24/12/11

Fin y principio o ¿principio del fin?


Hoy por fin cerramos la redacción. El ansia de la última letra, la urgencia por depurar, revisar, dejar todo limpio y en orden, nos hace que intentemos hallar un segundo más, un momento más.

Así es el frenético ritmo de la vida, tal como la entendemos o, por lo menos, tal como tenemos que entenderla si queremos sobrevivir en el mundo del hoy por hoy; el cual nos hace pretender que humanamente es posible culminar con todo, cuando siempre habrá pendientes que resolver y nuevas metas que alcanzar. 

Este necesario alto en el camino es bueno para honrar a nuestras creencias y a nuestra gente, y para reflexionar, no de lo que fuimos o de lo que seremos, sino de lo que somos; de lo cual podemos estar plenamente orgullosos de poder conformarnos con las personas en que nos hemos convertido, ya que nuestra singularidad define nuestra humanidad. 

Estas fechas pertenecen a esos días en los que, si las ganas nos permiten serlo, se vale ser feliz… para todo lo demás, lo mismo, lo de siempre, ya habrá tiempo. 


Un fraterno abrazo.



22/12/11

"Midnight in Paris"


                            

Con el paso del tiempo me resisto, con mayor frecuencia, a acudir a una sala de cine. Quizá por la idea de que las películas actuales privilegian la tecnología por la calidad, porque los artistas se reciclan una y otra vez –odio a Julia Roberts en su eterno papel de ella misma–, porque los libretos se calcan, porque lo que ya vi es difícil de superar, porque todo está mal. En esencia, porque me resisto a ser un personaje de José Saramago en su real y espeluznante obra La Caverna, que deambula como autómata en un centro comercial.

Como toda regla, las excepciones existen, y en este caso me pasó recientemente con la última película del genial Woody Allen, la cual es la primera que filma en la capital luz, y me refiero aMidnight in Paris (2011), filme que, a pesar de toda la prosapia del neoyorkino, ha sido el más taquillero en su país natal y ya le valió un Globo de Oro por el guión original.

Desde que dejó de hacer filmes con la temática de la ciudad de Nueva York y se cobijó en los ambientes culturales europeos, principalmente en Inglaterra, en España, y ahora en Francia, Allen ha tenido, a mi gusto, un trabajo muy desigual. Salvo la deliciosamente provocadora Match Point, no recuerdo nada digno de mencionar, incluyendo la sobrevalorada Vicky Cristina Barcelona.

En su primer filme en París, con un reparto sin el oropel de otras ocasiones, Allen recupera mi confianza. En primer lugar, por la fotografía, que le hace un digno homenaje a todos los sabores y colores que proyecta esta bella ciudad. En segundo lugar, por la ambientación, que refleja fielmente una de mis épocas preferidas de la historia, los años veinte y principios del treinta del siglo pasado, en un lugar donde además de la riqueza local, convivieron genios de diversas nacionalidades y donde la comunidad estadounidense, cobijados por GertrudeStein como mecenas y Sylvia Beach como editora y difusora cultural, crearon eso que ha dado en llamarse "la generación perdida"; por desarrollarse fuera de los Estados Unidos, pero inserta en el panorama cultural de la humanidad.

Esta película es una comedia romántica que gira en torno al escritor bohemio Gil Pender (Owen Wilson), quien me dejó gratamente sorprendido con su actuación, en un viaje junto con su prometida Inez (Rachel McAdams) y la familia de ella a París, poco antes de la boda. Una noche, mientras pasea por el Barrio Latino, empieza a soñar con los felices años 20, con los que está obsesionado, y todo cambia: de repente, con las campanadas de medianoche, un coche le invita a un paseo por la ciudad de hace nueve décadas. Gil conoce a Francis Scott Fitzgerald, a Cole Porter, a Ernest Hemingway, a Pablo Picasso, a ManRay, a GertrudeStein y a muchos otros.

Para mí, es la película más inspirada de Woody Allen en muchos años, ya que es una obra bellísima, llena de infinitas delicias y plena de poesía. Un ataque devastador contra la melancolía que destila romanticismo espontáneo bajo la lluvia parisina. Es decir, una declaración de amor espléndida antes de olvidar los lugares comunes y adentrarse en las esencias de cada esquina y cada encuentro, de tiendas de discos viejos y bistrós, de amores y celos que nacen en centros nocturnos que asoman a las calles del popular barrio de los estudiantes. Imágenes y diálogos tocados de sentimiento y de gracia, instantes de personajes realmente grandes que surgen cuando menos se espera algo de ellos. Empero, Allen no se limitó a regalarnos una postal, sino que articula un ataque devastador contra la nostalgia que ensalza cualquier pasado como mejor, revocando ese ideal de los eternos soñadores y, quizá, perennes perdedores.

Si ésta es la última gran película que hará Woody Allen en su ya larga carrera, es un digno colofón que lo reafirma como uno de los cineastas más importantes del mundo.

18/12/11

Escribir...


Escribir es recopilar la memoria del tiempo venidero. Es construir puentes para luego quemarlos. Es intentar arrebatarse como nunca, aunque al final nos sintamos como siempre. Es hacer la elegía de lo que nunca seremos. Es pasar de lo secreto a lo concreto. Es buscar el verbo perdido. Es encontrar soluciones a falta de problemas. Es tormenta en tiempos de calma. Es matar el tiempo en busca de la trascendencia. Es silencio y es ausencia. Es dolor revelado. Somos nosotros y todas nuestras interrogantes. Es mocedad, necedad, necesidad que jamás se satisface. 

El que escribe no busca nada porque lo quiere todo. Se escribe para hallar la felicidad aun con la conciencia de que es una quimera. Para escribir bien no basta conjugar, ya que se necesita tomar en serio. Cada nuevo texto suma, pero también resta. Lo único que detesto de mis frases es que me estorban para disfrutar las tuyas. En esencia, escribir eres tú, vestida con signos de admiración. A mi pesar, no puedo escribir más, porque a esta tinta le faltan letras.

