30/6/11

"Por lo general, tiene uno que relacionarse con gente superficial e ignorante". Konstantino P. Kavafis


Ya sé que para tener éxito en la vida y para inspirar respeto hace falta seriedad. Y, sin embargo, me resulta difícil ser serio y no aprecio la seriedad.

Me explicaré mejor. De las cosas serias me gusta solo la seriedad; o sea, media hora, o una hora, o dos o tres horas de seriedad al día. A menudo, ciertamente incluso casi un día entero de seriedad. 

Por otra parte me gustan las bromas, los chistes, la ironía, los juegos de palabras y hacer tonterías.

Pero eso no puede ser.

Dificulta el trabajo.

Porque, por lo general, tiene uno que relacionarse con gente superficial e ignorante. Y estos siempre están serios. Jetas brutalmente serias; cómo van a bromear si no entienden. Sus jetas tan serias son un reflejo. Todas las cosas son problemas y dificultades para su analfabetismo y su estupidez, por eso, igual que las vacas y las ovejas (los animales tienen una  expresión seria), tienen la seriedad impregnada en sus rasgos. Por lo general, la persona ingeniosa es despreciada, a la postre no se le tiene realmente en cuenta, ¡no inspira mucha confianza! Por eso me preocupo por presentar ante los demás un aspecto serio.  Me he dado cuenta de que me facilitaba en gran medida mis asuntos. Interiormente me río y me divierto mucho. 

28/6/11

"Memoria calcinada mojada de arenas". Miguel Ángel Muñoz

Espejo,
espacio,
silueta de imágenes transparentes,
memoria calcinada
mojada de arenas.

Palabra que encierra paisajes,
esconde metáforas incógnitas;
cuerpo inmaterial que
sangra el umbral del lenguaje.

Árbol de voces,
ahora en este instante,
en este espacio séptuble de imágenes,
en el centro de la memoria,
del otro lado de la muerte,
de todo lo visible.

26/6/11

¿Y dónde quedó la amistad?


Cierra tus ojos y piensa en mí. 
Pronto estaré ahí para iluminar incluso tu noche más oscura.

Carole King

Día a día confirmo lo complicado de las relaciones personales. En esencia, los seres humanos tenemos tantos elementos biológicos, psicológicos, sociológicos, históricos y teleológicos comunes, que supondrían la simpleza de la vinculación. Sin embargo, la realidad es distinta, ya que la vida está marcada por eternos encuentros y desencuentros.

Esta complejidad es inevitable, dada nuestra innata sociabilidad. Los anacoretas son vistos como bichos raros en un planeta cada vez más globalizado e interdependiente. En ese tenor, la adaptabilidad a un mundo en constante cambio es indispensable: no hay más que entenderlo y asimilarlo de la mejor manera posible.

En la hipermodernidad descrita, se ha generalizado el llamar “amigo” a todo el que conocemos, cuando puede que, quien antes merecía tener ese título, aún no haya llegado a nosotros. Luego, tienen esa categoría condiscípulos, seguidores en las redes sociales, compañeros de trabajo, gente del gimnasio, del círculo de lectura o de la taberna. Hoy es muy fácil tener un millón de amigos.

Empero, muchas de esas relaciones están marcadas por la transitoriedad, los intereses, el egoísmo y la oportunidad. No pregono que se eviten, al contrario, son necesarias, ya que pueden darnos alegría y enseñanza; esa interacción, bien entendida, forma parte de lo que contribuye a nuestra perenne búsqueda de la felicidad. Así es el amigo de estos tiempos, hay que comprender, aceptar y adaptarse de buena manera. 

Confieso que definía a la amistad a la manera de Aristóteles, es decir, como "un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas". El saber contar, el dar sin esperar,  el aceptar lo que somos, el congratularse de éxitos y compartir fracasos, eran sus lugares reservados; hoy, todo eso se ha difuminado.

Así, muy pocos pueden jactarse de tener a su lado a una persona así, de las de antes, y digo solo una, ya que dos sería excepcional. Y dada su rareza, cuando algo así sucede, la mayoría toma el sencillo camino de la suposición, de la sospecha o de la calumnia, dándoles un carácter que no tienen ni lo pretenden alcanzar.

