16/3/14

Mi vida como escritor. La última entrevista de Philip Roth



Texto de la entrevista que Philip Roth concedió a Daniel Sandstrom, editor de cultura del Svenska Dagbladet, para su publicación en la traducción sueca en ese periódico y, su original en inglés, para la reseña de un libro. (02/03/14)


El teatro de Sabbath se está traduciendo al sueco, casi veinte años después de su lanzamiento original. ¿Cómo describiría este libro a quien aún no lo ha leído?, y ¿cómo describiría al personaje principal, el inolvidable Mickey Sabbath?

El teatro de Sabbath toma como epígrafe una línea, en el acto quinto, de La Tempestad. "Cada tercer pensamiento", dice Próspero, "será mi tumba".

Podría haberle llamado La muerte y el arte de morir. Se trata de una novela en la que el desgaste es incontrolable; el suicidio, inminente; el odio, rampante; y la lujuria, desenfrenada. Donde la desobediencia y la muerte están muy extendidas.

Mickey Sabbath no le da la espalda a la muerte como los demás. Nadie como él podría haber coincidido con el juicio de Franz Kafka cuando escribió: "El sentido de la vida es que se acaba".

Su vida es la obsesión por la muerte. En él existe un gran dolor por la muerte de otros y una gran alegría por la propia. Sabbath no solo salta con alegría, también lo hace con desesperación. Aprendió a desconfiar de la vida cuando su querido hermano mayor murió en la Segunda Guerra Mundial. Es la muerte de Morty lo que determina como vivirá. Su fallecimiento define su medida para el dolor. La pérdida gobierna su mundo.

Sabbath no es un hombre perfecto. Su vida es la turbulencia instintiva del hombre bajo el hombre. Su manera de repelerla  —actuando como un horno de antagonismo, incapacidad y sin voluntad de ocultar nada, y con una feroz sátira de la naturaleza, burlándose de todo, viviendo más allá de los límites de la discreción y el gusto, y blasfemando contra todo lo decente es su única defensa ante un lugar donde nadie mantiene su promesa y todo es perecedero. Despreciar la vida, una vida de permanente discordia, es la mejor preparación que conoce para la muerte. En sus locuras encuentra su verdad.

Por último, es un bromista, como Hamlet, quien guiña el ojo al género de la tragedia con burlas, tal como Sabbath lo guiña a la comedia con la planificación de su suicidio. En él hay pérdida, muerte, decaimiento, dolor  y risa, risa incontrolable. Perseguido por la muerte, Sabbath es seguido a todas partes por la risa. 

Sé que ha releído todos sus libros recientemente. ¿Cuál fue su veredicto? ¿Y cuál fue su opinión sobre  El teatro de Sabbath mientras lo leía de nuevo? 

Cuando decidí dejar de escribir hace unos cinco años, tal como dices, me senté a releer los treinta y un libros que había publicado entre 1959 y 2010. Quería ver si perdí mi tiempo. Nunca se puede estar seguro, ya sabes. 

Al terminar, mi conclusión hace eco de las palabras pronunciadas por uno de mis héroes del boxeo estadounidense, Joe Louis. Fue campeón mundial de peso pesado desde que yo tenía 4 años hasta mis 16. Había nacido en el Sur profundo, era un niño negro pobre y sin educación, quien durante la gloria de sus doce años invicto, defendiendo su campeonato un asombroso número de veintiséis veces, se impuso un pacto de silencio. Luego, cuando se le preguntó sobre su retiro después de una larga carrera, Joe dulcemente lo resumió en solo nueve palabras. "Hice lo mejor que pude con lo que tenía". 

En algunos sectores es casi un cliché hablar de "misoginia" en relación con sus libros. ¿Qué factor supone impulsó esta reacción inicial, y cuál es su respuesta a los que todavía tratan de etiquetar su obra así? 