15/12/11

La FIL... 25 años de luz


Decir que la Feria Internacional del Libro de Guadalajara es la más importante de nuestra lengua y la segunda en tamaño después de la de Frankfurt, Alemania, es algo que los medios se han encargado de difundir reiteradamente los últimos días;y no por razones estrictamente culturales. A pesar de los intentos por desestabilizarla este año con el execrable mensaje que mandó el crimen organizado tan sólo 48 horas antes de su inauguración, es un evento de enorme repercusión mundial que se desarrolla ordenadamente, en un clima de paz y armonía, tal como lo expresó claramente Mario Vargas Llosa.

El ambiente de camaradería, respeto a la diversidad de ideas y opiniones que campean en cada una de las conferencias celebrad a diario, sin perder el tan necesario espíritu crítico-algo inédito en nuestro país- hacen de la Feria una parada obligada para todos aquellos que gusten de los libros, el debate inteligente, el intercambio de opiniones y, sobre todo, la posibilidad de convivir con Premios Nobel, Cervantes, Booker o Pulitzer, como en ningún otro lugar del mundo podría hacerse, como si fueran nuestros amigos, sin atropellamientos, sin largas filas de gente que los busca para lo que sea y sin pagar grandes cantidades por el derecho de admisión, lo que los hace sentir, a ellos y a nosotros, relajados y como en casa.

Desde 1987 la FIL comenzó su aventura. En 1993 se adoptó la modalidad de dedicarle este evento a un país, ciudad o región determinada, siendo Colombia quien tuvo el honor de dar comienzo con esta tradición. Muchas historias se han desarrollado en estos 25 años de la Feria, como la inesperada visita de Salman Rushdie, que tan bien recuerda Juan Villoro; los abucheos a Sari Bermúdez en su despedida del Conaculta, el debate con los herederos de Juan Rulfo por el Premio que se otorga dentro de ella y, como olvidarlo, los dislates de Peña Nieto en la presentación de un libro.

Mi anual peregrinación a la FIL inició en el 2003 y no he dejado de estar presente hasta la fecha. He podido conocer, saludar y charlar con OrhamPamuk, HertaMuller, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Mario Vargas Llosa, Toni Morrison y Gabriel García Márquez, todos ellos ganadores del Premio Nobel de Literatura, para empezar. De ahí para adelante, a quienes ustedes imaginen, ya que la Feria es un evento tan importante que todo aquel que pretenda tener un nombre en la literatura debe aparecer ahí.

Tres nombres recuerdo particularmente. El primero, cuando me tocó convivir en el elevador del hotel con Joaquín Sabina, quien portaba su inconfundible sombrero y estaba un poco alegre; el segundo, una conferencia sobre fútbol con el entrañable Roberto Fontanarrosa, unos meses antes de su fallecimiento y, el tercero, el del juez español Baltasar Garzón, a quien conocí escuchando un buen mariachi en Tlaquepaque.

Además de revisar las últimas novedades editoriales y conocer a grandes autores, la FIL es mucho más. Es pintura, como la exposición del gran Fernando de Szyszlo en 2005. Es música y conciertos, como el citado Sabina, Los Fabulosos Cadillacs o Valentín Elizalde en una de sus últimas presentaciones. Es fútbol, si las siempre irregulares Chivas llegan a finales. Es buena mesa, dada la riqueza que en la materia tiene la región. Es tequila e historia, al tomar una de las dos líneas de ferrocarril de pasajeros que operan en todo México, para conocer la ciudad cuna de esa denominación de origen. Es belleza, dada la alegría y porte de la mujer jalisciense. Es todo y más, ya que Guadalajara es una gran y pujante metrópoli, que hace buen maridaje con todo aquello que representa el amor por la lectura y los buenos libros. En estos tiempos de malas noticias, la FIL es un evento de tal envergadura que nos debe dar gusto que sea México el país donde nació y donde se celebra.


A todo el que no ha estado en la FIL le recomiendo que lo haga. Es imprescindible. Yo ya tengo reservado mi lugar para diciembre de 2012, cuando Chile sea el país invitado. 

12/11/11

La belleza está en la calle


El pesimismo se adueña de nosotros; parecemos aceptar el fin de la historia, donde un feroz capitalismo y una deshumanizada globalización constituyen nuestro destino y fin.

Necesitamos nuevas utopías que nos inviten a soñar en un mejor mundo, un reencarnado Marx para el siglo XXI que nos enseñe otros senderos que impidan el conformismo y la inmolación.

Debemos recordar el espíritu del año 1968 que unió a los iconoclastas contra la nomenklatura que repetía una y otra vez que el mundo no se puede cambiar. Por ello, no olvidemos la propia dinámica del sistema que, con su constante cambio en las relaciones sociales, obliga a la gente a rebelarse contra él. Hoy, como en el 68, los muros cierran la calle, pero abren el camino. El futuro del planeta está en manos de nosotros, los (des)esperanzados.

16/10/11

"Good Will Hunting"


La ópera prima de la pareja que formaron Matt Damon y Ben Affleck ocupa un lugar especial en las películas de mi vida, lo que la hace que al verla una y otra vez no deje de encontrar detalles que me encantan o de emocionarme con la frase, el diálogo, la música de Danny Elfman o, incluso, el silencio y la soledad que lo acompañan.

GoodWillHunting (1997) es una cinta dirigida por el excelente Gus Van Sant. La película obtuvo nueve nominaciones al Óscar (ganando dos de ellos: uno al mejor guión original, para el dúo dinámico; y el otro, al mejor actor de reparto para Robin Williams, a quien ya se lo debían desde DeadPoetsSociety). El elenco se complementa con la encantadora Minnie Driver, StellanSkarsgård, CaseyAffleck, Cole Hauser y John Mighton.