Ahora, ¿cómo llamarle en estos momentos a esas singulares y caducas relaciones? Si tanto los académicos de la lengua, como los poetas, se han anquilosado en hallar el adjetivo adecuado, aventurado sería proponer una palabra que las defina; por eso, mientras no la tengan de una forma concreta, para mí son simplemente relaciones "sin etiquetas”, de naturaleza abstracta, mismas que están plenas de sustancia y tienen mucho más que la amistad de hoy. ¿Cuál es el nombre adecuado para eso? En realidad no importa: dichoso es quien puede construir algo semejante.

En mi vida, mi mejor "sin etiquetas" aconseja, no calla, jamás complace, acompaña, está presente, se preocupa, guía, se confiesa, comparte, escucha, acepta y da lo mejor que tiene. Y lo extraordinario de esta singular relación es su reciprocidad. Me atrevo a decir que no se espera nada porque se sabe que se tiene. 

En este ideal, la edad no importa; el origen y el pasado son secundarios; la experiencia se edifica en conjunto y de momento a momento; nadie sabe qué sucederá mañana: hoy estamos, vivimos y disfrutamos. Es nuestro particular lugar del nunca jamás, donde el tiempo no corre ni la prisa abruma.

Aquí el tiempo de siembra no termina y es continuo. Crecemos y creamos cada instante, y nunca nos dejamos, aunque físicamente no estemos, ya que el pensamiento es buen puerto para hallarnos.

Sé que no todos tendrán la fortuna de construir algo semejante. Se requiere paciencia, entrega, desinterés y, sobre todo, confianza. Si acaso llega, será en el momento preciso. Nuestra existencia está plena de sabias casualidades.

El mundo gira y nos hace avanzar. En esa medida, pienso que cada vez nos sentiremos más solos entre un mar de voces. Por eso, cuidemos a la gente que estimamos como un real tesoro…  ya habrá tiempo de pensar en nuevas etiquetas. 














24/6/11

"Tanto olvido que es molde de lo que pudo ser presentimiento". Daniel Sada

Tiene el hartazgo un desnivel
que apuntala y trastoca
a la necesidad.
Sobre la mesa aparecen
botellas de champagne
vacías y amarteladas.
Tropa propensa a encuadres
que sugieren un denso burbujeo
de sapidez que escancia…
Pródiga muestra obscena
de historias que transitan
y en su desplazamiento
se contraen. Son recuerdos
que atruenan, pero queda
indeleble una desteñidura
renaciente, invasora de un fondo
desolado, aunque críptico aún…
Tanta fecundación y tanta quiebra,
tanto olvido que es molde
de lo que pudo ser presentimiento
o efecto secundario
de un apremio.
Pero la tropa en abandono
induce a inferir lo que falta:
una informe nostalgia
circundante que deviene
en hartazgo.
Chorro que reconstruye
momentos prescindibles,
aquellos que perviven
porque están incompletos
y ahora prefiguran
un desnivel de ambigua
melopea. Vaivenes
de un ayer que se trastoca
y a conveniencia arregla
lo que ya sucumbió.
Sucumbió lo indeciso,
en perspectiva, ya como
un devaneo que habrá
de ennegrecerse
justo al momento
en que desaparezca
la aún fresca tropa exangüe…
¡A la basura un mundo
pasajero!, ese que
en cualquier rato
renacerá y será
¿estallido eventual
o desdibujo cafre?
¿Y entonces ya qué queda?
Hartazgo sobre hartazgo
como derivación
que insinuará
la vía del desnivel,
sin que roce algún límite.
Será la tentación
de adentrarse
en un círculo
de acelerados giros.
Círculo que conduzca
tal vez a un nivel
paradigmático.
Mañana
     Otro comienzo
     Otra tropa
     Otro arbitrio

23/6/11

"¿Quién les dijo a ustedes que eran poetas?". Alejandro Magallanes

Queridos poetas:
quiero ser poeta como ustedes:
quiero percibir la belleza:
quiero entender las palabras:
quiero sentir lo que sienten los poetas.

Y lo más importante:
quiero que me digan:
                   por favor
¿Quién les dijo a ustedes que eran poetas?

22/6/11

"Estas son palabras privadas que te dirijo en público". T. S. Eliot

A quién debo yo el deleite que salta
y aviva mis sentidos cuando despertamos
y el ritmo que gobierna el reposo de nuestro dormir,
        el respirar a unísono

de amantes cuyos cuerpos huelen el uno al otro
que piensan los mismos pensamientos sin necesidad de
                lenguaje
y balbucean el mismo lenguaje sin necesidad de
significado.

