30/7/11

El rock no tiene la culpa



"El rock no tiene la culpa de que su mal humor le haga ver tantos fantasmas, tranquilícese y tómese un relax total"
Miguel Ríos


Seguramente, a todos los que amamos el rock nos resultan familiares grupos como The Doors, INXS, Queen o Nirvana y, aunque suene un tanto extraña la combinación, todos ellos evocan recuerdos, buenos momentos y ecos que marcaron nuestras vidas en algún sentido. No concibo ninguna biblioteca musical que no tenga alguna pieza de ellos.

En todas estas grandes bandas encuentro un denominador común, la muerte del vocalista, algo que ha sido un fantasma a lo largo de sus carreras, que las ha llevado a terminar como una sombra de lo que en sus mejores tiempos fueron.

The Doors, conjunto de rock estadounidense formado en Los Ángeles, California en julio de 1965, se convirtió en uno de los máximos exponentes de la psicodelia de los años sesenta. Es considerado uno de los más influyentes y ha sido descrito como "una de las bandas más innovadoras y poderosas en la historia del rock". Sin embargo, el maravilloso ingenio y carisma del vocalista Jim Morrison, con su buena pinta, presencia magnética, su particular voz y sus pantalones de cuero, lo convirtieron en un ídolo del rock cuya plataforma de proyección estaba por encima de todo el grupo.

Morrison, quien sólo aportaba al grupo algunas de las letras y parte de las melodías, acabó con su vida a los 27 años y, paralelamente, con la vida de The Doors, el 3 de julio de 1971 en la bañera de un departamento de París a causa de un paro cardíaco (o al menos ésa es la versión oficial). Los miembros restantes continuaron por algún tiempo, pero la sombra de "El Rey Lagarto" los destruyó. Al final, Robby Krieger, quizás el cerebro del grupo y autor de la mayor parte de los éxitos, Ray Manzarek, el inmortal tecladista que definió su inconfundible sonido, y John Densmore, tipo de gran talento, no volvieron a sacar un disco valioso y terminaron dando giras en circuitos cerrados, acompañados siempre de un imitador.





INXS fue una banda que vio la luz por primera vez en Perth, Australia, en 1972, de la mano de los hermanos Andrew, Tim y Jon Farris, y al lado de ellos, Garry Gary Beers, Kirk Pengilly y Michael Hutchence, vocalista de gran estampa y voz.

Kick fue el disco que consagró al grupo a finales de los ochenta; la popularidad los acompañó hasta que Hutchence, de apariencia sensual y de gran dominio sobre el escenario, fue hallado muerto el 22 de noviembre de 1997. La versión oficial señalaba que se ahorcó con su cinturón de la puerta de una habitación. A pesar de eso, INXS continuó como grupo reclutando a vocalistas temporales. Los hermanos Farris, quienes eran los autores de la mayoría de los éxitos y los reales motores de la banda, se enfrascaron en una búsqueda infructuosa para encontrar a quien sustituyera a Hutchence, lo que hasta la fecha los mantiene en el ostracismo.





Imposible olvidar a Queen, banda formada en 1971 en Londres, Inglaterra, por el guitarrista Bryan May, el cantante Freddie Mercury, el baterista Roger Taylor y el bajista John Deacon. Es innegable el gran éxito que tuvieron en las décadas de los setenta y ochenta, sin embargo, el fantasma reaparece. El 23 de noviembre de 1991, en una declaración preparada en su lecho de muerte, Mercury confirmó que tenía SIDA. A casi 24 horas de la emisión de la declaración, falleció de una bronconeumonía, ocasionada por el deterioro físico que le provocó la enfermedad.

Era tal la idolatría que proyectaba Mercury que en su honor se celebró el concierto homenaje más emotivo e impactante de la historia, el 20 de abril de 1992 en el estadio de Wembley, colmado por sesenta mil personas y visto en televisión por más de mil millones de seres alrededor del mundo.

No obstante el enorme talento de los tres sobrevivientes, abarcando la composición de muchos de los inmortales hits de la banda, Queen jamás volvió a tener el mismo suceso, opacados por la presencia inmanente del gran Freddie.





Nirvana, banda icono del fenómeno grounge de Seattle, el cual marcó a toda la generación de los noventa, sufrió la misma suerte que los anteriores grupos. Kurt Cobain, el líder, se encontró a sí mismo referido como la voz de una generación, lo que provocó demasiada presión sobre su persona. La corta carrera de Nirvana, (solo tres discos de estudio y el mejor unplugged de la historia), concluyó con el suicidio de Cobain en 1994, pero su popularidad creció aún más en los años posteriores. En 2004 fueron ubicados en el puesto 27 en la lista de los 100 mejores artistas de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone.