WillHunting (Damon) es un joven prodigio autodidacta que trabaja como afanador en el MIT en Harvard. Allí, un matemático descubrirá sus facultades e intentará que reconduzca su vida. Después de pagar una fianza para que salga de la cárcel, donde se halla como consecuencia de un pleito, el profesor consigue que acepte el tratamiento del psicólogo Sean Maguire (Williams).Con él entablará un profunda relación, que transcurre entre los intentos de romper el escepticismo y la rebeldía, hasta buscar comprender lo que orilla a un tipo con particulares habilidades a despreciar el lugar en el mundo del "éxito" que en él sería natural y el sentimiento de culpa implícito. Esta relación médico-paciente, sin embargo, está lejos de ser unilateral, ya que en virtud de su inteligencia, Will buscará invertir los papeles o por lo menor jugar parejo; lo que nos lleva al análisis de dos vidas aparentemente disfuncionales: la de él y la de Sean.

Con esta base, el director nos enfrenta con la dura realidad de la juventud de hoy, encaminada a lograr metas cada vez más difíciles y a tomar decisiones por sí misma, con poco margen de error. Si no quiere considerarse "fracasada" en un mundo en el que aún los adultos nos hallamos desorientados, lo que hace que la comunicación entre generaciones, en la época de mayor tecnología , sea cada vez más difícil.

Soy un tipo de frases.Good Will Huntingtienevariasinolvidables. Les comparto mis favoritas:

Sean:Eres un bebé y en realidad no tienes ni idea de lo que hablas. Es normal, nunca has salido de Boston. Si te pregunto por Miguel Ángel, lo sabrás todo: vida y obra, aspiraciones políticas, su amistad con el Papa, su orientación sexual... lo que haga falta. Pero no puedes decirme cómo huele la Capilla Sixtina. Nunca has estado allí y has contemplado ese hermoso techo. No lo has visto. Si te pregunto por las mujeres, supongo que me harás una lista de tus favoritas. Puede que hayas tenido algunas aventuras. Pero no puedes decirme qué se siente cuando te despiertas junto a una mujer y te invade la felicidad. Eres duro. Si te pregunto por la guerra, me citarás algo de Shakespeare, 'de nuevo en la brecha amigos míos'. Pero no has estado en ninguna. Nunca has sostenido a un amigo entre tus brazos esperando ayuda mientras exhala su último suspiro. Si te pregunto por el amor, me citarás un soneto. Pero nunca has mirado a una mujer y te has sentido vulnerable. Ni te has visto reflejado en sus ojos. No has pensado que Dios ha puesto un ángel en la Tierra para ti, para que te rescate de los pozos del infierno, ni qué se siente al ser su ángel. Darle tu amor, darlo todo. No sabes lo que es dormir en un hospital dos meses porque los médicos vieron que el concepto horario de visitas no va contigo. No sabes lo que significa perder a alguien. Sólo lo sabrás cuando ames a alguien más que a ti mismo. Dudo que te hayas atrevido a amar de ese modo. Te miro y no veo a un hombre inteligente. Veo a un niño creído y lleno de miedo. Eres un genio Will, eso nadie lo niega. Nadie puede comprender lo que pasa en tu interior. En cambio, piensas que sabes todo sobre mí porque viste un cuadro y rajas mi vida de arriba abajo. Eres huérfano, ¿verdad? ¿Crees que sé cómo ha sido tu vida, quién eres, por haber leído 'Oliver Twist'?, ¿un libro basta para definirte? Personalmente eso me importa poco, porque no puedo aprender nada de ti de un maldito libro. Pero si quieres hablar de ti, de quién eres... estaré fascinado. A eso me apunto, pero no quieres hacerlo, te aterroriza decir lo que sientes. Es tu turno, jefe.


Sean:No eres perfecto, amigo. Y voy a ahorrarte el suspenso... la chica que conociste tampoco es perfecta. Lo único que importa es si son perfectos juntos.

12/10/11

"Es bueno leer y no hay lectura mala". Barbara Jacobs


Soy dueña de por lo menos tres bibliotecas personales, la de los libros que poseo físicamente, la de los que leí y por mil razones no guardé y la de los que quiero leer o aunque sea solo tener pero que no he encontrado todavía. También, de la de los libros sobre los que he oído o leído tanto que me parece que yo misma ya los leí. Y además soy dueña de los únicos libros sin los que de verdad prácticamente no podría vivir, que son los diccionarios, de todo tipo. Los consulto y aparte me entretienen porque despiertan mi imaginación y me ponen a prueba mis conocimientos. Algún día me gustaría cumplir con mi sueño de leer alguno de ellos íntegramente, de la primera página a la última, aunque me temo que la lectura me estimularía tanto que la interrumpiría y me pondría a escribir, con lo cual entonces no acabaría de leer el diccionario nunca.

Sin embargo, creo que es más valioso ser un buen lector que dueño de la mejor biblioteca. A mí no me fue fácil ni aprender a leer ni tomarle gusto a la lectura, y pienso que esto fue así porque antes que lectora lo que innatamente soy es soñadora. Soy una soñadora natural y, debido a esto, en mis inicios de lectora, al estar leyendo o procurando leer, un impulso o instinto me distraía de la lectura y me impedía concentrarme en ella, adentrarme en mundos diferentes de los de mis propios sueños, y al penetrar los ajenos arriesgarme de paso a perder los propios. En otras palabras, tal vez de nacimiento también fuera miedosa, no porque me asustara o me fuera asustar lo que leyera, sino porque temía que el libro me succionara y luego ya no pudiera salir de su pozo y regresara a donde fuera que me encontrara, la realidad, el presente, la vida o como quiera que se llame el espacio temporal en el que a los seres vivos nos corresponde existir. Lo que con estas confidencias parece una locura, pero es la verdad...

...Mi biblioteca se ha formado lentamente, igual que yo, y está integrada por un poco de todo, así como yo.

