de nuestro ser. Por eso al saber de su muerte experimentamos una cruel y delicada sensación de placer. ¡No volver a saludarle; pasar por su calle sin peligro; despedirnos para siempre de su reuma, de sus predicciones políticas, de sus inmundos chascarrillos de almanaque! ¡Oh, qué profunda alegría llena nuestro corazón! ¡Qué  inmortal, si gustáis!

Y ya que hemos descendido insensiblemente al terreno de las confesiones indebidas, reconozcamos valientemente que existe más de un individuo para cada uno de nosotros cuya esquela de defunción recibiríamos sin el menor asomo de pena.

14/2/14

"El fin somos nosotros, nuestro privativo punto de vista". Alfonso Reyes


La historia que acaba de pasar es siempre la menos apreciada. Las nuevas generaciones se desenvuelven en pugna contra ella y tienden, por economía mental, a compendiarla en un solo emblema para de una vez liquidarla. ¡El pasado inmediato! ¿Hay nada más impopular? Es, en cierto modo, el enemigo. La diferencia específica es siempre adversaria acérrima del género próximo. Procede de él, luego lo que anhela es arrancársele. Cierta dosis de ingratitud es la ley de todo progreso, de todo proceso. Cierto error o convención óptica es inevitable en la perspectiva. La perspectiva es una interpretación finalista. Se da por supuesto que el primer plano es el término ideal a que venían aspirando, del horizonte acá, todos los planos sucesivos. Las líneas, se supone, caminan todas hacia un fin. El fin somos nosotros, nuestro privativo punto de vista.

23/1/14

Unas pinceladas en japonés

                                                                                                                                             
Soy viajero desde niño. No hay nada que disfrute más en la vida que visitar territorios distintos a donde transcurren mis días. Si no me muevo, me petrifico.


Algo tengo por cierto: un país no se aprehende en unas cuantas semanas. Lo que sí podemos entender es cómo somos nosotros en aquellos lugares que hemos visto mil veces en imágenes, reales o virtuales. Por eso estas notas no se refieren tanto al lugar, sino a la persona que soy en él.

Hace unas semanas viajé por primera vez a Japón y, en consecuencia, a Asia. Cumplí un pendiente que tenía cuando por fuerza mayor —un terremoto, un tsunami y una amenaza nuclear— tuve que cancelar reservaciones, boletos y hasta una amistad que se molestó por mi presunta falta de solidaridad con el pueblo nipón. Así comenzó este año, con la resta de sitios por conocer antes de morir y la suma de experiencias que me dejó esta travesía.


Lo primero a destacar es que el visitar Oriente, en muchos sentidos, es como salir del mundo conocido: literalmente es otra cultura. Así, en el breve tiempo del que dispuse en las ciudades de Tokio, Kyoto, Hakone, Osaka e Hiroshima vi y viví cosas y situaciones que difícilmente se hallan o suceden de este lado del planeta. Cito algunos ejemplos:


Fue sorprendente y educativo ver el profundo sentido del orden y limpieza que impera en el espacio urbano. A pesar de que no existen los contenedores de basura públicos —debido a un lamentable suceso ocurrido hace quince años, según me comentó una guía, cuando el gas sarín depositado en los contenedores del metro causó la muerte de muchos—, no hay basura de ningún tipo en las calles. Esto obedece a la semilla que se siembra a partir de la etapa preescolar: todos, sin importar jerarquías, deben contribuir a la limpieza de su centro educativo o laboral, asumiendo tareas de toda índole.

Si pienso en una característica de lo japonés, de inmediato lo identifico con la amabilidad. Por lo menos para el sector turístico, ese deseo de servir y agradar nunca lo había percibido en otro lugar.

A pesar de tener una población casi igual a la nuestra, en un territorio mucho menor, el orden les permite que la vida fluya de manera ágil. Y qué decir de los medios de transporte tan eficaces, limpios y seguros. No obstante, la sensación de asfixia por tanta gente en algunos lugares públicos es inevitable, y el tráfico vehicular puede llegar a ser escandaloso.