En los años posteriores a la muerte de Cobain, sus dos geniales miembros sobrevivientes, Dave Grohl y Krist Novoselic siguieron activos. Grohl grabó una serie de demos que se convirtieron en el álbum debut de los Foo Fighters y Novoselic formó Sweet 75; sin embargo,  nunca volvieron a tocar el cielo como en la época de Nirvana.





El común denominador de estos cuatro casos es que la muerte del vocalista, quizá no el cerebro dentro de lo que fueron grandes bandas, se llevó la fama y el éxito, así como el genio y el carisma a sus respectivas tumbas, dejando huérfanos a los sobrevivientes, tipos de gran calado, pero que nunca pudieron dejar a un lado el peso de la figura con el que compartieron los escenarios. 

Lo que comento no es regla sin excepción. Hay otros casos donde la genialidad de los sobrevivientes pudo sobreponerse a la muerte del líder, como Pink Floyd, los Rolling Stones y ACϟDC. Quizás en otro momento repasaré cada una de las circunstancias particulares a esas agrupaciones.

El rock no tiene la culpa, como canta Miguel Ríos, de los hechos de los hombres. Empero, su historia está llena de este tipo de sucesos, que es lo que le proporciona esa atmósfera de magia y misticismo, que lo vuelve irresistible para todo aquel que se sumerge en ese mundo impredecible y a la vez familiar, ya que esta música es referente de vida, que hace que estas historias formen parte de nuestra propia biografía.

19/7/11

"Somos un instrumento dotado de muchas cuerdas". Julio Ramón Ribeyro


Somos un instrumento dotado de muchas cuerdas, pero generalmente, nos morimos sin que  hayan sido pulsadas todas. Así, nunca sabremos qué música era la que guardábamos. Nos faltó el amor, la amistad, el viaje, el libro, la ciudad capaz de hacer vibrar la polifonía en nosotros oculta. Dimos siempre la misma nota.

16/7/11

"El que sobrevive será siempre un delegado de la muerte". Carlos Fuentes


La primera y la última, dice el maravilloso poema de Gérard de Nerval a Artemisa... «Et c’ést toujours la seule  ou c’ést le seul moment»... Si todas las mujeres que he querido se resumen en una sola, la única mujer que he querido para siempre las resume a todas las demás. Ellas son las estrellas. Silvia es la galaxia misma. Ella lo contiene todo. La belleza. El placer erótico pero también el simple placer de estar juntos, sentarnos a comer, dormir y despertar, caminar, viajar juntos, compartir amigos, discutir dudas, hacer planes, entender defectos, aceptar errores, amarnos incluso por lo que podría irritarnos o disgustamos en nuestras personalidades y conductas. La alegría de tener hijos. La pena de perderlos. La comunión de la memoria. El respeto de los tiempos. Los diferentes gustos. La complementariedad de profesiones, intelectos, emociones: somos distintos y cada cual le da al otro lo que ya no le falta porque lo mío fluye hacia ella como lo de ella fluye hacia mí. La urdimbre de genealogías, amistades, ciudades preferidas, la minucia esplendorosa de comidas, restoranes, nuestra común afición por el cine, el teatro, la ópera. Todo lo que nos une, incluso lo que podría separamos, convertido en punto de encuentro, interrogación y al cabo alianza. Somos muy distintos físicamente. Ella es delicada, dueña chica, rubia y con unos ojos sensuales que cambian del azul al verde y al gris con las horas. Su aspecto es europeo, pero su piel es mate, con un bello fulgor oriental. Su gusto por la ropa es extremo y me deleita. La quiero porque yo soy el hombre más puntual de la tierra y ella, puntualmente, siempre llega tarde. Es parte de su encanto. Hacerse esperar. Los europeos del siglo XVII esperaban que la muerte les llegase de España, para que llegara tarde. No, a ella y a mí nos llegó temprano cuando perdimos a Carlos. Unidos desde siempre, llegó una muerte que nos unió más que nunca. Ella sabe mantener la presencia de Carlos a toda ahora. Yo, menos sensible o más cobarde, he aprendido a convocar a mi hijo, con una fuerza que a mí mismo me sorprende, a la hora de escribir. Es cuando él está a mi lado, sintiendo que en mi esfuerzo cotidiano de trabajo él cumple, de alguna manera, su destino trunco. Sucede así que todo se prolonga y vuelve a encarnar en la unión de una pareja. Dijo Apollinaire que hay quienes mueren para ser amados. En nuestro caso, mi hijo está vivo porque el amor que nos unió (a Silvia, a Carlos, a mí) está vivo en nuestras vidas. Pero es ella, la mujer, la que revela la especificidad e inclusividad del amor. Es ella, Silvia, la que corona mi intento vital de prestar atención, sexual, erótica, política, literaria, fraternalmente. Pon atención o no tendrás derecho a que yo te quiera y tú me quieras. Tomás Eloy Martínez, nuestro entrañable amigo argentino, perdió a su bella mujer Susana Rotcker y escribió un réquiem vivo y adolorido que termina diciendo: «Habría dado todo lo que soy y lo que tengo por estar en su lugar. Me habría gustado verla envejecer. Habría querido que ella me viera morir».