Quiero decir que desde entonces, y a pesar de los escollos para leer con que, por soñadora, me topé en un principio, asocio la lectura a la idea de continuidad, a la de expectativa atendida como promesa de dar más o de ser inagotable. Asimismo, la emparento al mundo de las series y las clasificaciones, de los sistemas de poner orden en una totalidad determinada para poder abarcarla sin que se me escape nada esencial, como arena entre los dedos. Me aficioné por ejemplo a hacer o encontrar las listas de los libros que los grandes lectores, mujeres y hombres, hubieren leído y que recomendaran leer como lecturas formativas, autorizadas y confiadas y confiables puesto los habían formado a ellos y ellos eran grandes y merecían ser imitados.

Luego me di cuenta de que por infinidad de motivos este camino promisorio era imposible de recorrer. No hay dos lectores a los que los hubieran formado los mismos libros. Es decir, no hay dos bibliotecas personales iguales, por más que cada una sea valiosa y formativa en sí. No solo hay gustos de lectura individual y diferente, sino capacidades de lectura individuales y diferentes.

Quiero decir que llega el momento en que uno aprende qué es lo que le gusta leer y lo que puede leer, y entonces sabe que eso es lo que va a leer y no lamenta no poder leer lo demás. Pero la búsqueda es entretenida, por más que sea larga y accidentada. Seguir como principio de vida de lector el del ensayo y error no está mal. Para aficionarse a la lectura hay que leer de todo y tampoco está mal leer ningún tipo de libro con tal de leer, con tal de seguir leyendo. Es bueno leer y no hay lectura mala. Es bueno leer en el idioma de uno y en idiomas que le sean extranjeros. Es recomendable conocer por lo menos un idioma extranjero respecto al propio. Todos son ricos, y no hay ninguno que sea más rico que otro. Todos abren los ojos sobre sí mismo y arrojan luz sobre el idioma natal de quien lo estudia, por lo tanto todos enriquecen.

Las bibliotecas personales reflejan no únicamente el gusto de su dueño sino la extensión de su locura de lector. Me refiero a que cuando un lector se aficiona de veras a un autor determinado, es capaz de tener en su biblioteca personal los libros de ese autor tanto en ediciones en idiomas que conoce como en lenguas que no conoce, en versión original tanto como en traducción o traducciones.

Hay dos clases de lectores. Por una parte, están los que son y quieren ser solamente lectores, llamémoslos puros; y por otra, los que además de lectores son o quieren ser a su vez autores o escritores, es decir, lectores impuros, por amañados. Pero tanto unos como otros son susceptibles de padecer la locura de lector. Esta locura, por cierto, tiene infinidad de modalidades, aunque el hilo conductor que comparten es solo uno, es decir, leer. Y es locura porque el que lee, vive más en los libros que en la vida. Es más, hay momentos en que uno incluso agradecería ser literalmente succionado por la lectura o por algún libro específico y no volver a salir más de entre sus tapas. La actividad de leer, que en mis primerísimos principios de lectora constituyó un terror y por lo mismo una dificultad y una resistencia, una vez vencida se convirtió, más que en un deseo, en obsesión y compulsiva necesidad. Mientras que la locura de la lectura no desconecta del todo del mundo exterior a un lector puro, a un lector impuro lo succiona al más interno de los mundos, que es el de la desconexión con el mundo exterior. Diré algo más: un alienado, que es incapaz de leer precisamente por temor a perderse en un mundo ajeno y desconocido, es menos loco que un lector impuro que lee para acabar perdiéndose precisamente en mundos que, aunque ajenos y desconocidos para otros, para él terminan en transformarse en conocidos y propios.

En mi biblioteca personal tengo de todo, decía. Incluso, libros inexistentes o libros en potencia, como los que me gustaría formar con partes de los otros. Me entretengo ideando antologías. Soy buena lectora de antologías y las recomiendo.

Por lo que hace a mí, con frecuencia me sorprendo imaginariamente sometiendo mis libros a situaciones extremas. No juego a decidir qué libro me llevaría a la isla desierta porque ya jugué, y además porque ahora imagino que la isla es la Atlántida y que el libro que me llevara a la isla y yo misma no tardaríamos en ser succionados por el mar con  todo y la Atlántida, hipotética o real. Pero en cambio, sí me pregunto con qué libros de mi biblioteca me quedaría si, por una situación imprevisible, tuviera que renunciar a la mayoría de ellos o si solo pudiera conservar una mínima parte.

Lo que en síntesis quiero decir es que preferiría no desprenderme de mi biblioteca ni de toda ella ni de ninguna de sus partes. Como se habrá deducido a lo largo de estas líneas, soy incapaz de llegar a una conclusión sensata en cuanto a cómo depurar mi biblioteca para atesorar únicamente lo esencial. La verdad, es que sucede que todos los libros que poseo, resultan fundamentales para mí, pues me declaro incompetente para desprenderme voluntaria y conscientemente de ninguno de ellos, ni siquiera de los que llego a tener por duplicado o por triplicado. Cuando alcanzo este punto de voracidad, sé que debo hacer un viraje en mi razonamiento y admitir que mi biblioteca personal, tal como es, constituye mi mayor riqueza, y que verme sin ella me despoja hasta de la más mínima seguridad que pudiera tener de mi existencia.

Podría preguntarme cuál sería mi biblioteca personal ideal, pero me temo que hacerlo equivaldría a entrar en otro callejón sin salida. Como escritora me ha formado los libros que constituyen mi biblioteca, no los que la podrían o deberían constituir. Así como no hay dos bibliotecas personales iguales, no hay dos escritores que se hubieran formado con los mismos libros, y sin embargo un lector puede admirarlos a los dos y puede asimismo aprender enormemente de ambos aun cuando ellos sean distintos en todo el uno del otro y hasta opuestos y contrastantes; un lector/escritor puede querer aprender de los dos y, con tal de que se incluya a sí mismo en la mezcla, haría bien en intentarlo. En las diferencias de lecturas se encuentran las diferencias de estilos de los escritores. Cada uno crea su mundo de expresión propia y a partir de sus propias lecturas. Cada escritor da a sus lectores sus propias lecturas asimiladas, amalgamadas, concentradas, elaboradas, transformadas.