Ningún maligno viento invernal congelará
ningún torvo sol tropical marchitará
las rosas de la rosaleda que es nuestra y solo nuestra

pero esta dedicatoria es para que la lean los demás:
estas son palabras privadas que te dirijo en público.

19/6/11

La única manera de hacer el tiempo nuestro


 "La madurez hace al hombre más espectador que autor de vida social"

Gilbert Keith Chesterton

De joven escuchaba o fingía atender las razones y las advertencias de los que me llevaban algunos años de experiencia, sobre el qué y el cómo. Obviamente, en la edad mágica de la rebeldía y de la eterna negación, el caso que hice fue mínimo, por lo que los porrazos y una que otra fractura se presentaron. ¿Pues no de eso se trata la vida, de darnos de golpes una y otra vez?

Al pasar al tiempo, el eterno ciclo se repitió: ahora estoy en el "cuánta razón tenían", es decir, del otro lado de la moneda. El tiempo nos hace más prudentes y, con ello, quizá, exageradamente cautos.

En la pubertad nos atrevemos a todo y, extrañamente, ese todo tiene que ver con volar y correr. No se piensa en los posibles resultados, solo en sumar la experiencia. El saltar más alto es la meta, no importa de qué manera sea, tal vez en globo, paracaídas, parapente, tirolesa, rafting o bungee. Es el tiempo de la emoción pura y el reto por ascender cada vez más.

Al crecer, quizá el entusiasmo no se diluye, pero sí la adrenalina, ese adictivo fluido que nos   impulsa y nos ciega. En esta etapa, sin generalizar, quien se atreve a la aventura extrema es por razones de otra índole, tales como el dar gusto a los hijos, el orgullo frente al “no se atreve” o simplemente por la alegría de recordar. 

La gran diferencia entre los dos escenarios es la manera en que se toma el resultado de tal atrevimiento: en la madurez, ya no hay enojos ni furia y menos la insistencia de hacerlo otra vez; suele haber risas, pues no siempre sale bien. Las reflexiones del "¿por qué lo hice?" y el "en la vida vuelvo a intentar una locura así", se tornan inevitables.

Con el paso del tiempo las responsabilidades con nuestros seres queridos aumentan. Puntualmente, las consecuencias de nuestros actos, buenos o malos, les repercuten. Pero hay otro tema que nos hace vivir la vida con mayor tranquilidad: el miedo a la muerte.

Nunca será la misma visión la de un adolescente que la de un adulto respecto a su condición de mortal. Para el joven es una idea lejana y difusa. Para el hombre maduro es una constante que llena los espacios en blanco de su pensamiento. Sé que no quiero irme de este mundo, amo la vida y lo que soy, pero no puedo negar lo inevitable, que para que la humanidad sobreviva tiene que estar en constante regeneración.

La muerte define a la vida. No se concibe una sin la otra. No hay manera de pontificar resignación o aceptación, empero, no debemos permitir que a su influjo, nuestra existencia se nuble. Hay que saber vivir, para después, saber morir. Muy cierto es que "hay gente que le tiene tanto miedo a la muerte que no aprende a disfrutar de la vida. Hay vivos que están ya muertos".

Siempre aprende uno la lección cuando las cosas ya no tienen remedio. La vida debe vivirse a plenitud en cada una de sus etapas, aquilatando lo bueno que cada una de ellas nos ofrece. Es la única manera de hacer nuestro el tiempo, sin conformarse con la perenne insatisfacción por los momentos idos. Primero se quiere volar muy alto, sin freno, después con ver el cielo es suficiente.

Un bella letra de U2, Where The Streets Have No Name (1987), define mis ideas:

Quiero correr
Quiero esconderme
Quiero derribar las murallas
que me tienen encerrado
Quiero llegar
Y tocar la llama
Donde las calles no tienen nombre.