Una pareja no sabe quién sobrevivirá al otro o si ambos morirán juntos. Pero el que sobrevive será siempre, no un doliente, sino un delegado de la muerte. El amor que se delega en la muerte se llama eros. Después de las noches, los días, los años de la carne contigua, su ausencia sólo se suple mediante la imaginación erótica. «El erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte», dice Georges Bataille de la novela de Emily Bronte, Cumbres borrascosas. La sexualidad compromete a la muerte porque reproducirse significa desaparecer. Entender esto es entender la vida erótica después de la desaparición de la pareja. Entender esto es intensificar al máximo la relación sexual en el presente y desbordarla, eróticamente, a todas y cada una de las horas que, físicamente, no regresarán. Pues, ¿no debe haber, aún en el amor más pleno, un anticipo de pérdida que intensifica la presencia actual?

A veces, mirando dormir a Silvia, quisiera robarle el nombre, la apariencia, la experiencia y ser el dueño absoluto de su existencia, el guardián celoso de sus secretos. Sin ella, solo concibo el amor ante un espejo azogado por la memoria. Vuelvo apresurado, inquieto y hambriento, a su proximidad. Trato su cuerpo como si fuese el mío. Aprendo con Silvia a ser, al mismo tiempo, apasionado y respetuoso del cuerpo femenino unido al mío. Sólo la alabo en nombre de la perfección que le otorgo, aunque no la tenga, y que ella me ofrece, aunque no la vea. Todas las noches dejo una nota invisible sobre su almohada que dice «Me gustas».

Las mujeres son pasajeras del alba. Cada una es portadora de un destino diferente. Mi destino fue encontrar a Silvia y convertir el mío en el suyo.

14/7/11

Pequeños apuntes que buscan demostrar la inexistencia del "Estado de México"


No hay día en que no halle en las redes sociales, la prensa escrita, la televisión o en otros medios de difusión, con aberrantes formas de expresión. Lo preocupante del asunto es que, dada la imagen de quien las emita, los receptores puedan llegar a considerarlas correctas. Ejemplos hay muchos, qué tal el tan común dicho "si no compra no mayuge", cuando lo correcto es magulle, o el llamar "lagaña" a la secreción ocular, cuando lo propio es legaña, y así.

Siempre debemos tener presente que la historia del desarrollo de nuestro país ha sido a base de una nefasta imitación extralógica. Después de cuatro siglos de monarquía y escasos doscientos años de independencia, lo único que hicimos fue copiar instituciones, sin meditar sobre lo que necesitábamos y era posible implementar. Cada lugar tiene diferentes características, por lo que, atendiendo a cada caso, las soluciones pueden ser distintas.
El devenir del siglo XIX mexicano nos demostró la estolidez de proceder bajo esa premisa, ya que perdimos la mitad de nuestro territorio y derrochamos un siglo en luchas internas, todo por pretender importar, sin mayor análisis, el modelo de los Estados Unidos de América, demorando nuestro ingreso al concierto del mundo desarrollado.
El panorama jurídico mexicano no ha escapado a esto. Abundan las leyes mal redactadas, contradictorias o francamente ilegibles, que lo único que producen son más litigios, aumento en la carga de trabajo de los juzgados y, lo más grave, impunidad por la falta de aplicación de la norma.
Así, es inexcusable que nuestros gobernantes no conozcan lo que la legislación manda en aquellos lugares donde ejercen, siendo lo más asombroso que muchos de ellos son profesionales del derecho.
Nuestra Constitución, en su artículo 133, dispone: 

"Esta Constitución, las leyes del Congreso de la Unión que emanen de ella y todos los tratados que estén de acuerdo con la misma, celebrados y que se celebren por el Presidente de la República, con aprobación del Senado, serán la Ley Suprema de toda la Unión. Los jueces de cada estado se arreglarán a dicha Constitución, leyes y tratados, a pesar de las disposiciones en contrario que pueda haber en las Constituciones o leyes de los estados".

