15/4/11

"Los libros son nuestra contraseña para llegar a ser lo que somos". George Steiner


Los que queman los libros, los que expulsan y matan a los poetas, saben exactamente lo que hacen. El poder indeterminado de los libros es incalculable. Es indeterminado precisamente porque el mismo libro, la misma página, puede tener efectos totalmente dispares sobre sus lectores. Puede exaltar o envilecer; seducir o asquear; apelar a la virtud o a la barbarie; magnificar la sensibilidad o banalizarla. De una manera que no puede ser más desconcertante, puede hacer las dos cosas, casi en el mismo momento, en un impulso de respuesta tan complejo, tan rápido en su alternancia y tan híbrido que ninguna hermenéutica, ninguna psicología pueden predecir ni calcular su fuerza. En diferentes momentos de la vida del lector, un libro suscitará reflejos completamente diferentes.

Pero en este diálogo siempre imperfecto, los únicos que pueden ser plenamente comprendidos son los libros efímeros y oportunistas; son los únicos cuyo significado potencial se puede agotar: puede haber una apelación a la violencia, a la intolerancia, a la agresión social y política. Céline es el único de nosotros que permanecerá, decía Sartre. La tolerancia y el compromiso suponen un contexto inmenso... El odio, la irracionalidad, la libido del poder leen deprisa. El contexto se evapora en la violencia del asentimiento. De ahí el dilema profundamente enojoso y problemático de la censura. Es sucumbir a la hipocresía liberal dudar que determinados textos, libros o periódicos puedan inflamar la sexualidad; que puedan llevar directamente a la mimesis, a la imitatio, hasta el punto de dar a unas vagas pulsiones masturbatorias una concreción terrible y una urgente necesidad de ser saciadas. ¿Cómo pueden justificar los libertarios sádicos el torrente de erótica que inunda hoy nuestras librerías, nuestros quioscos y la red? ¿Cómo defender a esta literatura programática del maltrato a los niños, del odio racial y de la criminalidad ciega con que se nos machacan los oídos, los ojos y la conciencia? Los mundos del ciberespacio y de la realidad virtual se saturarán de programas gráficos y revestidos de una pseudoautoridad, de las sugestiones de ejemplos validadores de la bestialidad hacia otros seres humanos, hacia nosotros mismos (la recepción, el disfrute del trash, de la basura, es automutilación del espíritu). ¿Está equivocado totalmente el ideal platónico de la censura?

Por el contrario, los libros son nuestra contraseña para llegar a ser lo que somos. Su capacidad para provocar esta trascendencia ha suscitado discusiones, alegorizaciones y deconstrucciones sin fin... Desde Súmer, los libros han sido los mensajeros y las crónicas del encuentro del hombre con Dios. Mucho antes de Catulo ya eran los correos del amor. Por encima de todo, con algunas obras de arte, han encarnado la ficción suprema de una posible victoria sobre la muerte. El autor debe morir, pero sus obras le sobrevivirán, más sólidas que el bronce, más duraderas que el mármol... La polis que celebra Píndaro perecerá; la lengua en la que la celebra puede morir y tornarse indescifrable. Pero a través del rollo de papel, a través del elixir de la traducción, la oda pindárica sobrevivirá, seguirá cantando desde los labios desgarrados de Orfeo mientras la cabeza muerta del poeta baja por el río hasta el país del recuerdo.

El encuentro con el libro, como con el hombre o la mujer, que va a cambiar nuestra vida, a menudo en un instante de reconocimientos del que no tenemos conciencia, puede ser puro azar. El texto que nos convertirá a una fe, nos adherirá a una ideología, dará a nuestra existencia una finalidad y un criterio podría esperarnos en la sección de libros de ocasión, de libros deteriorados o de saldos. Puede hallarse, polvoriento y olvidado, en una sección justo al lado del volumen que buscamos. La extraña sonoridad de la palabra impresa en la cubierta gastada puede captar nuestra mirada: Zaratustra, Diván Oriental y Occidental, Moby Dick, Horcynus Orca. Mientras un texto sobreviva, en algún lugar de esta tierra, aunque sea en un silencio que nada viene a romper, siempre es capaz de resucitar. Walter Benjamin lo enseñaba, Borges hizo su mitología: un libro auténtico nunca es impaciente. Puede aguardar siglos para despertar un eco vivificador. Puede estar en venta a mitad de precio en una estación de ferrocarril, como estaba el primer Celan que descubrí por azar y abrí. Desde aquel momento fortuito, mi vida se vio transformada y he tratado de aprender  una lengua al norte del futuro.

6 comentarios:

  1. El poder de los libros es insólito, cada palabra te lleva hacia incontables interpretaciones.
    A mi parecer la lectura es el medio mas eficaz para terminar con la ignorancia y la desigualdad social; pero resulta tan caro poder hacerse de buena literatura, que es casi un lujo para unos cuantos, y si a eso agregamos que en nuestro país la lectura es un problema cultural, en el que la sociedad en general no logra verlo como una necesidad del conocimiento.

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  2. Ideas varias las que tiene el texto, la que más me llama la atención es aquella que marca la tendenciocidad del autor y del lector, esto no intencionalmente, sino que en la medida que leamos un texto, nuestro estado de ánimo o de euforia, nos puede hacer cometer tonterías, como quien se suicida por la tristeza que le causa una obra, hasta quien realiza el más grande descubrimiento porque una palabra dentro de miles le hizo ver el mundo de otra forma.

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  3. Uno de los mejores medio para el conocimiento es leer, el primero, considero que es el vivirlo.

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  4. Monserrat Sánchez23/9/11 12:27 p. m.

    Los libros y la literatura en si es muy interesante, nos aporta conocimientos al mismo tiempo cuando es alguna historia o un relato nos lleva a imaginar lo que estamos leyendo, asi como hay lecturas que valen la pena unas no tanto.

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  5. A simple vista se ven como muchas hojas con palabras amontonadas sin sentido, el reto es encontrarle sentido a esas palabras y hacerlo parte del conocimiento. Un libro es la llave del conocimiento.

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  6. Por desgracia, la mayoría prefieren ver la televisión que tomar un libro y vivirlo, el día que se comprenda que el leer es lo mejor para crecer y mejorarse,ese día todo será diferente.

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