Mi propia biblioteca personal… habla de mí. Refleja todos mis intereses e incluso me recuerda desde cuándo cada uno de esos intereses despertó en mí. Al repasar los títulos de los volúmenes que los recogen me queda claro qué temas han dado forma a mi curiosidad, y al repasar la historia de los ejemplares en sí, distingo desde cuándo me aficioné no solo a cada uno de los temas que me han llamado la atención, sino a la manera en que los he abordado, que ha sido a través de los libros y de la lectura. Quiero decir que mi biblioteca personal es mi autobiografía; los libros que la integran cuentan mi vida...

...Si el contenido de mi biblioteca habla de mí, su orden grita de mí, podría confesar.

Ignoro de cuántos volúmenes conste mi biblioteca, pero sé que sin mis libros, sin la posibilidad de releerlos, o por lo menos de ojearlos y hojearlos, de arrugarlos contra mi pecho y ponerlos bajo mi almohada, ciertamente no podría vivir.

1/10/11

"Sliding doors"


Esta entrañable película del año 1998, que se ubica dentro del mejor género neorromántico inglés, fue escrita y dirigida por Peter Howitt, y protagonizada por la hermosa GwynethPaltrow, —en una de sus mejores actuaciones—, John Hannah, John Lynch, Jeanne Tripplehorn y Virginia McKenna. 

La vida siempre nos depara sorpresas. A veces las cosas suceden y a veces no. En algunas ocasiones nos gusta imaginar lo que hubiera pasado si tan solo un elemento hubiera sido diferente. Así, GwynethPaltrow encarna a una mujer viviendo desde dos perspectivas diferentes: en una, su existencia cambia por completo; en la otra, las cosas permanecen igual, aunque el destino le tiene preparado otro sendero.  

Helen (Paltrow) es una londinense que mantiene a su novio Gerry (Lynch), novel escritor quien trabaja en su primera obra, pero sin ánimos de terminarla nunca. Una mañana, ella sale rumbo al trabajo, donde es despedida intempestivamente. Mientras esto sucede, Gerry introduce a Lydia (Tripplehorn) al departamento. Helen, deprimida, decide regresar a su casa, por lo que entra a la estación del metro, pero en las escaleras del andén casi tropieza con una niña, obstáculo que le impide alcanzar el vagón, cuyas puertas se cierran justo en su rostro (de ahí el nombre original de la película). Entonces decide tomar un taxi, pero es asaltada y termina en el hospital; cuando al fin llega a casa, la amante se ha ido y no descubre la infidelidad de su pareja, por lo que su rutina sigue como si nada, aunque la mala suerte no deja de perseguirla. 

En la historia paralela, que nace a partir de la escena del metro, Helen esquiva a la niña, consigue detener las puertas y entrar al vagón —donde conoce a James (Hannah)—,  llega a tiempo a casa para encontrar a Gerry con su amante, lo abandona y comienza una nueva vida. Decide reinventarse, darse la oportunidad de salir con James, hombre emprendedor que la impulsa para que se independice abriendo su propio negocio, para finalmente enamorarse del perfecto caballero inglés, pareciendo que la felicidad llegó a ella.

¿Quién no se ha preguntado alguna vez qué habría sido de su vida si en algún punto de la misma hubiera tomado un camino distinto del que tomó, si en lugar de elegir a tal pareja o a ese trabajo, hubiera hecho otra distinta...? A las personas que miran el mundo, se hacen preguntas y gustan de indagar en las corrientes profundas de nuestro misterioso viaje, les encantará el planteamiento en el argumento de este filme; el cual sugiere que, independientemente de las decisiones a las que les atribuimos un efecto trascendente, existen una infinidad de pequeños y soslayados sucesos, detalles y casualidades que pueden influir entre una experiencia a otra, tejiendo así, anónima e invisiblemente, el tapiz de nuestra existencia. 


El final es enormemente enriquecedor, haciéndonos soñar con la idea de que lo bueno que nos sucederá, hagamos lo que hagamos, irremediablemente ocurrirá; que nuestro destino está ahí y solo hay que saber detectarlo; que si algo malo nos pasa, pues seguro es porque algo mejor está aguardando para nosotros.

23/9/11

Sólo estoy solo. En busca del anacronismo perdido


La última reforma a nuestra ortografía, aprobada por la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, no ha dejado de generar controversia, ya que el sentido de la misma es el de buscar simplificar la escritura de nuestro rico idioma, tácitamente asumiendo la postura de Gabriel García Márquez, quien opina:

"Me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvanos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?".

Así, una de las modificaciones más criticadas consistió en la eliminación de la tilde diacrítica en el adverbio "sólo", asimilándolo al adjetivo "solo". Las razones de la reforma se expusieron así:


"La palabra solo, tanto cuando es adverbio (Solo trabaja de lunes a viernes) como cuando es adjetivo (Está solo en casa todo el día) ... son voces que no deben llevar tilde según las reglas generales de acentuación, bien por ser bisílabas llanas terminadas en vocal o en –s...


"No obstante, las reglas ortográficas venían prescribiendo el uso diacrítico de la tilde en el adverbio solo ... para distinguirlos ... del adjetivo solo ... cuando en un mismo enunciado eran posibles ambas interpretaciones y podían producirse casos de ambigüedad, como en los ejemplos siguientes: Trabaja sólo los domingos (‘trabaja solamente los domingos’), para evitar su confusión con Trabaja solo los domingos (‘trabaja sin compañía los domingos’)...

"Sin embargo, puesto que ese empleo tradicional de la tilde diacrítica no opone en estos casos formas tónicas a otras átonas formalmente idénticas (requisito prosódico que justifica el empleo de la tilde diacrítica), ya que tanto el adjetivo solo... son palabras tónicas, lo mismo que el adverbio solo... a partir de ahora se podrá prescindir de la tilde en estas formas incluso en casos de doble interpretación.


