Toda persona inteligente tiene sus lados y momentos tontos. A pesar de lo cual, se cree que la inteligencia es una característica general, permanente y medible...
...Se ha señalado, con razón, que las pruebas de inteligencia están condicionadas por el fraseo, el sistema educativo y el contexto cultural. Para superar estas limitaciones, se han inventado pruebas no verbales, como el test de los dominós de Edgar Ansley. Se muestra, por ejemplo, la secuencia de las fichas 3/1, 3/2, 3/3, 3/4, y se pregunta cuál sigue. La respuesta correcta es 3/5. Hay 48 secuencias de este tipo (no tan sencillas). Si el test se aplica a una muestra representativa de la población, se pueden construir tablas con el porcentaje que respondió correctamente las 48 secuencias (casi nadie), o solo 47, o solo 46, etcétera. Si alguien responde bien 37 (que es alto), está por encima del x% de la población.
¿Quiere esto decir que es más inteligente? Por supuesto que no. Quiere decir que supera al x% de esa población en el test de los dominós. En las empresas que aplican esta prueba a todo su personal, no faltan los que sacan buenas calificaciones y resultan incompetentes, ni los competentes que salen mal calificados. No debería extrañar. Las dificultades que plantea un test no son, ni pueden ser, una muestra representativa de los problemas reales que deben ser resueltos con inteligencia en el trabajo...
...Superar todas las marcas en la carrera de cien metros planos no asegura superarlas en los cien de nado libre, en el ascenso al Everest o en un maratón. Menos aún superarlas en las infinitas situaciones de la vida que deben enfrentarse con inteligencia. Que precisamente ese día tal persona haya superado a todas las demás que hayan competido en la carrera de cien metros solo quiere decir eso: que precisamente ese día tal persona, etcétera.
Hay una literatura técnica muy amplia (y un debate interminable) sobre estas cuestiones. El problema de fondo es que las mediciones se acumulan desde hace más de un siglo, y no se sabe qué miden. Los aciertos en un test, las estadísticas deportivas y el número de amigos en Facebook son algo objetivo, documentable, medible y comparable. Pero ¿qué miden?
Howard Gardner (Frames of mind: The theory of multiples intelligences) criticó la idea de una inteligencia general y señaló que las pruebas se concentran en la inteligencia lógica, como si fuera la única; ignorando, por ejemplo, la inteligencia musical. El escaneo del cerebro ha mostrado que no se activan las mismas regiones cuando se escucha música o se juega ajedrez. Aunque el cerebro es sumamente plástico en sus funciones, tiende a distribuirlas por regiones especializadas.
Curiosamente, Gardner parece tener preocupaciones galtonianas. Dedicó un libro al estudio de una generación genial (Creating minds: An anatomy of creativity as seen through the lives of Freud, Einstein, Picasso, Stravinsky, Eliot, Graham and Gandhi). Deliberadamente, escogió personas con distintos tipos de inteligencia (corporal en el caso de Martha Graham, visual en Pablo Picasso, verbal en T. S. Eliot). Le dio importancia a la historia intelectual de los problemas en cada disciplina cuando llega el genio creador que replantea la situación. Tomó en cuenta las circunstancias biográficas y sociales, el azar, la presencia de un mentor, las rivalidades, la voluntad de imponerse. Todo lo cual parece significativo, pero no explica de dónde sale el genio.
Daniel Goleman escribió un libro sobre la Inteligencia emocional que la volvió respetable por el mero hecho de tratarla así (como inteligencia). Se suponía que las emociones son irracionales. En realidad, son cognitivas, como señaló Max Scheler en 1916 (Amor y conocimiento). Y son educables como cualquier otra forma de inteligencia. Goleman señaló un antecedente remoto en Aristóteles: “Los que no se irritan en las cosas que deben, parecen ser estúpidos; así como los que no se enojan como deben, ni cuando deben, ni con quien deben” (Ética nicomaquea, IV, 5, versión de Antonio Gómez Robledo).
Se ha supuesto que la inteligencia está en el cerebro, en la glándula pineal, en los genes. Por un prejuicio desdeñoso, se ha ignorado la inteligencia de las manos y del paladar. Se han considerado superadas las nociones antiguas de que la inteligencia está en el corazón, el estómago, el hígado, el bazo, las entrañas. Pero tan diversas localizaciones antiguas y modernas tienen algo en común: suponen que la inteligencia está adentro, como algo residente en la persona.
Una tradición distinta supone que la inteligencia está afuera: que llega a la persona como inspiración. Abundan los testimonios de novelistas y dramaturgos que reconocen la iniciativa de un personaje que se impone al autor. Abundan los inventos o descubrimientos que el azar pone ante los ojos del investigador que sepa verlos. Abundan los pensamientos que se producen solos cuando se iba a decir o escribir otra cosa. Abundan las soluciones geniales de personas comunes y corrientes.
Cuentan que a Bernard Shaw le preguntaron si creía que el Espíritu Santo había escrito la Biblia, y respondió: “no nada más la Biblia, todos los libros”. Esto sube todos los libros al nivel de la inspiración divina o reduce la Biblia al nivel de cualquier libro, según como se vea. Pero afirma la inteligencia como algo externo que se presenta al autor.
No hay que olvidar que uno de los significados de la palabra inteligencia (como en la frase estar en la inteligencia) localiza la inteligencia en un lugar externo a todos los participantes en ese entendimiento. Esta acepción de la palabra intelligentia apareció en el latín medieval, según Le Robert Dictionnaire Historique de la Langue Française, y pasó a otras lenguas.
La inteligencia es externa, circunstancial, depende del acomodo de las distintas partes que se encuentran, y por eso varía según las circunstancias. Está en la zona de un encuentro feliz (o infeliz) con la realidad que se presenta (como invitación, como problema o como simple realidad) a solas o en diálogo. Está en ninguna parte (en el aire, digamos), aunque puede objetivarse en soluciones: un poema, un teorema, una ley, una operación quirúrgica, la construcción de una presa o la filmación de una película. Las soluciones inteligentes (o no) permanecen como algo que sigue ahí, físicamente, y que puede evaluarse. Su inteligencia es objetiva, externa a las personas que produjeron la solución. Cuando estas se sienten rebasadas por la solución que descubren son realistas. El grado de inteligencia no es una propiedad de las personas, sino de las soluciones.
Naturalmente, si algunas o muchas soluciones producidas por alguien son inteligentes, cabe decir que es una persona inteligente; o más exactamente: que ha estado inspirada. Pero nada garantiza la inspiración. La próxima solución puede ser tonta.
La inteligencia de un ser humano no esta determinada por cuanto sabe sino en como aplica sus conocimiento spara ser feliz el y hacer felices a los que ama
ResponderEliminarLa inteligencia se da en medida de como nos vamos preparando, esforzando ya que es un trabajo que con el tiempo se va puliendo.
ResponderEliminarClaro esta que la inteligencia se manifiesta en la manera en que se aplican lo conocimientos que uno tiene. De nada sirve saber mucho si no lo sabe aplicar.
ResponderEliminarLa inteligencia se mide del modo en que uno la aplica en el rumbo de su vida, en todos sus aspectos.
En lo personal creo que la inteligencia es la capacidad de aplicar lo aprendido a la vida diría
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