Quiero sentir la luz del sol sobre mi cara
Ver que la nube de polvo desaparece
sin dejar rastro
Quiero resguardarme de la lluvia venenosa
Donde las calles no tienen nombre

Aún estamos construyendo
Luego consumiendo el amor
Y cuando vaya allí
Yo iré contigo
(Es todo lo que puedo hacer)

La ciudad es un diluvio
Y nuestro amor se oxida
El viento nos golpea y nos derriba
Pisoteados en el polvo
Te mostraré un lugar
En lo alto de una llanura desierta
Donde las calles no tienen nombre






16/6/11

Los años maravillosos

La televisión abierta es el medio de difusión que menos me atrae. Es inverosímil que la cantidad de ofertas aumenten, la audiencia sea cada vez mayor y que estos incrementos corran inversamente proporcionales a la calidad de los contenidos que se ofrecen: por lo menos, al nivel del tipo de programas que me hacían comprar el TVGuía para informarme de la programación, añorar toda la semana el capítulo de mi serie favorita y estar puntual en mi querida Phillips de antena de conejo.

Dentro de estos programas, ocupa un lugar especial en mi memoria Los Años Maravillosos (The Wonder Years), uno de los pocos éxitos de la competidora de Televisa, el cual tuvo tal repercusión que lo repitieron infinidad de veces. Aun así, solo duró un instante para quienes nos gustaba verla capítulo a capítulo, resultando un total de seis temporadas al aire en Estados Unidos, de 1988 a 1993, con 115 episodios. En México se transmitió con un doblaje al español bastante bueno, que aún es recordado por quienes la seguíamos.

Los Años Maravillosos narra las transformaciones sociales y acontecimientos históricos de los años sesenta y principios de los setenta, vistos a través del personaje principal, Kevin Arnold, quien también afrontaba conflictos propios de un adolescente junto a sus mejores amigos Paul
Pfeiffer y Winnie Cooper; esta última, su primer amor. El programa, además, nos mostraba un mundo en cambio sorprendente, donde todo se cuestionó, incluso la autoridad de los padres, los maestros y el gobierno: eren tiempos en que los viejos valores y dogmas caían por su propio peso.

Joe Cocker y su gran versión de With a little help to my friends nos abría las puertas a la sensacional atmósfera y trama de un mundo lleno de emotivos y nostálgicos sucesos en torno a lo que vivía la familia Arnold. Como un ingrediente adicional, mientras la narración se desarrollaba, en flash back era comentada por un Kevin adulto, quien describía los hechos desde la óptica de sus recuerdos. 

Pienso que su enorme influencia se debió a que, además de transportarnos a una época fascinante, los años maravillosos de Kevin son nuestros propios años. Todos tuvimos una primera novia y un primer beso, varios buenos amigos con los que recorrimos algunas aventuras y una familia que dejamos en el pasado.

La música en la serie tuvo un papel primordial, pues definía el momento: esa canciones son verdaderos clásicos. The Beatles, The Byrds, James Taylor, The Temptations, Jerry "Lee" Lewis, The Beach Boys, The Turtles, Joni Mitchell, The Doors y muchos más grandes artistas, crearon el mejor soundtrack para una serie que jamás haya existido. Hoy, desafortunadamente, los altos costos de los derechos de autor han impedido que la serie siquiera se edite en DVD. Así, en Amazon ocupa el primer lugar de su "wish list" (cosas que la gente espera).

La única manera de verla en estos días es a través del mercado informal. Por esa situación soy un pirata confeso, ya que no pude resistir el deseo de adquirirla, empezar a verla un viernes en la tarde y concluir un domingo en la noche agotado, pero muy conmovido, con la misma sensación de la primera vez. 

La frase final del Kevin adulto es digna de citarse:

"Crecer sucede en un latido. Un día estás en pañales, y al día siguiente te vas, pero los recuerdos de la niñez permanecen contigo todo el camino. Recuerdo un lugar, un suburbio, una casa, una casa como muchas casas, un patio como muchos otros patios, y una calle como muchas otras calles. Pero lo curioso es que, después de todos estos años, aún lo recuerdo, maravillado".

