Desde que
tengo uso de razón —y de imaginación— me ha gustado leer revistas culturales.
En mis ratos de ocio, como cualquiera que se dedique a una profesión distinta
al estudio y difusión de las letras, dedico una parte de éste a procurar
ponerme al corriente en el debate de las ideas. En particular, disfruto buscar
recomendaciones sobre novedades literarias, ya que ante tanta oferta que hoy
existe, resulta temerario lanzarse al vacío, con mi precaria formación
en la materia y sin cierta asesoría, en la búsqueda de buenos textos.
Dentro de
ese vasto universo he seguido con interés a la revista Letras Libres,
que en enero de 2014 cumple quince años de existencia. El objetivo de la misma,
como bien lo apunta su dueño, a partir de una deuda, es conquistar la herencia
que dejó Vuelta, la publicación de
Octavio Paz. Hasta hoy, tal meta puede considerarse incumplida: no hay
ningún número o siquiera algún texto en estos tres lustros que sea digno de
recordarse, no por su calidad —que no pongo en tela de juicio— sino por
haber alimentado el debate público, dilucidado la verdad
objetiva o, cuando menos, generado las polémicas que en su
momento causó la dirigida por el Nobel.
Estas
sospechas se confirman de manera contundente en el número de aniversario, en
donde se hace apología —y sensata crítica— a Por una democracia sin
adjetivos, artículo de Enrique Krauze publicado originalmente en Vuelta. Llama mi atención que en su
prólogo Tender puentes, éste se limita a alardear la lista alfabética de
los autores que han colaborado, de diversas estaturas y relieves; sin embargo
no recuerda un solo artículo que haya marcado la agenda que su impreso pretende generar.
Para
celebrar y resaltar su vocación crítica, incurre en obviedades como generar un
falso debate cultural entre Christopher Domínguez Michael y Jorge Téllez, con
calificativos incluidos. Dentro de tanto, me pregunto ¿qué opinaría Octavio Paz
de que su pretendida sucesora comparta, una y otra vez, colaboradores con
Héctor Aguilar Camín y Nexos? ¿Será real o involuntario el raspón que da
Domínguez Michael a la creciente fascinación de esa revista por las redes
sociales, cuando apunta con evidente sarcasmo que "dicen que en Twitter
es distinto y allí menudea el aforismo y la brevedad poética. Prometo
buscarlos algún día"?
Otro
aspecto a resaltar es que, en los últimos doce meses, he percibido que Letras Libres ha perdido rumbo y
organización, quizá por tomar demasiado en serio el consejo que Alfonso
Reyes le dio a Paz, según refiere Alberto Ruy Sánchez "recuerde sobre todo
que usted es escritor. Por eso el trabajo administrativo, rapidito y mal".
Más grave que su deficiente servicio de distribución —culpable de la
cancelación de mi suscripción— encuentro la poca responsabilidad del editor al
comisionar críticas, y sobre todo después del pobre número de agosto de 2013, Lecturas
de nuestro tiempo, a un novel escritor que,
por su limitada experiencia no puede calificarse como tal, o
por lo menos acometer sin argumentos sólidos un texto de un autor tan
reconocido.
Así, en el número de noviembre de 2013, aparece Amor en la guerra, una reseñita escrita por Emiliano Monge, sobre la novela "14", de Jean Echenoz. Para él, a pesar de que el autor "...Mantiene su inconfundible estilo lacónico y preciso y construye la historia con los mismos elementos con los que ha construido todas sus historias: el instante que lo cambia todo, la desaparición, la mudanza geográfica, los avatares identitarios, el triunfo de lo inesperado y esa extraña suerte de resignación que se hinca ante todo salvo ante sí misma", éste "...no consigue que esta retahíla de virtudes se conviertan en acierto." Debo aclarar que no cuestiono sus gustos literarios, sin embargo considero que una crítica debe ser más objetiva y sustentada, y no contener perlas como esta: "...El lector se ve obligado a enfrentarse a demasiadas páginas fallidas", cuando nos encontramos con un libro de tan solo 104 páginas. Pobres de nosotros, huyan de esto, parece advertirnos Monge, y solo nos queda, si en él confiamos, reconocerle su labor al alejarnos de un pésimo texto.