Es decir, ninguna norma de las entidades federativas puede estar en contra de lo que dispone nuestra Carta Magna.
En ese tenor, el artículo 43 constitucional señalaba que las partes integrantes de la Federación son los estados de: "... Baja California, Baja California Sur ... Coahuila, México, Michoacán ... Veracruz”; en otras palabras, esos son los nombres oficiales de las entidades federativas indicadas.
Al revisar las constituciones locales encontramos lo siguiente: el estado de Coahuila ha sido denominado “Coahuila de Zaragoza”;  al estado de Michoacán se le llama “Michoacán  de Ocampo”; al estado de Veracruz, arbitrariamente se le nombra como “Veracruz de Ignacio de la Llave”. Otra insistencia, aunque no la hay en papel, es llamar “Baja California Norte” al estado de Baja California, cuando el único que lleva como diferencia un punto cardinal es el de Baja California Sur.

A México, por ignorancia, se le conoce por el nombre compuesto de "Estado de México", dominando esta tendencia en discursos oficiales, propaganda política y anuncios televisivos. La memez es increíble, ya que la constitución local no contraviene la federal, reiterando el nombre de "México". A manera de ejemplo, Oaxaca se llama así, no "Estado de Oaxaca". El colmo es que nadie repara en la falta de ortografía en que se incurre, ya que "Estado" con mayúscula solo se utiliza para todo el conglomerado nacional, verbigracia, el Estado mexicano; para lo demás, incluyendo el sinónimo de entidad federativa, se escribe con minúscula.

Estas incongruencias solo se han resuelto en el caso de Coahuila, ya que por decreto de fecha 12 de abril de 2011 se modificó el citado artículo 43 de nuestra Constitución para armonizar la denominación local con la federal, por lo que el nombre oficial correcto de dicho estado ya es Coahuila de Zaragoza.
Por último, el caso más llamativo es llamar a nuestro país México o República Mexicana, cuando constitucionalmente y en relación con la imitación que señalaba anteriormente, su nombre oficial es el de Estados Unidos Mexicanos, mismo que si a nuestros gobernantes no les gusta, pues basta con que modifiquen la ley fundamental.
Esto que comento podría sonar banal, pero en mi opinión no lo es. A todos nos disgusta que por error o dolo modifiquen nuestro nombre. ¿Por qué entonces permitimos que impunemente se le cambie a los lugares donde nacimos, crecimos y vivimos? 

11/7/11

"Me gusta que me mientas, no permitas que se te note". Erika Martínez

Después del yo también
tu sonrisa se vuelve
como la infancia
del cine: muda,
en blanco y negro.
Me gusta que me mientas,
no permitas que se te note.

10/7/11

"Los vivos no somos más que muertos que aún no hemos entrado en funciones". Marcel Proust


Quizá no hubo días en nuestra infancia más plenamente vividos que aquellos que creímos dejar sin vivirlos, aquellos que pasamos con un libro favorito. Todo lo que, al parecer, los llenaba para los demás, y que rechazábamos como si fuera un vulgar obstáculo ante un placer divino: el juego al que un amigo venía a invitarnos en el pasaje más interesante, la abeja o el rayo de sol molestos que nos forzaban a levantar los ojos de la página o a cambiar de sitio, la merienda que nos habían obligado a llevar y que dejábamos a nuestro lado sobre el banco, sin tocarla siquiera, mientras que, por encima de nuestra cabeza, el sol iba perdiendo fuerza en el cielo azul, la cena a la que teníamos que llegar a tiempo y durante la cual no pensábamos más que en subir a terminar, sin perder un minuto, el capítulo interrumpido...

...Y alguna vez en casa, en mi cama, mucho después de la cena, las últimas horas de la jornada abrigaban también mi lectura, aunque esto solo sucedía los días en que había llegado a los últimos capítulos de un libro, en que ya no quedaba mucha lectura para llegar al final. Entonces, afrontando el riesgo al castigo si llegaba a ser descubierto y el insomnio que, una vez terminado el libro, podía llegar a prolongarse durante toda la noche, en cuanto mis padres se habían acostado volvía a encender la lámpara...