La capital, de algún modo, me desilusionó: todo por culpa de las películas. Pensé descubrir una ciudad que derrochara alta tecnología, tal como aparece en los escenarios fotografiados en Lost in Translation. No fue así; la magia que ésta transmite no llega tal cual a la realidad, pues a pesar de que existe una avenida larguísima llamada Electric City —en donde abundan tiendas de computadoras, iPads, videograbadoras, cámaras fotográficas, televisores, máquinas de afeitar, entre otros productos—, las construcciones de la ciudad no son edificios de otra galaxia. Comprendí entonces que la llamada crisis del dragón devoró esa imagen fílmica, y mi deseo de caminar en medio de hologramas tendrá que esperar para otros lugares y tiempos. Al final no pude evitar la sensación de que esa atmósfera, ese Tokio popularizado por la cinta de Sofia Coppola, también se pierde en la traducción.

De hecho me sorprendió descubrir que, a la sombra de esa crisis, ha surgido un mercado muy importante de artículos de lujo de segunda mano e incluso, contrastando con la idea de honestidad de ese pueblo, fácilmente se puede adquirir piratería.


En Tokio el sexo es parte del paisaje urbano. Es común encontrar, al lado de una tienda de electrodomésticos, cafés o locales al efecto. Esta moda, percibo, es utilizada como recurso para imponer una tendencia que los identifique como modelo a seguir, derivado de un afán por contrastar con el mundo occidental. Recordando al personaje de Nabokov, destacan las llamadas “Lolitas”. Su vestuario básico se compone por una falda de tablas al estilo escocés con base en tonos claros y líneas cruzadas en blanco y negro, blusa escolar blanca y suéter negro, complementado con medias negras que llegan arriba de la rodilla y zapatitos de tacón de muñeca, en color negro. El maquillaje es otro elemento clave para estas chicas: las mejillas con abundante rubor rosa, igual que el lápiz labial. El toque final lo da el cabello, recogido en una coleta y con flequillo. Confieso que no me provocó emular al profesor Humbert Humbert.



Los hombres, por su parte, tienden a imitar el canon que define al hombre contemporáneo. Me refiero a la tendencia del metrosexual que los adolescentes, universitarios y jóvenes profesionistas han adoptado de manera exacerbada, con el uso de cosméticos para el cuidado del rostro y estilizar el cabello, además de la ropa de diseñador, ceñida y colorida.

Luego, se hace evidente que la sociedad oriental sigue teniendo como parámetro de belleza exterior el nuestro. Por el dicho de un lugareño, si tienes rasgos caucásicos y hablas el idioma, no tendrás problema para conseguir destacar. Esto a pesar de que estos valores no sean intrínsecos a su filosofía.

Es muy complicado encontrar gente obesa en Japón en razón a su cocina exenta de grasas y a su amplio consumo de verduras. Si a esto le sumamos el generalizado uso de la bicicleta, entenderemos el elevado nivel de esperanza de vida del cual gozan.

El lenguaje puede ser un verdadero problema. No sólo para el extranjero, incluso para ellos mismos cuando de leer se trata. Si tenemos claro que dicho idioma maneja dos silabarios o "alfabetos" más un cúmulo de ideogramas, entenderemos este galimatías. Según un residente, para un estudiante de primaria resulta muy difícil leer un periódico, dada la cantidad de información que tiene que memorizar. Conociendo esto, no me resultó extraño que ninguna de las tres personas a las que interrogué supiera quién era su primer ministro.


Hakone es la punta de lanza para acometer el mítico Fujisan. Recuerdo una novela de Amélie Nothomb donde destacaba la importancia que para el japonés tiene el escalarlo. Pude comprobarlo: su belleza es tal que describirlo es imposible. Esa atracción, más el deseo de afirmación, hace que aun niños de siete años caminen por más de cinco horas para llegar a la cumbre, ver el amanecer y acometer el descenso.



Kyoto es una delicia de ciudad. Basta llegar para entender el porqué tanto residente adquiere el gusto por la fotografía. Uno apunta, dispara y una foto de concurso resulta; ante tanto primor, es fácil sentirse un nuevo Cartier-Bresson. La población es distinta a la que conocí en Tokio. No sé si fue por las fechas, pero todos los templos dedicados al budismo y sintoísmo, las dos religiones más comunes, estaban a reventar, no de turistas, sino de residentes.