Así, en el número de noviembre de 2013, aparece Amor en la guerra, una reseñita escrita por Emiliano Monge, sobre la novela "14", de Jean Echenoz. Para él, a pesar de que el autor "...Mantiene su inconfundible estilo lacónico y preciso y construye la historia con los mismos elementos con los que ha construido todas sus historias: el instante que lo cambia todo, la desaparición, la mudanza geográfica, los avatares identitarios, el triunfo de lo inesperado y esa extraña suerte de resignación que se hinca ante todo salvo ante sí misma", éste "...no consigue que esta retahíla de virtudes se conviertan en acierto." Debo aclarar que no cuestiono sus gustos literarios, sin embargo considero que una crítica debe ser más objetiva y sustentada, y no contener perlas como esta: "...El lector se ve obligado a enfrentarse a demasiadas páginas fallidas", cuando nos encontramos con un libro de tan solo 104 páginas. Pobres de nosotros, huyan de esto, parece advertirnos Monge, y solo nos queda, si en él confiamos, reconocerle su labor al alejarnos de un pésimo texto.
Adoptando
una postura claramente opuesta a lo que opina Christopher Domínguez sobre el
adecuado quehacer del crítico literario —lentitud de lectura, retardar el
dictamen, añejarlo lo más que se pueda, hasta el punto que se lo permita su
necesidad de vivir de lo que escribe u opina— Letras Libres decide publicar una crítica apresurada y con sesgo.
Menuda contradicción.
En
contraste con las opiniones antes vertidas, diversas publicaciones y blogs
culturales, como Babelia y el de José Luis Ibánez, ubican al último libro del
francés entre lo mejor del año, y personajes prominentes han mostrado
una postura favorable. Iván Thays nos dice que "...es una de
las más importantes de este reentré literario español (…). Echenoz es
uno de los pocos autores que jamás defraudan". Por su parte, Enrique
Vila Matas encuentra que la novela
"Contiene una breve pero densa meditación sobre el destino de las
generaciones. Si otros novelistas necesitan centenares de páginas para
contarnos cómo se destruye el mundo, a Echenoz le han bastado 15 breves
capítulos para dejarnos dolorosamente alucinados ante la gran carnicería del
14".
A esta voz se suman otras que le califican de "fulgurante, precisa, grave” (Nathalie Crom para Telegrama); de una “prosa elegante y sobria.” (El Imparcial); que "En 14 la guerra destruye lo que el libro cose. En ese sentido, el ejercicio de estilo es, como la muerte, un acto del corazón". (Libération); o, de acuerdo a Peio H. Riaño, "A Echenoz no le interesan los movimientos tácticos, ni los grandes generales, ni vivir la experiencia, él es un especialista en resucitar muertos para que vuelvan a contarnos sus calamidades" (El Confidencial).
Que Letras Libres se aventure a publicar una opinión contraria sin razones de peso no es audacia y transgresión, sino mera irresponsabilidad. Mucho me temo, por lo menos en este caso, que esto se ajusta a la perfección con el panorama que describe Fernando Escalante:
"Cientos de miles de títulos cada año, grandes premios, elogios desorbitados, un nuevo Thomas Mann, un nuevo Cervantes cada tres meses, contratos millonarios, tirajes de muchos ceros —y es difícil encontrar nada que valga la pena. No en las mesas de novedades, por lo menos. Imposible orientarse en el conjunto: ¿qué pasa, qué ha pasado? ¿De dónde viene esto? (...) Se ha roto la confianza que había en la crítica de libros. Hasta hace poco, algunos años, los periódicos serios tenían un suplemento de libros que había que leer, y las revistas tenían una sección de crítica. Servían para que uno conociera nuevos autores, para tener una idea de lo que estaba en circulación. Y para apreciar incluso a los más conocidos. Ningún autor, y desde luego ninguno de los que escriben una novela cada año, o cada dos años, tiene una producción homogénea —la crítica sirve, o servía, para decir eso, y explicarlo. Ya no. Salvo un par de excepciones, la crítica ha desaparecido. Los suplementos que sobreviven son folletos publicitarios, sin ningún interés".
A esta voz se suman otras que le califican de "fulgurante, precisa, grave” (Nathalie Crom para Telegrama); de una “prosa elegante y sobria.” (El Imparcial); que "En 14 la guerra destruye lo que el libro cose. En ese sentido, el ejercicio de estilo es, como la muerte, un acto del corazón". (Libération); o, de acuerdo a Peio H. Riaño, "A Echenoz no le interesan los movimientos tácticos, ni los grandes generales, ni vivir la experiencia, él es un especialista en resucitar muertos para que vuelvan a contarnos sus calamidades" (El Confidencial).