...Una vez leída la última página, el libro estaba acabado. Había que frenar la loca carrera de los ojos y de la voz que los seguía en silencio, deteniéndose únicamente para volver a tomar aliento con un profundo suspiro. Entonces, para conseguir con otros movimientos calmar los tumultos desencadenados en mí desde hacía tanto tiempo, me levantaba, me ponía a andar a lo largo de la cama, con los ojos todavía fijos en algún punto que en vano hubiéramos buscado dentro de la habitación o fuera de ella pues estaba situado a una distancia anímica, una de esas distancias que no se miden por metros o por leguas, como las demás, y que es por otra parte imposible confundir con ellas cuando se mira a los ojos "perdidos" de aquellos que están pensando "en otra cosa". Entonces, ¿qué es lo que pasaba? ¿Aquel libro no significaba nada más? Aquellos seres a los que habíamos prestado más atención y ternura que a las personas de carne y hueso, no atreviéndonos nunca a confesar hasta qué punto los amábamos, e incluso cuando nuestros padres nos sorprendían leyendo y parecían reírse de nuestra emoción, cenando el libro con una indiferencia afectada o un aburrimiento fingido; aquellas personas por las que habíamos temblado de emoción y sollozado, no volveríamos a verlas, no volveríamos a saber ya nada de ellas... Nos hubiera gustado tanto que el libro continuara y, en el caso de que esto fuera imposible, saber alguna cosa más de todos aquellos personajes, conocer algo de sus vidas, emplear la nuestra en cosas que no fuesen tan ajenas al amor que nos habían inspirado y cuyo objeto de pronto nos faltaba, no haber amado en vano, durante una hora, a unos seres que mañana no serían más que un nombre sobre una página olvidada, en un libro sin relación con la vida y sobre cuyo valor nos habíamos equivocado completamente puesto que su función aquí en la tierra, ahora lo comprendíamos y nuestros padres nos lo hubieran hecho saber, si hubiera sido preciso, con una frase desdeñosa, no era en absoluto, como habíamos creído, la de contener el universo y el destino, sino la de ocupar un lugar bastante limitado en la biblioteca... 

...Y es ésta, efectivamente, una de las grandes y maravillosas cualidades de los bellos libros (y que nos hará comprender el papel a la vez esencial y limitado que la lectura puede desempeñar en nuestra vida espiritual) algo que para el autor podría llamarse "Conclusiones" y para el lector "Incitaciones". Somos conscientes de que nuestra sabiduría empieza donde la del autor termina, y quisiéramos que nos diera respuestas cuando todo lo que puede hacer por nosotros es excitar nuestros deseos. Y esos deseos, él no puede despertárnoslos más que haciéndonos contemplar la suprema belleza que el último esfuerzo de su arte le ha permitido alcanzar. Pero por una singular ley, providencial por añadidura, de la óptica de la mente (ley que significa tal vez que no podemos recibir la verdad de nadie y que debemos crearla nosotros mismos), aquello que es el término de su sabiduría no se nos presenta más que como el comienzo de la nuestra, de manera que cuando ya nos han dicho todo lo que podían decirnos surge en nosotros la sospecha de que todavía no nos han dicho nada. Por lo demás, si les planteamos cuestiones que no pueden resolver, les estamos pidiendo también respuestas que no nos aclararían nada. Pues no es más que una consecuencia del amor que los poetas despiertan en nosotros por lo que concedemos una importancia literal o cosas que no son para ellos más que la expresión de emociones personales…

...Tal es el valor de la lectura y ésta es también su insuficiencia. Es conceder un papel demasiado grande, a lo que no es más que una iniciación, erigirla en disciplina. La lectura se encuentra en el umbral de la vida espiritual; puede introducirnos en ella; pero no la constituye…

...Mientras la lectura sea para nosotros la iniciadora cuyas llaves mágicas nos abren en nuestro interior la puerta de estancias a las que no hubiéramos sabido llegar solos, su papel en nuestra vida es saludable… 