"Las posibles ambigüedades son resueltas casi siempre por el propio contexto comunicativo (lingüístico o extralingüístico), en función del cual solo suele ser admisible una de las dos opciones interpretativas. Los casos reales en los que se produce una ambigüedad que el contexto comunicativo no es capaz de despejar son raros y rebuscados, y siempre pueden resolverse por otros medios, como el empleo de sinónimos (solamente o únicamente, en el caso del adverbio solo), una puntuación adecuada, la inclusión de algún elemento que impida el doble sentido o un cambio en el orden de palabras que fuerce una sola de las interpretaciones. En todo caso, estas posibles ambigüedades nunca son superiores en número ni más graves que las que producen los numerosísimos casos de homonimia y polisemia léxica que hay en la lengua...".

En el caso objeto de estas líneas, me permito diferir de la opinión de los miembros de la Academia  ya que la búsqueda de simplificar la ortografía no debe ir acompañada del detrimento en la calidad de la difusión de las ideas, teleología de la escritura, para poder entendernos de igual manera que lo hacemos oralmente.


Si bien estoy de acuerdo en eliminar reglas fuera de uso o que complican la transmisión, no puedo coincidir con un simplificar como meta, tal como lo propone García Márquez, deformando nuestra tradición lingüística en beneficio de quien no se esfuerza por conocer su idioma. Con este modo de pensar, pronto expresiones tales como "q'", "TQM", "xq", "vales1000" u otras similares de continuo uso, podrían ser aceptadas.


En mi opinión, el "sólo" con tilde es una necesidad y no una necedad. La Real Academia dejó la decisión a cada país y México ya la validó, tanto en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de 2010 como con la publicación de la edición nacional de la "Ortografía" en marzo de 2011.

El escritor Javier Marías, miembro de la Real Academia Española, coincide con lo anterior al señalar:

"No sé si una de las funciones, pero desde luego uno de los efectos y grandes ventajas de la ortografía española era, hasta ahora, que un lector, al ver escrita cualquier palabra que desconociera (si era un estudiante extranjero se daba el caso con frecuencia), sabía al instante cómo le tocaba decirla o pronunciarla, a diferencia de lo que ocurre en nuestra hermana la lengua italiana ... del francés ni hablemos: es imposible adivinar qué es lo que uno lee ... El inglés ya es caótico en este aspecto... Este considerable obstáculo era inexistente en español –con muy leves excepciones– hasta la aparición de la última Ortografía de la Real Academia Española, con algunas de sus nuevas normas...


"Lo cierto es que, con las nuevas normas, hay palabras escritas que dejan dudas sobre su correspondiente dicción o –aún peor– intentan obligar al hablante a decirlas de determinada manera, para adecuarse a la ortografía, cuando ha de ser ésta, si acaso, la que deba adecuarse al habla... Y dado que la Academia parece inclinada a facilitarles las cosas a los perezosos e ignorantes suprimiendo tildes, no veo por qué no habría de eliminar también las haches. (Dios lo prohíba, con su hache y su tilde.)...

"La RAE parece tenerle pánico a la posibilidad de elegir en cuestión de tildes (que es algo menor y que no afecta a la sacrosanta 'unidad de la lengua'). Pero es que además es incongruente en eso, porque sí permite dicha opcionalidad en 'periodo' y 'período'... lo mismo como aún puede hacerlo (por suerte) entre 'solo' y 'sólo', 'este' y 'éste', 'aquel' y 'aquél'? La posibilidad de seguirles poniendo tildes a estas palabras no es para mí irrelevante ¿Cómo saber, si no, lo que se está diciendo en la frase 'Estaré solo mañana'? Si se la escribe en un mail un hombre a su amante, la diferencia no es baladí: sin tilde significa que estará sin su mujer; con tilde que mañana será el único día en que estará en la ciudad. No es poca cosa, la verdad. Por menos ha habido homicidios".

Nuestra lengua es rica y bella. Fomentemos su difusión, pero no a costa de una simplificación sin un propósito claro. Oficialmente, nuestra escritura es ahora un poco menos elegante y menos clara.

19/9/11

¿Qué pasó ayer? (Versión mexicana)


Se ha convertido en un ritual, que ya completa una década, el que un grupo de amigos hagamos una peregrinación a la ciudad de Las Vegas, el Disneyland de los adultos contemporáneos, bajo el pretexto de celebrar el aniversario de nuestra independencia, y con el objetivo de estrechar lazos, fincar nuevas amistades y departir fuera de nuestras ocupaciones. De esta manera, lo que empezó como el típico viaje de solteros, hoy se ha convertido en una cofradía de camaradas que año con año abonamos una semilla más a la tradición, reforzando la amistad y el cariño que nos une.

Si bien es cierto que los que acudimos a la puntual cita anual hemos ido cambiando con el tiempo y que hoy ya no somos unos niños, la máxima de todo viaje se cumple en este caso: se disfruta y se discute la preparación del mismo; cada nueva ida es mejor que la anterior y, por último, la interminable cantidad de anécdotas que nos han sucedido son tema recurrente de nuestra conversación al tener oportunidad de reunirnos.

Para los casados o los comprometidos, el asistir implica desde tener la fortuna de que se junte la convención de su grupo de profesionales en las mismas fechas y en el mismo lugar, el tener que asumir compromisos de carácter anual o el invertir sus ganancias en la fina bolsa o en la pulsera compensatoria. ¡Qué importa! Se hace lo que sea necesario para no perdérsela.

¿Qué hacemos? Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas. Puedo apuntar que juntos logramos sumar un año más a esta ceremonia tan entrañable; nos congratulamos con el que ganó y acompañamos en su dolor a quien perdió; reafirmamos el placer de cenar juntos; comparecemos a la tradicional función de boxeo y asistimos a un concierto de los que se arman en esas fechas para mexicanos; se curan las heridas en la alberca del hotel en turno, admirando, solo eso, a las mujeres más bellas que puedan estar juntas en un mismo lugar y momento; y lo más importante, simplemente no se hace nada, ya que es tal la confianza y el respeto que campean, que los horarios no se imponen, cada quien es libre de hacer lo que quiera sin que nazcan absurdos agravios. Eso sí, siempre estamos juntos, pasada la medianoche, alrededor de la mesa de ruleta, con whisky, vodka y ron, esperando que ese negligente ocho negro o el más presto diecisiete, nos den una gran alegría.
                 
