No hay día en que no halle en las redes sociales, la prensa escrita, la televisión o en otros medios de difusión, con aberrantes formas de expresión. Lo preocupante del asunto es que, dada la imagen de quien las emita, los receptores puedan llegar a considerarlas correctas. Ejemplos hay muchos, qué tal el tan común dicho "si no compra no mayuge", cuando lo correcto es magulle, o el llamar "lagaña" a la secreción ocular, cuando lo propio es legaña, y así.
Siempre debemos tener presente que la historia del desarrollo de nuestro país ha sido a base de una nefasta imitación extralógica. Después de cuatro siglos de monarquía y escasos doscientos años de independencia, lo único que hicimos fue copiar instituciones, sin meditar sobre lo que necesitábamos y era posible implementar. Cada lugar tiene diferentes características, por lo que, atendiendo a cada caso, las soluciones pueden ser distintas.
El devenir del siglo XIX mexicano nos demostró la estolidez de proceder bajo esa premisa, ya que perdimos la mitad de nuestro territorio y derrochamos un siglo en luchas internas, todo por pretender importar, sin mayor análisis, el modelo de los Estados Unidos de América, demorando nuestro ingreso al concierto del mundo desarrollado.
El panorama jurídico mexicano no ha escapado a esto. Abundan las leyes mal redactadas, contradictorias o francamente ilegibles, que lo único que producen son más litigios, aumento en la carga de trabajo de los juzgados y, lo más grave, impunidad por la falta de aplicación de la norma.
Así, es inexcusable que nuestros gobernantes no conozcan lo que la legislación manda en aquellos lugares donde ejercen, siendo lo más asombroso que muchos de ellos son profesionales del derecho.
Nuestra Constitución, en su artículo 133, dispone:
"Esta Constitución, las leyes del Congreso dela Unión que emanen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República , con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los estados".
Es decir, ninguna norma de las entidades federativas puede estar en contra de lo que dispone nuestra Carta Magna.
"Esta Constitución, las leyes del Congreso de
Es decir, ninguna norma de las entidades federativas puede estar en contra de lo que dispone nuestra Carta Magna.
En ese tenor, el artículo 43 constitucional señalaba que las partes integrantes de la Federación son los estados de: "... Baja California, Baja California Sur ... Coahuila, México, Michoacán ... Veracruz”; en otras palabras, esos son los nombres oficiales de las entidades federativas indicadas.
Al revisar las constituciones locales encontramos lo siguiente: el estado de Coahuila ha sido denominado “Coahuila de Zaragoza”; al estado de Michoacán se le llama “Michoacán de Ocampo”; al estado de Veracruz, arbitrariamente se le nombra como “Veracruz de Ignacio de la Llave ”. Otra insistencia, aunque no la hay en papel, es llamar “Baja California Norte” al estado de Baja California, cuando el único que lleva como diferencia un punto cardinal es el de Baja California Sur.
A México, por ignorancia, se le conoce por el nombre compuesto de "Estado de México", dominando esta tendencia en discursos oficiales, propaganda política y anuncios televisivos. La memez es increíble, ya que la constitución local no contraviene la federal, reiterando el nombre de "México". A manera de ejemplo, Oaxaca se llama así, no "Estado de Oaxaca". El colmo es que nadie repara en la falta de ortografía en que se incurre, ya que "Estado" con mayúscula solo se utiliza para todo el conglomerado nacional, verbigracia, el Estado mexicano; para lo demás, incluyendo el sinónimo de entidad federativa, se escribe con minúscula.
Estas incongruencias solo se han resuelto en el caso de Coahuila, ya que por decreto de fecha 12 de abril de 2011 se modificó el citado artículo 43 de nuestra Constitución para armonizar la denominación local con la federal, por lo que el nombre oficial correcto de dicho estado ya es Coahuila de Zaragoza.
A México, por ignorancia, se le conoce por el nombre compuesto de "Estado de México", dominando esta tendencia en discursos oficiales, propaganda política y anuncios televisivos. La memez es increíble, ya que la constitución local no contraviene la federal, reiterando el nombre de "México". A manera de ejemplo, Oaxaca se llama así, no "Estado de Oaxaca". El colmo es que nadie repara en la falta de ortografía en que se incurre, ya que "Estado" con mayúscula solo se utiliza para todo el conglomerado nacional, verbigracia, el Estado mexicano; para lo demás, incluyendo el sinónimo de entidad federativa, se escribe con minúscula.
Estas incongruencias solo se han resuelto en el caso de Coahuila, ya que por decreto de fecha 12 de abril de 2011 se modificó el citado artículo 43 de nuestra Constitución para armonizar la denominación local con la federal, por lo que el nombre oficial correcto de dicho estado ya es Coahuila de Zaragoza.
Por último, el caso más llamativo es llamar a nuestro país México o República Mexicana, cuando constitucionalmente y en relación con la imitación que señalaba anteriormente, su nombre oficial es el de Estados Unidos Mexicanos, mismo que si a nuestros gobernantes no les gusta, pues basta con que modifiquen la ley fundamental.