“No quiero morir en un idioma que no puedo entender”. Alberto Manguel


Me abro paso entre la muchedumbre en la calle Florida, entro en la flamante Galería de Este, salgo por el otro lado, cruzo la calle Maipú y, apoyándome contra la fachada de mármol rojo que lleva el número 994, presiono el botón que indica 6° piso B. Entro en el fresco vestíbulo del edificio y subo seis pisos por escalera. Toco el timbre y abre la empleada pero, casi antes de que ella pueda invitarme a pasar, Borges asoma por detrás de una pesada cortina, manteniéndose de lo más erguido. Lleva un traje gris abotonado, una camisa blanca y una corbata apenas torcida, a rayas amarillas. Arrastra un poco los pies mientras se acerca. Ciego desde antes de la sesentona, se mueve de un modo vacilante, incluso un espacio que conoce tan bien como éste. Tiende su mano derecha y me da la bienvenida con un apretón distraído, deshuesado. Ya no hay más formalidades. Me da la espalda, lo sigo hasta el salón de estar y, una vez allí, se sienta erecto en el diván de cara a la entrada. Tomo asiento en el sillón a su derecha y él pregunta (pero casi siempre sus preguntas resultan retóricas): “Bueno, ¿y si leemos a Kipling esta noche?”...

...La última vez que le leí fue en 1968; su elección de esa noche fue el cuento de Henry James The Jolly Corner. La última vez que lo vi fue años más tarde, en 1985, en el sótano que hacía de comedor en L´Hôtel de París. Habló con amargura sobre la Argentina y dijo que aun cuando alguien dice que un lugar es el suyo y sostiene que vive allí, en verdad se está refiriendo no al lugar sino a un grupo de pocos amigos cuya compañía lo define como propio. Luego habló de las ciudades que consideraba suyas Ginebra, Montevideo, Nara, Austin, Buenos Aires y se preguntó (hay un poema en el que habla de esto) en cuál de ellas habría de morir. Descartó Nara, en Japón, donde había “soñado con una terrible imagen de Buda, a quien no vi sino toqué”. “No quiero morir en un idioma que no puedo entender”, dijo. No concebía por qué Unamuno había dicho que anhelaba la inmortalidad. “Alguien que desea ser inmortal debe estar loco, ¿eh?”.

La inmortalidad, para Borges, residía en las obras, en los sueños de su universo, y por eso no se sentía la necesidad de una existencia eterna: 

"El número de temas, de palabras, de textos es limitado. Por lo que tanto nada se pierde para siempre. Si un libro llega a perderse, alguien volverá a escribirlo. Eso debería ser suficiente inmortalidad para cualquiera".

Me dijo cierta vez al referirse a la destrucción de la Biblioteca de Alejandría:

"Hay escritores que tratan de reflejar el mundo en un libro. Hay otros, más raros, para quienes el mundo es un libro, un libro que ellos intentan descifrar para sí mismos y para los demás". Borges fue uno de estos últimos. Creyó, a pesar de todo, que nuestro deber moral es el de ser felices, y creyó que la felicidad podía hallarse en los libros. “No sé muy bien por qué pienso que un libro nos trae la posibilidad de la dicha”, decía. “Pero me siento sinceramente agradecido por ese modesto milagro”. Confiaba en la palabra escrita, en toda su fragilidad, y con su ejemplo nos permitió a nosotros, sus lectores, acceder a esa biblioteca infinita que otros llaman el Universo. Murió el 14 de junio de 1986 en Ginebra, ciudad en la que había descubierto a Heine y a Virgilio, a Kipling y a De Quincey, y en la cual leyó por primera vez a Baudelaire, a quien entonces admiraba (llegó a saber de memoria Las flores del mal) y de quien luego abominó. El último libro que le fue leído, por una enfermera del hospital suizo, fue el Heinrich von Ofterdingen de Novalis, que había leído por vez primera durante su adolescencia en Ginebra.

Estos no son recuerdos; son recuerdos de recuerdos de recuerdos, y los hechos que los justifican se han desvanecido, dejando apenas unas escasas imágenes, unas pocas palabras que ni siquiera estoy seguro de recordar con exactitud. “Me conmueven las menudas sabidurías / que en todo fallecimiento se pierden”, escribió sabiamente un joven Borges. El niño que trepaba los peldaños se ha perdido en algún punto del pasado, lo mismo que el viejo sabio que adoraba los relatos. Al viejo le gustaban las metáforas inmemoriables el tiempo como un río, la vida como un viaje y como una batalla y esa batalla y ese viaje han terminado para él, y el río ha arrastrado consigo cuanto hubo en esas tardes, excepto la literatura que (y él, en esto, citaba a Verlaine) es lo que queda después de que se ha dicho lo esencial, siempre fuera del alcance de las palabras.