Nuestra vida no puede ser lineal, no podemos alimentar la rutina diaria, por más satisfactoria que ésta sea, sin que llegue un momento en que nos sintamos ofuscados y perdidos. El ser humano necesita, de vez en vez, vivir nuevas vidas, charlar de lo que nunca habla y simplemente ser distinto. Así luchamos contra el irremediable destino del conformismo y sumamos, además de arrugas, sonrisas cómplices que delatan una nueva esperanza: que la vida sí tiene un sentido que hace que valga la pena ser vivida.

13/9/11

Entre tirios y troyanos


"Es vano ponerte a escribir si te tiemblan las piernas".

Henry David Thoreau

No puedo negar la cruz de mi parroquia. Soy tuitero y me enorgullece aceptarlo, ya que adoro mi afición y mi adicción. Pero no soy cualquiera, sino que soy de los que han aprendido a definir sus gustos de lectura y escritura, inclinándome por las buenas frases, los aforismos, la poesía, la fina ironía y, en algunos casos, la crítica. Día con día leo algo valioso que hace que valga la pena invertirle tiempo y, a partir de ahí, puede que nazcan magros esfuerzos por plasmar mis ideas.

Un tuitero que se respete a sí mismo no puede dejar de hacer metatuiteratura, es decir, hablar de Twitter, tal como el escritor, alguna vez, expresará sus afectos y desencuentros sobre el libro, los autores y los textos. Un caso excepcional que dignifica lo que se tuitea es el de Juan Villoro (@JuanVilloro56), quien abrió su cuenta el día 18 de marzo de este año, teniendo a la fecha 44 764 seguidores con tan sólo 290 tuits, de los cuales ha dedicado un número importante a escribir de esto, mismos a los que me referí en una entrada anterior.

Sin tener datos ciertos, uno de cada cinco tuits es sobre esta red social, fenómeno que no se había presentado en otros medios de comunicación. Entre otros factores, esto sucede ya que Twitter, en unión de una elitista y vilipendiada aplicación llamada favstar, fomentan una disparatada competencia de egos al tratar de cuantificar la popularidad.

Desafortunadamente, en el tipo de lectura que me gusta es donde la lucha se incrementa. Todo el que escribe tiene el sueño de ser leído y una de las ventajas de ser popular en Twitter es la certeza de que tu mensaje le llegará a alguien. Y el ser conocido no necesariamente deriva de la calidad de lo que posteas, sino de otros factores de carácter subjetivo y variable, que hacen que el tuitero no se concentre realmente en mejorar, al tratar de controlar algo que está fuera de su alcance.

De esta manera, la absurda creencia de que uno vale en razón del número de seguidores, las estrellas que colecta en favstar y la cumbre, entrar en el cuadro de honor de los más grandes tuiteros, es motivo de trifulca diaria, de campañas de boicot y bloqueo, de sesudos estudios sobre el tema, de prácticas que lo único que hacen es saturar nuestra querida herramienta de basura, haciendo que uno observe lo mismo hasta el cansancio y, lo más triste, perder la esencia de esto, que es leer y tratar de escribir bien.

Todos los que tuiteamos, de una u otra manera participamos en este choque de trenes. En algún otro momento describí los errores que he cometido en mi devenir por Twitter y que me llevaron a construir una ética personal, no para dar gusto o imponer algo a cualquiera, sino para delimitar la manera en la que trato de comportarme en esta red social. Pretender imponer un código de conducta es totalmente absurdo e imposible, partiendo de la disyuntiva de encontrar al santo que esté calificado para asumir el cargo de censor.

Dentro de esa loca carrera por ser el mejor, se pierde de vista que dada la innumerable cantidad de ofertas de comunicación, pretender que desde el anonimato se salte a la fama fuera de Twitter, es prácticamente imposible. Además, la competencia, desde un inicio es desigual, ya que en ella han entrado personajes y escritores con más o menos fama, que por el hecho de abrir una cuenta y decir lo que sea, sus admiradores preconstituidos, les aplauden todo.

Por regla general, al usar Twitter, prefiero a los escritores que aquí nacieron a los ya hechos que tuitean por la razón que sea. No quiero decir si son buenas o desagradables personas: en la literatura eso es irrelevante. Mi punto es, que si quiero leer, a guisa de ejemplo, a Gabriel García Márquez, no lo busco en esta red, porque antes de esto ya sabía quién era y que lo que ha escrito se encuentra plasmado en libros. Con los tuiteros pasa lo contrario, tal como lo expongo a continuación:

El hallazgo de un buen tuitero es un placer adicional que proporciona Twitter, por su brevedad, a diferencia de lo que hoy nos sucede en las librerías, los libros y las recomendaciones. Nuestro tiempo es finito y la cantidad de textos por leer es interminable, de tal manera que uno tiene que decantar. En mis lecturas personales tienen preferencia los clásicos, ya que no puedo darme el lujo de desperdiciar mis horarios en algo que a final de cuentas no me gustó. 

El tuitero se abre al aprendizaje y a la crítica; el escritor, con la experiencia del oficio y con las notables excepciones de siempre, lo sabe todo y se siente en el aula, olvidando que esto no es una librería, ni está firmando autógrafos.

Al tuitero, como dije, se le descubre aquí, éste es su espacio vital. En cambio, el escritor es esclavo de sus textos ya publicados; no puede ir a contracorriente ni arriesgar lo mucho o poco ganado fuera de la red. Por esta razón, muchos autores sólo utilizan Twitter como un portal de noticias y enlaces a sus publicaciones.

El relativo anonimato del tuitero le da frescura y mordacidad. El escritor no puede desprenderse de su biografía y de sus compromisos, ya que a final de cuentas es su trabajo.

