4/6/11

"Porque dentro del libro siempre saludo al extraño que conozco tan bien". Cristina Rivera Garza


Porque nos volvemos sociales en el lenguaje. Mi yo de ti. Tu tú mío de mí. Nuestro ustedes de ellos.

Porque la escritura, por ser escritura, invita a considerar la posibilidad de que el mundo puede ser, de hecho, distinto.

Porque el mecanismo secreto del texto es la imaginación.

Porque aquí se extiende una manta donde claramente se lee “el lugar de la escritura es también allá afuera, justo frente a tus ojos, en el espacio público de tus pasos y de la imaginación”.

Porque la imaginación es otro nombre de la crítica y, éste, el otro nombre de la subversión.

Porque el que escribe no se adaptará jamás.

Porque acaso el ser de la escritura no consista más que en dar la cara y, de ser necesario, en ofrecer la otra mejilla. La poesía no se impone, decía Paul Celan, se expone. Pero esas son cosas menores. Porque encarar, es, sobre todo, encarar a la muerte. Colocarse en pos de lo desconocido o, lo que es lo mismo, lo oscuro. En esa actitud ética y estética de la exposición que abre y, al abrir, vulnera, ahí donde surge con singular apremio la certeza de que la muerte, independientemente de su circunstancia, es una violencia, ahí, en ese camino, tanto el rostro como la poesía van solos. Están solos. Por eso también.

Porque la memoria.

Porque la escritura nos enseña que no hay nada “natural”. Las cosas están más cerca de lo que parecen, eso dice también la escritura.

Porque a través de ese artefacto rectangular que es el libro nos comunicamos con nuestros muertos. Y todos los muertos son nuestros muertos.

Porque el contorno de la página es también el límite de lo real.

Porque aquí hay una manta donde se lee “diles que no me maten”.

Porque pertenecer es algo que hago a través de ti, oración.

Porque hay un abismo al final de cada línea por la que vale la pena despeñarse. O lanzarse. O desaparecer.

Porque mira cómo se arranca de sí el verbo arrancar.

Porque también es lo que escribiríamos en caso de que escribiéramos.

Porque, en su quehacer de palabra, cada palabra cuestiona las costumbres de nuestra percepción.

Porque una línea es una imprecación o un rezo.

Porque el terror se detiene ahí donde se detiene, inscrita, la palabra terror.

Porque hay voces que vienen de lejos, de abajo, de más allá.

Porque utilizar el lenguaje o dejarse utilizar por él, eso es una práctica cotidiana de la política. Trastocar los límites de lo inteligible o de lo real, que eso y no otra cosa es lo que se hace al escribir, es hacer política. Independientemente del tema que trate o de la anécdota que cuente o del reto estilístico que se proponga, el texto es un ejercicio concreto de la política. Mi mano, sobre todo la izquierda aunque también la derecha, es pura política. Pues eso.

Porque dentro del libro siempre saludo al extraño que conozco tan bien.

Porque todo empieza, en efecto, con un signo.

Porque un párrafo es un deporte extremo.

Porque el lenguaje es una forma del No que siempre nos lleva a otra parte; sobre todo a esa otra parte impensada de nosotros mismos.

Porque es solo a través de la escritura que se funda el aquí. Porque el ahora.

Porque en el rectángulo de la página me alimento y sueño y me zambullo y muero. Porque ahí, también, renazco. Renacemos.

Porque la palabra esquirla, la palabra soldado, la palabra impunidad.

Porque esto es una forma, la más definitiva, del plural.

Porque aquí hay una manta donde está la historia de la mujer que elabora flores de papel para llevarlas al cementerio cada fin de mes, esperando a la justicia, conminando a la justicia.

Porque ante las preguntas: ¿vale la pena levantarme en la mañana temprano sólo para seguir escribiendo? ¿Puede la escritura, de hecho, algo contra el miedo o el terror? ¿Desde cuándo una página ha detenido una bala? ¿Ha utilizado alguien un libro como escudo sobre el pecho, justo sobre el corazón? ¿Hay una zona protegida, de alguna manera invencible, alrededor de un texto? ¿Es posible, por no decir si deseable, empuñar o blandir o alzar una palabra? Mi respuesta sigue siendo Sí.

Porque “sí” es una palabra diminuta y sagrada y salvaje al mismo tiempo.

Porque, francamente, no sé hacer otra cosa.

Porque aquí hay una manta donde se lee “somos un país en duelo”.

Porque qué. Y porque sí. Y pues estos.

Porque yo no olvido. Porque no olvidaré. Porque no olvidaremos.

1 comentario:

  1. La práctica desmedida e irracional del lenguaje, nos obliga a ser mas exigentes en el sentido de la narrativa , seguir escribiendo es un empleo mas que difícil,esperanzador para el lenguaje que tanto ha ido transformándose.

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