Aquí percibí un gran arraigo en sus tradiciones. Es común visualizar a muchos jóvenes vestidos con el popular kimono, ya sea propio o rentado. Por otro lado, un detalle que me dejó perplejo fue saber que los monjes tienen la posibilidad de heredar el cargo de su padre y quedar al frente de alguno de los cientos de templos existentes. Cuando esto no es así, llegan a ese cargo luego de una carrera universitaria de cuatro años. Es preciso mencionar que estos personajes son verdaderos profesionales del culto, pues los servicios que otorgan a particulares por plegarias se encuentran tasados y sus honorarios no son meras “gratificaciones”; esto sin contar que para cada petición en particular, como tener salud, ser mejor estudiante o encontrar el amor, debe uno acudir a un recinto específico que de una u otra manera inducen a contribuir; al estar estos ingresos exentos del pago de impuestos, ejercer la dirección espiritual en Japón puede ser una actividad muy lucrativa.

Hiroshima me dejó una fuerte impresión. Con tan sólo un museo, una plaza y un edificio en ruinas, el único que se mantuvo en pie tras la bomba y el cual los residentes decidieron conservar, es suficiente para conmoverse. A diferencia del pueblo judío, en Japón no se habla de este terrible pasaje de su historia. En el recinto en honor a las victimas, casi no se hace referencia a la criminal decisión de los estadounidenses de iniciar la era nuclear ahí.




El país es sumamente seguro. Eso se percibe inmediatamente. Uno puede caminar por el lugar que sea con absoluta tranquilidad. En este punto, quizás el más importante, el Sol Naciente es Estado de primer mundo.

13/1/14

Letras libres: rapidito y mal



Desde que tengo uso de razón —y de imaginación— me ha gustado leer revistas culturales. En mis ratos de ocio, como cualquiera que se dedique a una profesión distinta al estudio y difusión de las letras, dedico una parte de éste a procurar ponerme al corriente en el debate de las ideas. En particular, disfruto buscar recomendaciones sobre novedades literarias, ya que ante tanta oferta que hoy existe, resulta temerario lanzarse al vacío, con mi precaria formación en la materia y sin cierta asesoría, en la búsqueda de buenos textos.

Dentro de ese vasto universo he seguido con interés a la revista Letras Libres, que en enero de 2014 cumple quince años de existencia. El objetivo de la misma, como bien lo apunta su dueño, a partir de una deuda, es conquistar la herencia que dejó Vuelta, la publicación de Octavio Paz. Hasta hoy, tal meta puede considerarse incumplida: no hay ningún número o siquiera algún texto en estos tres lustros que sea digno de recordarse, no por su calidad —que no pongo en tela de juicio— sino por haber alimentado el debate público, dilucidado la verdad objetiva ocuando menos, generado las polémicas que en su momento causó la dirigida por el Nobel.

Estas sospechas se confirman de manera contundente en el número de aniversario, en donde se hace apología —y sensata crítica— a Por una democracia sin adjetivos, artículo de Enrique Krauze publicado originalmente en Vuelta. Llama mi atención que en su prólogo Tender puentes, éste se limita a alardear la lista alfabética de los autores que han colaborado, de diversas estaturas y relieves; sin embargo no recuerda un solo artículo que haya marcado la agenda que su impreso pretende generar.

Para celebrar y resaltar su vocación crítica, incurre en obviedades como generar un falso debate cultural entre Christopher Domínguez Michael y Jorge Téllez, con calificativos incluidos. Dentro de tanto, me pregunto ¿qué opinaría Octavio Paz de que su pretendida sucesora comparta, una y otra vez, colaboradores con Héctor Aguilar Camín y Nexos? ¿Será real o involuntario el raspón que da Domínguez Michael a la creciente fascinación de esa revista por las redes sociales, cuando apunta con evidente sarcasmo que "dicen que en Twitter es distinto y allí menudea el aforismo y la brevedad poética. Prometo buscarlos algún día"?

Otro aspecto a resaltar es que, en los últimos doce meses, he percibido que Letras Libres ha perdido rumbo y organización, quizá por tomar demasiado en serio el consejo que Alfonso Reyes le dio a Paz, según refiere Alberto Ruy Sánchez "recuerde sobre todo que usted es escritor. Por eso el trabajo administrativo, rapidito y mal". Más grave que su deficiente servicio de distribución —culpable de la cancelación de mi suscripción— encuentro la poca responsabilidad del editor al comisionar críticas, y sobre todo después del pobre número de agosto de 2013, Lecturas de nuestro tiempo, a un novel escritor que, por su limitada experiencia no puede calificarse como tal, o por lo menos acometer sin argumentos sólidos un texto de un autor tan reconocido.