La misoginia, el odio a las mujeres, no se ofrece en mi trabajo ni como una estructura, un sentido, un motivo, un mensaje, una convicción, una perspectiva o un principio rector. Esto es distinto, por ejemplo, a otra forma nociva de aborrecimiento psicópata  y el equivalente de la misoginia en su radicalismo y malicia penetrante el anti-semitismo, el odio a los judíos, proporciona todos los elementos esenciales a Mein Kampf. Mis detractores propugnan mi supuesto crimen como si hubiera vomitado veneno en las mujeres durante medio siglo. Pero solo un loco podría tomarse la molestia de escribir treinta y un libros con el fin de afirmar su odio.

Es mi cómico destino el ser el escritor que estos detractores han decidido que no soy. Practican una forma bastante común de control social: No es lo que crees que eres. Tú eres lo que crees que eres. Nosotros somos lo que ellos eligen que seamos. Bueno, bienvenidos a la subjetiva raza humana. La imposición de la idea del sentido de la narración en la idea de lo que es el escritor, solo puede ser entendida por un error "de lectura". Y en el caso que nos ocupa, no necesariamente es una diversión inofensiva. En algunos sectores, "misógino" es ahora una palabra que se usa casi tan laxa como antes "comunista" por el macartismo, justo en la década de 1950 y por mucho con el mismo propósito. 

Sin embargo, cada escritor aprende durante toda la vida a ser tolerante con las estúpidas inferencias que se extraen de la literatura y las fantasías inverosímiles que se le atribuyen. En cuanto a la clase de escritor que soy, soy el que no pretendo ser . 

Los hombres en sus libros son a menudo mal interpretados. Algunos críticos hacen, creo, la engañosa suposición de que ellos son una especie de héroes o modelos a seguir; si nos fijamos, ¿qué rasgos comparten?, ¿cuál es su condición? 

Como lo veo, mi objetivo nunca se ha centrado en el fuerza masculina desenfrenada y triunfal, sino más bien en la antítesis: el poder masculino afectado. No he estado cantando un himno a su superioridad, sino que he descrito a la virilidad tropezando, constreñida, humillada, devastada y derribada. No soy un moralista utópico. Mi intención es presentar a mis hombres ficticios no como deberían ser, sino como tipos atormentados. 

Mi tema es el drama de los hombres tenaces y vitales, con sus peculiaridades, quienes no se encuentran sumidos en la debilidad ni están hechos de piedra y que, casi inevitablemente, se inclinaron y viven entre una difusa moral, indeterminación entre la culpabilidad real y la imaginaria, lealtades en conflicto, deseos urgentes, anhelos incontrolables, amores irrealizables, pasiones culpables, trances eróticos, rabia, auto-división, traiciones, pérdidas drásticas, vestigios de la inocencia, amarguras, enredos lunáticos, errores de juicio con consecuencias, abrumados, con dolores prolongados, falsas acusaciones, luchas sin tregua, enfermedades, agotamiento, distanciamiento, desapego, envejecimiento, muerte y, en repetidas ocasiones, el daño inevitable, el golpe rudo de la terrible sorpresa, que los vuelve irremediablemente aturdidos por la vida y que no tienen como defenderse, incluyendo especialmente la historia: lo imprevisto que constantemente se repite.

Es la lucha social del momento, en la que un número de estos hombres se encuentran atrapados. No es suficiente, por supuesto, hablar de "rabia" o "traición" —rabia y traición tienen una crónica, como todo lo demás. La novela se asigna la dura prueba de la historia y, si tiene éxito, puede sondear la conciencia de la sociedad a la que representa.

"La lucha con la escritura ha terminado" es una reciente frase suya. ¿Podría explicarla y, también, contar algo de su vida actual, cuando ya no está escribiendo?