La lectura llega a su fin. Borges hace un último comentario: sobre el talento de Kipling; sobre la sencillez de Heine; sobre la interminable complejidad de Góngora, tan diferente de la complejidad artificial de Gracián; sobre la ausencia de descripciones de la pompa en el Martín Fierro; sobre la música de Verlaine; sobre la bondad de Stevenson. Observa que todo escritor deja dos obras: lo escrito y la imagen de sí mismo, y que hasta la hora final ambas creaciones se acechan una a otra.

"Un escritor sólo puede anhelar la satisfacción de haberlo guiado a uno por lo menos hacia una conclusión digna, ¿eh?".

Y después, con una sonrisa: "¿Pero con cuánta convicción?”. Se pone de pie. Ofrece por segunda vez su mano anodina. Me acompaña hasta la puerta. “Buenas noches. Hasta mañana, ¿no?”, me dice, sin esperar respuestas. Luego la puerta se cierra lentamente.

12/6/11

"Hasta el negro del cielo me parece un hermoso color". Vicente Gallego


Este día nublado invita al odio,
predispone a estar triste sin motivo,
a insistir por capricho en el dolor.
Y sin embargo el viento, y esta lluvia,
suenan hoy en mi alma de una forma
que a mí mismo me asombra, y hallo paz
en las cosas que ayer me perturbaban, 
y hasta el negro del cielo me parece 
un hermoso color.

Cuando no soportamos la tristeza, 
a menudo nos salva una alegría 
que nace de sí misma sin motivo, 
y esa dicha es tan rara, y es tan pura, 
como la flor que crece sobre el agua: 
sin raíz ni cuidados que atenúen 
nuestro limpio estupor.


11/6/11

"El conocimiento del habla, pero no del silencio". T. S. Eliot

Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
el cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh, revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh, perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh, mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
conocimiento del habla, pero no del silencio;
conocimiento de las palabras e ignorancia de la palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.

(Versión de Jorge Luis Borges)

9/6/11

"Lo que se necesita para ser el número uno". Vince Lombardi



Ganar no es una cosa momentánea; es una cosa que se hace en todo momento. No se gana de vez en cuando; no haces las cosas bien de vez en cuando, las haces bien siempre. Ganar es un hábito, desafortunadamente también perder.

No hay lugar para el segundo lugar. Solo hay un lugar en mi filosofía y es para el primer lugar. He terminado dos veces en segundo lugar con Green Bay y no quiero terminar segundo nunca más. Hay un tazón para los segundos lugares, pero es un juego para perdedores jugado por perdedores. Siempre ha sido y será una gran necesidad estadounidense ser los primeros en todo, lo somos y tenemos el mismo celo de ganar, ganar y ganar.

Cada que un jugador tiene que jugar un partido, lo tiene que jugar desde las plantas de los pies hasta lo más alto de su cabeza; cada centímetro de él tiene que jugar. Algunos juegan con sus mentes: eso está bien, tienes que ser listo para ser el número uno en cualquier negocio, pero es más importante jugar con el corazón, con todas las partes del cuerpo. Si tienes la suficiente suerte, vas a encontrar a un jugador que tenga mucha cabeza y mucho corazón: ese jugador no va a salir del campo un solo segundo.

Manejar un equipo de fútbol no es diferente a manejar a ningún otro tipo de organización, los principios son los mismos. El objetivo es derrotar al otro, lo que posiblemente suene muy cruel o duro. Yo no lo creo así. La realidad es que muchos hombres son muy competitivos y los juegos más competidos son los que atraen a los hombres más competitivos, por eso están ahí, para competir. Ellos conocen las reglas y los objetivos cuando entran al juego. El punto es ganar legalmente, pero ganar. Realmente nunca he conocido a un hombre que valga la pena, que a la larga y en el fondo de su corazón, no aprecie la disciplina. Hay algo en los hombres buenos que pide disciplina y la dura realidad de un combate cara a cara.

No digo estas cosas porque crea en la naturaleza bruta de los hombres o porque crea en que los hombres deben ser brutalizados para ser competitivos. Yo creo en Dios y creo en la integridad humana, pero creo firmemente en que en cualquier momento de la vida de un hombre, el mayor logro que podrá tener es, después de haber dejado el corazón en el campo por una buena causa, saberse:

                                                   TRIUNFADOR.