Así, en el número de noviembre de 2013, aparece Amor en la guerra, una reseñita escrita por Emiliano Monge, sobre la novela "14", de Jean Echenoz. Para él, a pesar de que el autor "...Mantiene su inconfundible estilo lacónico y preciso y construye la historia con los mismos elementos con los que ha construido todas sus historias: el instante que lo cambia todo, la desaparición, la mudanza geográfica, los avatares identitarios, el triunfo de lo inesperado y esa extraña suerte de resignación que se hinca ante todo salvo ante sí misma", éste "...no consigue que esta retahíla de virtudes se conviertan en acierto." Debo aclarar que no cuestiono sus gustos literarios, sin embargo considero que una crítica debe ser más objetiva y sustentada, y no contener perlas como esta: "...El lector se ve obligado a enfrentarse a demasiadas páginas fallidas", cuando nos encontramos con un libro de tan solo 104 páginas. Pobres de nosotros, huyan de esto, parece advertirnos Monge, y solo nos queda, si en él confiamos, reconocerle su labor al alejarnos de un pésimo texto.

Adoptando una postura claramente opuesta a lo que opina Christopher Domínguez sobre el adecuado quehacer del crítico literario —lentitud de lectura, retardar el dictamen, añejarlo lo más que se pueda, hasta el punto que se lo permita su necesidad de vivir de lo que escribe u opina— Letras Libres decide publicar una crítica apresurada y con sesgo. Menuda contradicción.

En contraste con las opiniones antes vertidas, diversas publicaciones y blogs culturales, como Babelia y el de José Luis Ibánez, ubican al último libro del francés entre lo mejor del año, y personajes prominentes han mostrado una postura favorable. Iván Thays nos dice que "...es una de las más importantes de este reentré literario español (…). Echenoz es uno de los pocos autores que jamás defraudan". Por su parte, Enrique Vila Matas encuentra que la novela "Contiene una breve pero densa meditación sobre el destino de las generaciones. Si otros novelistas necesitan centenares de páginas para contarnos cómo se destruye el mundo, a Echenoz le han bastado 15 breves capítulos para dejarnos dolorosamente alucinados ante la gran carnicería del 14".

A esta voz se suman otras que le califican de "fulgurante, precisa, grave” (Nathalie Crom para Telegrama); de una “prosa elegante y sobria.” (El Imparcial); que "En 14 la guerra destruye lo que el libro cose. En ese sentido, el ejercicio de estilo es, como la muerte, un acto del corazón". (Libération); o, de acuerdo a Peio H. Riaño, "A Echenoz no le interesan los movimientos tácticos, ni los grandes generales, ni vivir la experiencia, él es un especialista en resucitar muertos para que vuelvan a contarnos sus calamidades" (El Confidencial).

Que Letras Libres se aventure a publicar una opinión contraria sin razones de peso no es audacia y transgresión, sino mera irresponsabilidad. Mucho me temo, por lo menos en este caso, que esto se ajusta a la perfección con el panorama que describe Fernando Escalante

"Cientos de miles de títulos cada año, grandes premios, elogios desorbitados, un nuevo Thomas Mann, un nuevo Cervantes cada tres meses, contratos millonarios, tirajes de muchos ceros —y es difícil encontrar nada que valga la pena. No en las mesas de novedades, por lo menos. Imposible orientarse en el conjunto: ¿qué pasa, qué ha pasado? ¿De dónde viene esto? (...) Se ha roto la confianza que había en la crítica de libros. Hasta hace poco, algunos años, los periódicos serios tenían un suplemento de libros que había que leer, y las revistas tenían una sección de crítica. Servían para que uno conociera nuevos autores, para tener una idea de lo que estaba en circulación. Y para apreciar incluso a los más conocidos. Ningún autor, y desde luego ninguno de los que escriben una novela cada año, o cada dos años, tiene una producción homogénea —la crítica sirve, o servía, para decir eso, y explicarlo. Ya no. Salvo un par de excepciones, la crítica ha desaparecido. Los suplementos que sobreviven son folletos publicitarios, sin ningún interés".