Esto que comento podría sonar banal, pero en mi opinión no lo es. A todos nos disgusta que por error o dolo modifiquen nuestro nombre. ¿Por qué entonces permitimos que impunemente se le cambie a los lugares donde nacimos, crecimos y vivimos?
Coincido en que muchas veces nuestra propia "certeza" (ignorancia) de creer saber todo, hace que cometamos errores como el de cambiar nombres o denominaciones. Debemos, como bien dice, defender la manera correcta de expresarnos, de identificar nuestros lugares de nacimiento y residencia, y más que eso, manifestar nuestro descontento con quienes, ejerciendo el poder, modifican a su arbitrio y por su ignorancia o mala imitación, la forma correcta de nuestros componentes estatales, ya en su denominación ya en su organización. Nuestra labor como abogados es ver por el orden jurídico y su respeto, el cumplimiento del derecho y la búsqueda de la justicia, la seguridad jurídica y el bien común de TODA la sociedad.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo y creo que la idiosincrasia de nuestro país y la educación con la que nos forman en casa tiene mucho que ver, crecemos con la idea de que leer y escribir son requisitos obligatorios y aburridos para prepararnos y lograr una "carrera profesional" conseguir un buen empleo y ahí jubilarnos, no se contempla por lo menos en la mayoría de los casos, realizar el ejercicio de la lectura por gusto y no por obligación, el escribir como consecuencia de pensar y expresar de esa manera una realidad particular sobre un determinado asunto, son factores para que la mayoría de la población no sepa expresar lo que quiere decir, ni decir y diga precisamente lo que no debe expresar.
ResponderEliminarTodos estos factores en unión al marco de la educación básica y que nuestros "queridos profesores" nos enseñan a alegrarnos cuanto mas sea largo el periodo vacacional, nos lleva a la reflexión que la mejor manera de conocer la historia del municipio en que vivimos hasta la participación de nuestro país en cuestiones internacionales tiene como aristas el olvidarnos un poquito de la farándula, el fútbol, las telenovelas, los programas dominicales etc. etc. etc. para "educarnos" con un verdadero nacionalismo que parta de la base de conocer la historia y tratar de comprender nuestro presente para poder educar al futuro que serán sin duda alguna nuestros hijos o nietos y aspirar que con ello que el nivel de educación de nuestros políticos, gobernantes, sacerdotes o quien represente la autoridad en el país pueda sentirse obligado a pensar o analizar lo que dice, publica, propone o disponga...
Hoy por hoy...... no hay muchos que se den cuenta y los que sí, estarán eternamente obligados a gritarlo para que el eco del mismo sea escuchado cada vez por mas personas.
Desafortunadamente nuestros legisladores no cuentan con la más mínima responsabilidad ni moral para redactar leyes que sean hechas a la medida de nuestras necesidades, podemos encontrar leyes que son el "copy-paste" de leyes extranjeras que en la mayor parte de las veces, son incompatibles con nuestras leyes vigentes.
ResponderEliminarEn nuestro afán por querer llegar a ser un mejor país, caemos en imitaciones baratas de otras legislaciones y que como sólo son una "adecuación" a nuestro modo de vida, es lógico que muchas veces caemos en la violación de muchas de ellas.
ResponderEliminarY es cierto que para respetarnos los unos a los otros tenemos que crear normas, pero efectivamente crearlas ajustandose a las necesidades de los ciudadanos de nuestro país, lo cual no quiere decir que no debamos tomar en cuenta legislaciones de otros países para redactar las nuestras como un verdadero Derecho Comparado, no como la mala copia de aquellas legislaciones creadas bajo las necesidades de otras naciones.
Hay que empezar por respetar a nuesto país para poder respetarnos nosotros mismos y obligar a los legisladores a que de verdad hagan su trabajo.
Y otra pregunta sería, refiriéndome al decreto del 12 de abril del 2011 que reforma el 43 constitucional ¿por qué no hubo interés de la Federación (en facultades de quién resultará responsable) para hacer hegemónico los ajustes a las 30 entidades faltantes?
ResponderEliminarEs lamentable que algunos de nosostros hayamos caído en tan graves faltas. Espero que con esta explicación podamos ayudarnos a salir adelante.
ResponderEliminarGran parte de nuestro sistema jurídico y de los cambios y decisiones en el mismo se denben al "contentillo" de los dirigentes en turno.
ResponderEliminarTambien creo que hay que llamar a las cosas por su nombre, pero a veces hay que tomar en cuenta las tradiciones y costumbres de aquellos que le dan nuevos nombres a las cosas ya sea por ignorancia o cariño a aquello que quieren y estiman.
ResponderEliminarEs importante llamar a las cosas por su nombre, ya que de no hacerlo, vamos deformando nuestro idioma y origenes.
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