Todo el mundo tiene un trabajo duro. Todo verdadero trabajo es duro. Mi trabajo ha pasado también a ser complicado. Mañana tras mañana, durante cincuenta años, me enfrenté a la página siguiente, indefenso y desprevenido. Escribir para mí fue una hazaña de auto-preservación. Si no lo hubiera hecho, habría muerto. Así que lo hice. La obstinación, no el talento, me salvó la vida. También fue mi buena suerte de que la felicidad no me importa y de que no tengo compasión por mí. El porqué esa tarea me tocó a mí, no tengo idea. Tal vez la escritura me protegió contra la peor amenaza.

¿Ahora? Hoy soy un pájaro surgido de una jaula en lugar de para revertir el famoso enigma de Kafka un ave en busca de una. El horror de ser enjaulado ha perdido emoción. Ahora es realmente un gran alivio, algo cercano a una experiencia sublime, tan solo tener que preocuparme de la muerte. 

Usted pertenece a una generación excepcional de escritores de posguerra, quienes definen la literatura estadounidense desde hace casi medio siglo: Bellow, Styron, Updike, Doctorow, DeLillo. ¿Cuál fue lo causa de que esta edad de oro sucediera y lo hiciera grande? ¿Se sintió, en sus años de actividad, que estos escritores eran competencia o se sentía afín  o ambas cosas? ¿Por qué estaban allí tan pocas escritoras con igual éxito en ese mismo período? Por último: ¿Cuál es su opinión sobre el estado de la ficción contemporánea de su país?

Estoy de acuerdo que ha sido un buen momento para que la novela en mi país, pero no puedo decir que conozco lo que representa. Tal vez es la ausencia de ciertas cosas que deberíamos tener. La indiferencia del novelista estadounidense y su desprecio por la teoría "crítica”. Libertad estética sin trabas de todos los arrogantes ismos y su falta de humor. (¿Puedes pensar en una ideología capaz de auto-sátira correctiva y que no le guste hundir sus dientes en una imaginación en libertad?) Escritura que no esté contaminada por la propaganda política o incluso la responsabilidad política. La ausencia de una "escuela" de la escritura. En un lugar tan vasto, hay un único centro geográfico en la cual la escritura se origina. Cualquier cosa menos una población homogénea, con unidad nacional básica, carácter nacional único, calma social totalmente desconocida, incluso la torpeza general sobre la literatura, la incapacidad de muchos ciudadanos para leer nada, aun con una comprensión mínima, lo cual confiere cierta libertad. Y sin duda, el hecho de que los escritores realmente no significan absolutamente nada para las nueve décimas partes de la población, no hace daño. Es embriagador. 

Lo grave es que existe muy poca veracidad en cualquier lugar, antagonismo en todo el mundo, todo es calculado hasta el asco, hay una gigantesca hipocresía, una crueldad que se puede ver con solo apretar el control remoto, armas explosivas en manos de gente que horroriza, un panorama sombrío de indecibles hechos de violencia, un despojo incesante de la biosfera con fines de lucro, un exceso de vigilancia que se nos revertirá, grandes concentraciones de riqueza para la financiación de intereses malévolos y antidemocráticos, científicos ignorantes que siguen defendiendo el creacionismo 89 años después del juicio de Scopes, desigualdades económicas del tamaño del Ritz , endeudamiento de todos, familias que no saben lo mal que las cosas aún pueden ser, dinero que es exprimido hasta lo último qué locura y, de ninguna manera nuevo, la ausencia de un gobierno de las personas a través de la democracia representativa, sino más bien por los grandes intereses financieros, la vieja plutocracia estadounidense peor que nunca. 

Tenemos trescientos millones de personas en un país de tres mil millas de ancho, tratando de hacer lo mejor que se puede con problemas inagotables. Estamos asistiendo a una nueva y benigna mezcla de razas en una escala desconocida desde la malignidad de la esclavitud. Podría seguir y seguir. Es difícil no sentirse cerca de la existencia aquí. Este no es un pequeño rincón tranquilo del mundo. 