8/6/11

"Road to Perdition"


En este gran filme, Sam Mendes, cineasta excepcional con una gran madurez, ratificó su anterior trabajo, American Beauty. Además, Road to Perdition (2002) fue la antepenúltima película en la que participó el inolvidable Paul Newman, acompañado de Tom Hanks, Jude Law, Stanley Tucci y Daniel Craig. 

Road to Perdition es una película de gángsters bien manufacturada, plena de melancolía, claroscuros y tragedia. Muestra, de una manera personal, el arquetipo del antihéroe, el sentimentalismo del villano, de la indagación en la propia identidad mediante la venganza, la percepción paternal en figuras erróneas. Esta cinta es un alarde formal de dimensiones exquisitas relleno de un contenido trabajado, real y profundo, y apoyado en el sólido andamiaje de unas interpretaciones prodigiosas. Con un pulso extremadamente medido, Mendes desgrana, de forma virtuosa y con una sensibilidad infrecuente, una historia conocida pero impactante, tratada con seriedad, pasión, ambición y con ingredientes con los que otros caerían torpemente en el más sensiblero de los ridículos.

Es cierto que otras películas de mafiosos han planteado cuestiones relativas a los vericuetos morales que torturan a varios de los integrantes de estas bandas criminales, aunque lo normal es que esto acontezca desde un punto de vista ajeno al propio delincuente, pues éste es casi siempre juzgado por terceros y no por sí mismo. Si bien esto también sucede aquí, vemos en ella a una serie de personajes sumidos en su propia tragedia, misma que les impide huir de su condición de asesinos. Algunos saben que sus acciones son denigrantes, pero son incapaces de escapar del sistema, de salir de él y de llevar otra vida. Todo ello se nos narra a través de una historia de muerte y venganza plagada de brillantes pasajes que demuestran la calidad, no ya tanto del guión, sino de la puesta en escena y las grandes actuaciones. 

Aunque Newman no tiene el papel principal, se roba la película. Lean estas frases: 

—"Brindemos en honor de Danny. Roguemos para despertar a Dios y con suerte llega al Cielo, al menos una hora antes que el Diablo se entere de que está muerto".

—"Esta es la vida que elegimos, la vida que llevamos. Y solo hay una garantía: ninguno de nosotros verá el Cielo".



—"Es ley de vida, los niños nacen para darles problemas a los padres".

Así, con esta elegancia, cerró su gran carrera el inolvidable Paul Newman.

"Duerme bajo un árbol, es mi padre". Juan José Hernández

SUEÑOS

Ese hombre joven
que duerme bajo un árbol
del fondo, es mi padre.

Ha empezado a llover
y él sigue allí, tendido,
mientras la lluvia cae
silenciosa sobre su cuerpo.

Bajo el árbol sombrío
mi padre es una estatua
con los ojos desiertos.

No duerme, no: está muerto.
Amarga y turbia el agua
como un remordimiento.

VERANO

El verano es propicio
para volver a la amistad del padre,
a su pecho de palomo ardoroso
que en la siesta enronquese.

A veces lo recuerdo
agitando su cimera de crines
en el día vibrante de racimos y flechas.
¡Volver, y que otra vez maduren
las viñas de su fiesta!

Pero el padre es ahora una ausencia:
palomar sin arrullo, seco laurel
de herrumbre en la casa desierta.

7/6/11

"Solo en la poesía es posible buscar y encontrar la libertad". Giusseppe Ungaretti


La experiencia poética es exploración de un particular continente del infierno, y la realización del acto poético provoca y libera, a cualquier costo, la sensación de que solo en la poesía es posible buscar y encontrar la libertad. Continente de infierno, he dicho, a causa de la singularidad de la sensación de no ser como los otros, sino algo aparte, como un condenado, como bajo el peso de una responsabilidad especial: la de descubrir un secreto y revelarlo a los demás. La poesía es descubrimiento de la condición humana en su esencia, la de ser un hombre de hoy, pero también un hombre fabuloso, como un hombre expulsado del Edén. El verdadero poeta sabe que en su gesto de hombre está prefigurado el gesto de antepasados desconocidos; que es imposible remontar en la sucesión de los siglos y más allá todavía, en los orígenes oscuros.