Para mí, leer un libro es un placer, pero trato de hacerlo con una actitud crítica. Si el texto que leo no me gusta, lo desecho y es difícil que vuelva a invertir en el escritor. El tuitero, sin ganar nada más que alimentar su ego, escribe y quizás acierte, pero un solo yerro le puede costar un democrático unfollow.

Además, el tuitero, en su anonimato, se enfrenta a la absurda costumbre de la reciprocidad que, paradójicamente, implica la no lectura. Es una constante que una persona que pretende que leas sus textos alabe los tuyos; luego, al empezar a seguirlo, por arte de magia la admiración desaparece, y si uno se aburre y lo deja de seguir, de inmediato el otro hace lo mismo, aún manifestando su inconformidad.

Con el escritor sucede lo contrario, ya que no necesita abrir brecha para conseguir lectores. Eso ya lo hizo antes. Lo que me parece inexplicable de muchos seguidores de sarcásticas plumas, son sus loas a un camelo, a un "voy al baño" u otro sinsentido del famoso. Quizá crean que es Sylvia Beach y que les publicará su proyectado Ulysses, lo cual me permito dudar. El tuitero no puede darse ese lujo, ya que como implícitamente no promete nada, la lealtad nunca está asegurada.

Al abrir una cuenta en Twitter, todos estamos en el mismo plano. No allanamos propiedad privada ni le robamos la plaza a nadie. Aquí no hay títulos nobiliarios ni linajes que valgan. Uno debe estar abierto a la crítica a la que se expone cualquiera que publica un texto. Nunca en la historia habíamos tenido la posibilidad de que nuestro pensar fuera leído por tantos. No tiremos a la basura un medio genial de comunicación por vanidades y disputas absurdas. El número de personas que realmente nos lean únicamente depende de nuestro esfuerzo al escribir y de nuestro corazón que nos inspira y nos susurra la palabra.

12/9/11

La metatuiteratura de Juan Villoro


El excelente escritor mexicano Juan Villoro (@JuanVilloro56) abrió su cuenta en Twitter el 18 de marzo de 2011, con un éxito sin igual en su género. Al día de hoy, tiene 152, 646 seguidores con tan solo 459 tuits, todos ellos geniales por cierto; de esta forma, por cada nueva publicación, nuestro personaje suma 632.56 nuevos seguidores, cifra por demás sorprendente.

El autor en comento no se sustrajo al fenómeno que nos atrapa a todos los tuiteros, es decir, hablar de Twitter. Empero, su metatuiteratura es diferente, ya que no incurre en clichés, ni recurre al ataque o la crítica sin sentido. Bueno, por eso es Juan Villoro. Con las disculpas correspondientes, no pude evitar recopilar estas pequeñas joyas, las cuales transcribo a continuación:

En Twitter el silencio se vuelve misterioso de inmediato. Si no escribes en 10 días eres como un novelista que lleva 10 años sin publicar.

Después de ver una obra de Oscar Wilde, un amigo me dijo: "¡Está llena de tuits!".

En otros tiempos el hombre ponía un oído en tierra para saber si se acercaba un tren lejano. Hoy esa locomotora se llama Twitter.

Una bici fija hace pensar que avanzas y Twitter hace pensar que piensas. La ilusión quema calorías.

Los mexicanos caemos pero no sin frases. ¡Twitter es un invento perfecto para el apocalipsis nacional!

Otra ventaja de Twitter: el editor es un aparato amable que nunca te dice lo mucho que le debes.

Twitter te pregunta si estás seguro de que quieres borrar pero no te pregunta si estás seguro de que quieres escribir. Debería ser al revés.
                                                                                                         
El "hashtag" (#) tiene ventajas religiosas: permite crear una secta rápida.

Retuitear nos acerca al budismo: repetimos oraciones recibidas sin esperar la salvación individual.

En el futuro las misas serán electrónicas. Las plegarias tendrán 140 caracteres.

Las nuevas supersticiones 1: Si marcas "unfollow" en martes 13, pierdes seguidores.

2: Tuitear para que no llueva sólo funciona si traes paraguas.

3: Tuitear con gripe descarga el celular.

4: Los tuits románticos sólo funcionan cada 28 días (la luna llena es digital).

5: Tuitear en la iglesia ofende a los santos (se sienten followers de Dios: Los tuits románticos sólo funcionan cada 28 días [la luna llena es digital]).

6: Retuitear en el avión espanta a los ángeles (y quita millas de viajero frecuente).

7: La indiferencia es sexy. Si alguien te gusta, ignórala con pasión. Debe creer que jamás le mandarás un tuit.

8: Después de hacer el amor hay que esperar al menos media hora para volver a Twitter (si no, califica como infidelidad).

9: Todos los seguidores con fantasmas.

10: Dios no recibe tuits, solo los contesta.

¿Qué si me administran mi cuenta? Me declaro incapaz de administrar mi vida interior, pero Twitter pertenece a la vida exterior.

¿Por qué a los lectores de Twitter se les llama "seguidores"? ¿Logrará un tuitero mexicano tener suficientes para reconquistar Texas?

En Twitter todos somos arqueros zen: disparamos sin ver el blanco.

Twitter es el único medio de comunicación que fomenta la discreción: dejé de escribir y aumentaron los seguidores.

Los tuits son como las aceitunas: después de diez, quieres algo más fuerte y menos redondo.

Lichtenberg anticipó Twitter: "Esas son razones espermáticas [...] Pequeñas pero importantes para muchos.

Los mensajes en el refrigerador nos prepararon para Twitter. El cerebro se acostumbró a leer de prisa sabiendo que detrás hay comida.

Los tuits duran más en la mente que en los ojos: lo breve tiene una larga historia.

Tormenta en Twitter: los relámpagos son horizontales.

"No la hagas de tuit", dijo ella. A veces el deseo dura 140 caracteres.

Mi nombre ya estaba tomado en Twitter: ¿un pariente?, ¿un replicante? Con la filosofía te conoces a ti mismo; en la red conoces a tu doble.