¿Cree que existe preocupación en Europa con la influencia de los Estados Unidos? Y, si es así, ¿esta preocupación ha nublado la recepción europea de ficción seria estadounidense?

El poder en cualquier sociedad está con los que llegan a imponer la fantasía. Ya no es la iglesia, como lo fue durante siglos en toda Europa, ni el gran Estado totalitario como lo hizo durante doce años en la Alemania nazi y sesenta y nueve en la Unión Soviética— quienes la imponen. Ahora la ficción que prevalece es el voraz consumo, que todo lo consume, aparentemente generado por, sobre todas las cosas, la libertad. Los jóvenes viven de acuerdo a las creencias de personas que para ellos, aparentemente, son las más pensantes de la sociedad, aunque detrás existan empresas con menos obstáculos para llegar a los extremos. Ingeniosamente, porque la preponderancia de la fuerza no está con ellos, los padres y maestros deben tratar de protegerlos de ser insertados, en su perjuicio, en el parque de atracciones para idiotas que ahora es universal, 

No puedo comprender en dónde cabe la respetable ficción estadounidense en todo esto, incluso si, como sugiere, "esta preocupación nubló (o puede nublar) su recepción". Usted sabe que en Europa del Este, los escritores disidentes decían que el "realismo socialista", la estética soviética reinante, consistía en elogiar al partido de modo que aun ellos lo entendían. No hay tal consigna para los escritores importantes en los Estados Unidos.

¿Qué tiene que ver la influencia de la cultura popular con los formidables escritores de la posguerra, de tan enorme variedad como Saul Bellow, Ralph Ellison, William Styron, Don DeLillo, E.L. Doctorow, James Baldwin, Wallace Stegner, Thomas Pynchon, Robert Penn Warren, John Updike, John Cheever, Bernard Malamud, Robert Stone, Evan Connell, Louis Auchincloss, Walker Percy, Cormac McCarthy, Russell Banks, William Kennedy, John Barth, Louis Begley, William Gaddis, Norman Rush, John Edgar Wideman, David Plante, Richard Ford, William Gass, Joseph Heller, Raymond Carver, Edmund White, Oscar Hijuelos, Peter Matthiessen, Paul Theroux, John Irving, Norman Mailer, Reynolds Price, James Salter, Denis Johnson, JF Powers, Paul Auster, William Vollmann, Richard Stern, Alison Lurie, Flannery O'Connor, Paula Fox, Marilynne Robinson, Joyce Carol Oates, Joan Didion, Hortense Calisher, Jane Smiley, Anne Tyler, Jamaica Kincaid, Cynthia Ozick, Ann Beattie, Grace Paley, Lorrie Moore, Mary Gordon, Louise Erdrich, Toni Morrison, Eudora Welty (y de ninguna manera he agotado la lista) o con otros más jóvenes, y maravillosamente talentosos, como Michael Chabon, Junot Díaz, Nicole Krauss, Maile Meloy, Jonathan Lethem, Nathan Englander, Claire Messud, Jeffrey Eugenides, Jonathan Franzen, Jonathan Safran Foer (por nombrar solo unos pocos)?

Se le han otorgado casi todos los premios literarios, excepto uno. Y no es ningún secreto que su nombre siempre se menciona cuando se habla del Premio Nobel de Literatura. ¿Qué siente al ser un eterno candidato? ¿Le molesta o se ríe al respecto? 

A veces me pregunto si a El lamento de Portnoy lo hubiera llamado El orgasmo sometido a un capitalismo rapaz, con ello hubiera ganado el favor de la Academia Sueca.

En el libro de Claudia Roth Pierpont Roth Unbound, hay un capítulo interesante sobre su trabajo clandestino con escritores perseguidos en Checoslovaquia durante la Guerra Fría. Si fuera un joven autor  —un Philip Roth que nació en, digamos, 1983 y pudiera participar en los conflictos mundiales de 2014, ¿cuál escogería? 