...Sin duda, la amistad, la amistad que con respecto a los individuos es algo frívolo, y la lectura es una amistad. Pero al menos es una amistad sincera, y el hecho de que se profese a un muerto, a un ausente, le da algo de desinteresado, algo casi conmovedor. Se trata además de una amistad desprovista de todo aquello que afea las demás amistades. Como en el fondo todos nosotros, los vivos, no somos más que muertos que todavía no hemos entrado en funciones, todos esos cumplidos, todas esas reverencias en el vestíbulo que llamamos deferencia, gratitud, afecto, con las que mezclamos tantas mentiras, son inútiles y fastidiosas. Más aún desde las primeras relaciones de simpatía, de admiración, de agradecimiento, las primeras palabras que pronunciamos, las primeras cartas que escribimos, tejen a nuestro alrededor los primeros hilos de un entramado de hábitos, de una manera de comportarnos, de los que ya no podremos desembarazarnos en las amistades siguientes; sin contar que durante todo ese tiempo las palabras excesivas que hayamos pronunciado permanecen como letras de cambio que deberemos pagar, o que pagaremos más caro todavía con toda una vida de remordimientos el haber dejado protestarlas. En la lectura, la amistad a menudo nos devuelve su primitiva pureza. Con los libros, no hay amabilidad que valga. Con estos amigos, si pasamos la velada en su compañía, es porque realmente nos apetece. A menudo tener que dejarlos contra nuestra voluntad. Y una vez nos hemos ido, ni sombra de esos pensamientos que echan a perder la amistad: ¿Qué habrán pensado de nosotros?  ¿No habremos estado faltos de tacto?  ¿Hemos gustado?, y el miedo a que prefieran a cualquier otro. Todos estos sobresaltos de la amistad desaparecen en el umbral mismo de esta amistad pura y tranquila que es la lectura ... cuando nos aburre, no nos preocupa parecer aburridos, y cuando estamos definitivamente cansados de su compañía, le devolvemos a su sitio sin miramientos... La atmósfera de esta amistad pura es el silencio, más puro que la palabra. Pues solemos hablar para los demás, y en cambio nos callamos cuando estamos con nosotros mismos. Además el silencio no lleva, como la palabra, la marca de nuestros defectos, de nuestros fingimientos. El silencio es puro, es realmente una atmósfera. Entre el pensamiento del autor y el nuestro no interpone esos elementos irreductibles, refractarios al pensamiento, de nuestros diferentes egoísmos. El lenguaje mismo del libro es puro (si el libro merece este nombre), transparente merced al pensamiento del autor que le ha aligerado de todo lo accesorio hasta conseguir su imagen fiel; cada frase, en el fondo, se parece a las otras, pues todas son pronunciadas con la misma inflexión de una personalidad; de ahí esa especie de continuidad, que las relaciones de la vida y aquellos elementos extraños que se mezclan con el pensamiento excluyen, permitiendo enseguida seguir la línea misma del pensamiento del autor, los rasgos de su fisonomía que se reflejan en este sereno espejo. 

A veces nos encontramos a gusto en su compañía sin necesidad de que sean admirables, pues supone un gran placer para el espíritu contemplar estas pinturas profundas y profesarles una amistad sin egoísmo, sin frases hechas, desinteresada…

9/7/11

"¿Cuántos años deben vivir algunos antes de que se les conceda ser libres?". Bob Dylan



¿Cuántos caminos tiene que andar un hombre antes de que le llames hombre?
¿Cuántos mares tiene que surcar la paloma blanca 
antes de poder descansar en la arena? 
Sí, ¿y cuánto tiempo tienen que volar las balas de cañón 
antes de que sean prohibidas para siempre? 
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. 

Sí, ¿y cuántos años puede existir una montaña 
antes de ser bañada por el mar? 
Sí, ¿y cuántos años deben vivir algunos 
antes de que se les conceda ser libres? 
Sí, ¿y cuántas veces puede un hombre volver la cabeza 
fingiendo no ver lo que ve? 
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento. 

Sí, ¿y cuánto tiempo tiene un hombre que mirar hacia arriba 
antes de que pueda ver el cielo? 
Sí, ¿y cuántos oídos tiene que tener un hombre 
para que pueda oír a la gente gritar? 
Sí, ¿y cuántas muertes se aceptarán, hasta que se sepa 
que ya ha muerto demasiada gente? 
La respuesta, amigo mío, está flotando en el viento.













7/7/11

"La naturaleza de este mundo es la absoluta indiferencia". Albert Caraco


Pues la naturaleza de este mundo es la absoluta indiferencia, y es además el deber del filósofo parecerse a la naturaleza de este mundo, sin dejar de ser el hombre que no podrá dejar de ser: la coherencia, la mesura y la objetividad tiene este precio. Todos los problemas serían resueltos por la objetividad, la mesura y la coherencia, pero como la mayor parte de los hombres son incapaces de ello, todos los problemas permanecen insolubles, la catástrofe es para siempre la única escuela donde los indignos recibirán las enseñanzas que la tontería y la locura les merecen. No podemos transformar a los sonámbulos en videntes ni dar a probar la luz a estos ciegos de nacimiento, la ley del orden es que la masa de perdición no será salvada y aquella se consuela por su pérdida engendrando hasta perder el aliento, con el fin de ser innumerable y de abastecer, sin cansancio, a una legión de víctimas. Entrevemos lo que nos espera y ajustamos nuestra conducta a lo que nuestros ojos nos enseñan, pero esto también prueba que la mayor parte de los mortales no distingue nada y que no sale de su sueño más que para caer en la desesperanza, ellos que no tienen otra ley que la de sufrir eso que no entienden.