Hay que decirlo: es inmenso lo que los poetas y los artistas han hecho y se han obstinado en hacer desde el romanticismo a nuestros días. Han sentido el envejecimiento del idioma y el peso de los milenios que llevan en su propia sangre; le han restituido a la memoria su medida de angustia y, al mismo tiempo, mediante esfuerzos crueles y obstinados, han adquirido el poder de darle la libertad de que se emancipe a sí misma en el mismo grado que la afirman.

Solo la poesía –lo sé, lo he aprendido de manera terrible, únicamente la poesía puede recuperar al hombre, aun cuando la mirada se percate, ante la aglomeración de las desgracias, de que la naturaleza domina a la razón y de que el hombre está poco regulado por la propia obra y mucho más a merced del Elemento.

No sé si la poesía puede definirse. Creo y profeso que es indefinible, y que ella se manifiesta en los momentos de nuestra palabra, cuando aparece en su verdad más humana lo que más queremos, lo que más nos ha inquietado y agitado en nuestros sentimientos y pensamientos, lo que pertenece más hondamente a la razón misma de nuestra vida; cuando aparece esa vibración que parece superar la fuerza del hombre, que no es resultado directo de tradiciones ni de estudio, aunque constantemente se nutra de éstos. La poesía es, por lo tanto, un don, como se la considera comúnmente, o mejor dicho, el fruto de un momento de gracia, el cual se espera casi siempre con paciencia y desesperación, sobre todo en las lenguas que cuentan con una vieja cultura. Los modos de la poesía son, pues, infinitos, tantos como los poetas del pasado, de hoy y del futuro.

Desde mis primeras experiencias –vividas en las tremendas condiciones de la trinchera, cuando la proximidad de la muerte me obligaba a pensar solo en la verdad de la vida, comprendí bien estas cosas, y me he esforzado, mediante mis estudios y hallazgos en materia poética, a enseñar que todo poeta, para ser tal, debe poseer también un cierto carácter de anonimato, que le impida parecer extraño a un ser humano. Toda poesía verdadera resuelve milagrosamente la contradicción de ser singular, única, anónima y universal.
           
Me parece que, en todas partes, la poesía obedece a un mismo movimiento de evolución. Sin embargo, cada lengua tiene que respetar su propio espíritu. Para tener alguna duración, vuelvo a decirlo, cada poesía debe derramarse en el misterio del ser; debe ser nueva, universal y auténtica; reconquistar su libertad más allá de las condiciones temporales y espaciales, aunque no pueda sustraerse al hecho de que el hombre está inmerso en la historia y de que, por consecuencia, una lengua muestre un envejecimiento histórico que no puede interrumpirse, que vive en nuestra sangre y en nuestra conciencia, en constante movimiento y diversidad.

Toda obra nueva trae al mundo una revolución, si dicha obra posee un valor indiscutible. Alumbra una parte que se hallaba a oscuras, una parte que el público nunca comprende de inmediato. Es preciso que la leyenda y los comentarios la conviertan en algo familiar. Cada obra nueva reclama una enseñanza, una divulgación, una aureola mítica. Pero sería un error que un gran artista no hiciera lo posible para ser comprendido pronto por la mayor parte de la gente. Sería absurdo escribir sin pensar en un lector, en el mayor número de lectores. Jamás ha existido divorcio entre el público y el artista. Las dificultades son de otro tipo.

La misión de la poesía ha sido siempre la de afirmar la integridad, la autonomía y la dignidad de la persona humana. Si llegara el día en que ella venciera su batalla; si llegara a salvar finalmente al alma humana; si un día, con la unidad de las creencias, todos admitieran la primacía del espíritu como regla fundamental de toda sociedad, la poesía vencería su batalla, y las dificultades morales, que tan trágicamente han dividido a la humanidad, desaparecerían para siempre.

                                                                                                                     
           SI TÚ MI HERMANO


Si tú volvieras a mi encuentro vivo,
Con la mano extendida,
Aún podría,
Nuevamente en un arrebato de olvido, apretar,
Hermano, una mano.

Mas de ti, de ti no me envuelven más
Que sueños, visiones,
Los fuegos sin fuego del pasado.

La memoria no desarrolla más que imágenes
Y para mí mismo yo mismo
Tan solo soy
La nada que aniquila el pensamiento.