No sé cómo responder a eso. Por mi parte, no fui a Praga con una misión. Yo no estaba buscando "atrapar" un foco de problemas. Estaba de vacaciones y había ido a Praga en busca de Kafka. 

Pero a la mañana después de mi llegada, se me ocurrió pasar por mi casa editorial para presentarme. Me llevaron a una sala de conferencias para compartir una copa de slivovitz con la redacción. Luego, alguien me invitó a almorzar. En el restaurante, donde su jefe comía con frecuencia, me dijo en voz baja que todas las personas en esa sala de conferencias eran "esquiroles", empezando por el titular, quienes habían sido contratados para sustituir a los editores que, cuatro años antes, habían sido despedidos a causa de su apoyo a las reformas de la Primavera de Praga. Le pregunté acerca de mis traductores, una pareja, y esa noche los vi. Ellos también estaban impedidos para trabajar, por las mismas razones, y estaban viviendo en desgracia política. 

Cuando volví a casa, me encontré en Nueva York a un pequeño grupo de intelectuales checos que habían huido de Praga, cuando los tanques rusos rodaron para sofocar la Primavera. Cuando regresé al país ocupado por la Unión Soviética, ya no estaba de vacaciones. Yo llevaba conmigo una larga lista de personas para entrevistar, los miembros más amenazados en una nación esclavizada, los escritores proscritos para quienes el sadismo, no el socialismo, era la religión del Estado. El resto se desarrolló a partir de eso. 

Sí, el carácter es el destino y, sin embargo, todo es casualidad. 

Si tuviera que entrevistarse a usted mismo en este momento de su vida debe haber una pregunta que no le han hecho y es obvia e importante, pero ignorada por los periodistas. ¿Cuál sería? 

Contra toda lógica que parezca, cuando me preguntan acerca de una cuestión ignorada por los periodistas, inmediatamente pienso en un hecho que cualquiera de ellos parece que no puede pasar por alto. Es algo como esto: "¿Todavía cree que tal y tal cosa? ¿Aún piensa que fulano de tal?“. Para luego citar algo no dicho por mí, sino por un personaje de uno de mis libros. Si no le importa, ¿puedo aprovechar la ocasión de su última pregunta para decir lo que es probable que ya esté claro a los lectores de las páginas literarias de Svenska Dagbladet

El que busca el pensamiento del escritor en las palabras y los pensamientos de sus personajes está mirando en la dirección equivocada. La búsqueda de "pensamientos" de un escritor viola la riqueza de la mezcla, que es el sello distintivo de la novela. La idea de que el novelista que más importa es el pensamiento que él inventa. 

La personalidad del novelista no radica en los comentarios de sus personajes o incluso en su introspección, sino en la difícil situación que lesha creado, en la yuxtaposición de esos personajes y en las ramificaciones reales del conjunto como su densidad, su sustancialidad, y su existencia, actualizada en todos sus detalles; eso es en realidad su pensamiento metabolizado. 

El pensamiento del escritor radica en la elección de un aspecto de la realidad no examinada previamente en la forma en que él la lleva a cabo. La idea de que el escritor está incrustado en todas partes en el curso de la novela. La idea de que se calcula de forma invisible en un patrón elaborado  en la constelación de reciente aparición de las cosas imaginarias  que es la arquitectura del libro: lo que Aristóteles llamaba simplemente "la disposición de las partes", la "cuestión de tamaño y el orden". La idea de que la novela se materializa en el enfoque moral de la misma. La herramienta con la que el novelista piensa es la escrupulosidad de su estilo. Aquí, en todo esto, se encuentra todo lo que la magnitud de su pensamiento puede tener. 

La novela, entonces, es en sí misma su mundo mental. Un novelista no es un pequeño eslabón en la gran rueda del pensamiento humano. Él es un pequeño engranaje en la gran rueda de la literatura imaginativa.