Que Letras Libres se aventure a publicar una opinión contraria sin razones de peso no es audacia y transgresión, sino mera irresponsabilidad. Mucho me temo, por lo menos en este caso, que esto se ajusta a la perfección con el panorama que describe Fernando Escalante:
"Cientos de miles de títulos cada año, grandes premios, elogios desorbitados, un nuevo Thomas Mann, un nuevo Cervantes cada tres meses, contratos millonarios, tirajes de muchos ceros —y es difícil encontrar nada que valga la pena. No en las mesas de novedades, por lo menos. Imposible orientarse en el conjunto: ¿qué pasa, qué ha pasado? ¿De dónde viene esto? (...) Se ha roto la confianza que había en la crítica de libros. Hasta hace poco, algunos años, los periódicos serios tenían un suplemento de libros que había que leer, y las revistas tenían una sección de crítica. Servían para que uno conociera nuevos autores, para tener una idea de lo que estaba en circulación. Y para apreciar incluso a los más conocidos. Ningún autor, y desde luego ninguno de los que escriben una novela cada año, o cada dos años, tiene una producción homogénea —la crítica sirve, o servía, para decir eso, y explicarlo. Ya no. Salvo un par de excepciones, la crítica ha desaparecido. Los suplementos que sobreviven son folletos publicitarios, sin ningún interés".
Es cierto que la lectura se ha perdido a lo largo del tiempo, ya que ha ido cambiando el modo de leer y los gustos de lectura; por ello el escritor actual ha ido realizando su trabajo para adaptarse a la sociedad y en lo consecuente ya no hay textos literarios buenos como de hace más de 100 años.
ResponderEliminartodo se ha ido adaptando al cambio y por que no empezar desde su redacción, edición lectura y critica.
El objetivo primordial que toda revista temática debiera perseguir a mi parecer es captar la atención de sus lectores mediante la publicación de información actualizada y fundamentada coronada con notas de expertos.
ResponderEliminarPareciera exacto Pareciera exacto el refrán “el que mucho abarca poco aprieta”, con todas las secciones que cuenta la revista y con tanta información que se pretende proporcionar, de manera “rapidita y de buen modo”, por lo que posiblemente se omiten etapas básicas para su buena y responsable publicación.
ResponderEliminarEl problema real, no es el número de textos buenos o malos que se publiquen, la situación es aún más compleja, y la pregunta sería ¿quiénes hacen la crítica literaria en México? Y si realmente los que se dicen llamar críticos tienen esa capacidad de clasificar un artículo publicado en una revista de acuerdo a su pensamiento lógico, experiencia, carrera y formación, porque recordemos que después de todo las críticas son meramente subjetivas.
ResponderEliminarConsidero muy cierto el hecho de que la critica a desaparecido y pienso que es responsabilidad de los autores, editores y de nosotros como lectores procurar que la calidad de la literatura no decaiga, por que una cosa es que evolucione en el tiempo y otra muy diferente que se vaya deformando.
ResponderEliminarEl problema real, no es el número de textos buenos o malos que se publiquen, la situación es aún más compleja, y la pregunta sería ¿quiénes hacen la crítica literaria en México? Y si realmente los que se dicen llamar críticos tienen esa capacidad de clasificar un artículo publicado en una revista de acuerdo a su pensamiento lógico, experiencia, carrera y formación, porque recordemos que después de todo las críticas son meramente subjetivas.
ResponderEliminarEn mi opinión concuerdo con la idea de que se ha perdido el habito de la lectura, de una verdadera lectura con contenido, y de la misma manera la habilidad de hacer una crítica a ésta. Considero que hay que fomentar este hábito para no perder nuestra capacidad de crear y aportar algo a los demás.
ResponderEliminar"La cantidad no siempre es calidad". Sin ambargo, cada revista se distingue por el tipo de lector al que atrae y la crítica siempre estará presente.
ResponderEliminarEn la actualidad es muy dificil encontrar un buen texto para leer, ya que las personas en la actualidad estan interesadas en cosas vanales, mas que en realmente tener una buena cultura, por lo que los escritores han decaido en sus textos literarios, ya que los escritores tiene que adaptarse a la sociedad.
ResponderEliminarDefinitivamente en la actualidad existe una amplia gama de contenidos literarios, sin embargo, y aunque cantidad no es sinónimo de calidad, opino que el autor es muy contundente al catalogar a todos ellos como carentes de calidad literaria, si bien es cierto la sociedad cambia y ello significa que la literatura deberá hacerlo al mismo ritmo que ésta, debiendo cambiar con ello no sólo la forma de edición e impresión sino también el contenido de la misma.
ResponderEliminarEs importante tener en consideración que la lectura evoluciona el mismo ritmo que la sociedad, a diferencia de la opinión del autor, creo que la lectura continúa siendo motivo de debate, es cierto que actualmente se tiran en mayor número ejemplares de cualquiero libro, pero eso no significa que todos los libros sean de poca calidad literaria.
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