6/7/11

"Vivir por siempre". Noel Gallagher



Quizá no quiero saber
cómo crece tu jardín,
solo quiero volar.

En las mañanas lluviosas,
¿has sentido últimamente el dolor
que te cala hasta los huesos?

Quizá solo quiero volar,
quiero vivir, no quiero morir,
quizá solo quiero respirar,
quizá no tengo fe,

quizá tú eres igual que yo,
ya que vemos cosas

que los demás nunca verán,
tú y yo viviremos por siempre.


Quizá nunca seré
todas las cosas que quiero ser,

pero ahora no es tiempo de llorar,
es tiempo de encontrar el porqué.

"Elimina la ambigüedad del amor y matarás el hechizo". Pascal Bruckner


Una misma obsesión afecta tanto a los liberadores del deseo como a los defensores de las buenas costumbres, la de curar. El sentimiento de sus tabúes para unos, la sociedad del hedonismo para los otros. Pero nuestras pasiones siguen rebeldes a la vulgata progresista que amonesta y a la vulgata nostálgica que fustiga; se despliegan, indiferentes al hecho de saber si son morales o están conformes con el sentido de la historia. No nos echaremos atrás sobre los logros del feminismo, pero tampoco terminaremos con la vieja dramaturgia del flechazo, de la pareja, de la fidelidad. El amor no padece ninguna enfermedad, es por completo lo que debe ser en cada instante, con sus abismos y sus esplendores. Sigue siendo esa parte de la existencia que no controlamos, reacia a los alistamientos, refractaria a las ideologías. No lo salvaremos de las heridas que lo afectan, de las exclusiones que practica; sigue siendo impuro, hecho de oro y de barro, un hechizo ambiguo. Elimina la ambigüedad y matarás el hechizo. Hay que conservar de él lo que tiene de bueno, su vitalidad, su poder de tejer vínculos, su aprobación dionisiaca de la vida, a la vez exquisita y dolorosa. Y encontrar en la falta de solución interminable de sus males el encanto de una posible solución. Sabiduría del amor, sacralidad del corazón, trascendencia de la esfera privada, es grande la tentación de anexionar, como en el siglo XVIII este sentimiento al círculo de la razón, del sentido o de la ética. Sin embargo, no hay ninguna necesidad de trenzarle tantos laureles; se defiende muy bien él solo. Hay progreso en la condición de los hombres y las mujeres, hay perfectibilidad del individuo, pero no hay progreso en amor. Siempre formará parte del ámbito de la sorpresa. Es la buena noticia de este siglo que empieza.

Al llegar al atardecer de nuestra vida, tenemos la sospecha de que a veces hemos actuado mal. No hemos utilizado las palabras adecuadas para el amigo que las necesitaba, para el niño que se nos había confiado, hemos abandonado a seres desgraciados, hemos herido a nuestros seres queridos. Unas veces hemos sido cobardes y mezquinos, pero otras veces nobles y generosos. Ésa es la abundancia del corazón: que, en medio de tanta bajeza, sea capaz de hacernos mejores, de elevarnos por encima de nosotros mismos. A todos los atenazados por el miedo a la decepción o a la burla hay que repetirles: no se  averguencen de nuestras contradicciones o de ser lo que son, ingenuos, sentimentales, fieles o volubles. ¡No se dejen intimidar¡ No hay un único camino hacia la felicidad.

Amamos tanto como los hombres pueden amar, es decir, imperfectamente.

5/7/11

"Todo es tan terso que mis lágrimas se sublevan". Alejandra Pizarnik

Mi amor se amplía.
Es un paracaídas perfecto.
Es un clic que se exhala y
su pecho se hace inmenso.
Mi amor no ruge
no clama
no ruega
no ríe.
Su cuerpo es un ojo.
Su piel un mapamundi.
Mis palabras perforan la
última señal de su nombre.
Mis besos son anguilas que él
se ufana en dejar resbalar.
Mis caricias un chorro reminiscente de
música sobre fuentes de Roma.
Nadie pudo huir aún de su territorio
anímico.
No hay rutas ni pliegues ni insectos.
Todo es tan terso que mis lágrimas se sublevan.

Mi creación es una mojigatería junto a
su rubio carromato.
En estos momentos el tintero alza vuelo y
enfila hacia linderos inacalables de
mosquitos haciendo el amor.
Suena el fatídico sonido. Ya no vuelo.
Es mi amor que se amplía.

3/7/11

El lujo de tener enemigos




Leí un texto en la revista El País Semanal, que llamó mi atención. La siguiente reflexión era el preludio del mismo: "El daño que nos hacen otros provoca rencor o deseos de venganza. Pero sin perdón y olvido, el resentimiento controla nuestras vidas".

El artículo se titulaba “La ira nos esclaviza”, el cual provocó una reacción contraria de una lectora, quien la defendía como una aversión válida, lo que me hizo meditar si el odio, la ira, el rencor y el resentimiento son sentimientos negativos o positivos y si existe la posibilidad de controlarlos a placer.

El ser humano recibe únicamente lo que da. Esa parece ser la regla en un mundo egoista como el que nos tocó vivir. Nuestros pensamientos y nuestras acciones se revierten tarde o temprano con una exactitud sorprendente. 

El odio es una emoción que se hace enormemente atractiva a cierto tipo de personalidades. Además, siendo la más simple de ellas, también puede ser el sentimiento más pleno, ya que provee de un significado a la vida, algo a qué oponerse o a qué culpar para aliviar el sentido de frustración y de fracaso o para no asumir las consecuencias de nuestras acciones. Para algunos, es una actitud de vida, una manera de brillar, llamando la atención con un eterno rencor contra todo y contra todos, aunque la incongruencia resalte una y otra vez. La indiferencia es la peor humillación que puede infringirse a este tipo de personajes.

Cuando culpamos a los demás de nuestra ira, nos permitimos ser esclavos y víctimas de ellos. Se odia cuando nos humillan, lastiman o por el incumplimiento de ciertas expectativas; si no podemos expresar el odio, éste se nos queda y puede ser el origen de muchas patologías. Así, el mismo debe ser sentido y expresado de una manera inteligente, para no envenenarnos, evitando caer en un círculo vicioso que nos impida estar en paz.

Frecuentemente, cuando nos han defraudado, herido o traicionado, sentimos que tenemos que hacer pagar. Creemos que así haremos justicia y esa rabia nos mantiene atados a la persona que nos ofendió. En vez de disculparla y dejarla ir, nos ligamos más a ella, nutriendo el resentimiento. Hay quien dice, bajo esta premisa, que "el único remedio contra el dolor es la venganza".

La palabra odio conlleva a escribir del perdón. Perdonar y perdonarnos, aceptando lo que ha ocurrido. Dejar atrás el pasado y continuar nuestro camino. El pasado se fue y ahora lo que tenemos es el presente. No lo perdamos alimentando rencores de lo que habría podido ser y no ocurrió. No permitamos que nuestra memoria lo recicle una y otra vez. 

El perdón no implica un borrón y cuenta nueva. A la gente negativa debemos dejarla de lado, ya que tarde o temprano intentará hacer más profunda la herida. La dispensa, para mí, implica redención, olvido y capacidad de ver las cosas de manera positiva, tratando de obtener una nueva enseñanza.

Si bien estamos programados para odiar, eso no implica llegar hasta la venganza material, ya que como bien decía Gandhi "ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego". Aprendamos a desahogarnos, a sentir ese odio y a deshacernos de él. El cambio depende de nosotros: debemos ser capaces de perdonar y seguir adelante con la vida sin cargar con lastres que nos hacen vivir en el pasado e impiden gozar del presente. Si libres somos, tomemos el control de nuestra existencia y, si vamos a tener enemigos, hay que darse el lujo de escogerlos. 

Bill Clinton telefoneó a Nelson Mandela dos horas después de que saliera de la prisión, tras 27 años encarcelado en Robben Island, y le preguntó acerca de su actitud al eximir a sus verdugos con facilidad. Mandela respondió que si les odiara, seguirían controlándole. Si lo hacemos, nos mantenemos atados a las personas que nos han ofendido. Perdemos nuestra libertad, bloqueamos nuestra creatividad, alimentando la frustración y la rabia. Hay demasiada violencia en el mundo como para seguir alimentándola

Al cuestionar a Ela Gandhi qué había aprendido de su padre, dijo, entre muchas otras cosas: "Si quieres vencer a tu enemigo, ámalo". En ese amor hay compasión. En la compasión hay perdón sin rencor. Acepta y se mantiene abierto. Con el tacómetro en cero, estaremos listos para regresar a la carrera.