10/9/12

¿Estamos seguros de que leímos lo que decimos que leímos?


Hace unos días, en un taller literario, analizábamos el bello libro de Rainer Maria Rilke, Cartas a un joven poeta. Al pedirme mi opinión sobre él, mencioné que entre tanto, me había gustado la alusión que en la Carta VI el poeta hace al Dios futuro, ese Dios que tal vez todavía no haya sido, y puede que esté adelante, en el porvenir, idea que después retomará Martin Heidegger.

Mi sorpresa fue mayúscula, ya que pensaba que mi comentario era puntual; cuando la moderadora del grupo me indicó que ese tema no lo mencionaba Rilke, dando a entender que me había confundido de lectura. Siendo mi tozudez mayor, insistí en mi aserto, lo que nos llevó a comparar los libros sobre los que habíamos hecho la lectura, resultando que todo el grupo leímos lo mismo pero en traducciones distintas. Esto no tendría mayor trascendencia si el contexto fuera el mismo pero, como producto de la comparación, hallamos párrafos enteros de la obra con contenidos totalmente diversos. Lo anterior lo ejemplifico asì:

CARTA I

Podría ser que, tras ese descenso hacia si mismo y hacia su soledad, debiera renunciar a convertirse en poeta (para ello, para prohibirse a usted mismo escribir, bastaría sentir que puede vivir sin hacerlo). Pero aún así, este recogimiento que le aconsejo no habrá sido en vano. Su vida hallará desde ese momento sus propios caminos y mi deseo de que éstos sean buenos, amplios y ricos, va mucho más allá de lo que puedo expresar.[1]



CARTA I

Podría ser que después de este descenso hacia sí mismo, en su soledad individual, debiese renunciar a convertirse en poeta (bastaría, considero, sentir que se puede vivir sin escribir para que haya que prohibirse la escritura). De cualquier modo, esta inmersión pido a usted, no habrá sido vana. Su vida le deberá a ella sus caminos. Que esos caminos le sean buenos, felices y extensos, se lo deseo más de lo que sabría expresar.[2]

CARTA I

Pero quizá, después de ese descenso en sí y en su soledad, deba renunciar a llegar a ser poeta (basta, como he dicho, sentir, que se podría vivir sin escribir para no deber hacerlo en absoluto). Sin embargo, tampoco entonces habrá sido en vano este viraje que le pido. En cualquier caso, a partir de ahí, su vida encontrará caminos propios, y le deseo que sean buenos, ricos y amplios, mucho más de lo que puedo decir.[3]

También, las diferencias de traducción se evidencian en los siguientes párrafos de la carta VI:

CARTA VI

Y si le inquieta y le importuna pensar en la infancia, y en todo lo sencillo y plácido que con ella se relaciona, porque no puede ya creer en Dios, del que toda su infancia está llena, pregúntese querido señor Kappus, si realmente a perdido usted a Dios. ¿No será más bien, que nunca lo poseyó? ¿Cuándo lo poseyó verdaderamente? ¿cree usted que un niño puede tener a aquel que los hombres llevan penosamente, y cuyo peso agobia a los ancianos? ¿Cree usted que quien en verdad lo tenga puede perderlo como quien pierde un guijarro? ¿No cree usted mejor que si alguien lo tuviera podría solo ser perdido por El? ¿Pero si usted reconoce que Dios no estaba en su infancia, e incluso, que El no estaba antes con usted, si presiente usted que Cristo fue alucinado por su anhelo y Mahoma engañado por su orgullo, y si siente con terror en este momento en que hablamos de El, que Dios no existe, ¿qué derecho tiene entonces a echarlo de menos, a El que nunca existió, y a buscarlo como si estuviera perdido?

Por qué no piensa que Él es el Venidero, el que desde toda la eternidad está por llegar, que es el futuro, el futuro de un árbol cuyas hojas somos nosotros? ¿qué le impide proyectar su nacimiento a los tiempos que serán, y vivir su propia vida como un día doloroso y hermoso en la historia de un embarazo sublime? ¿No ve usted, que todo lo que sucede es siempre un principio? ¿No podría ser el principio de Él? Hay siempre tanta belleza en todo principio… Si Él es el más perfecto, ¿no debería preexistir algo inferior para que Él pueda escoger su sustancia entre la plenitud y la abundancia? ¿No debe ser el último, para abarcarlo todo en sí? Y ¿qué sentido tendríamos nosotros si Aquel a quien anhelamos ya hubiera existido?[4]

CARTA VI

Si usted siente angustias y tormentos al evocar su infancia en todo aquello que tiene de simple y secreto, porque usted no puede ya creer en Dios, con quien se encuentra a cada paso, entonces pregúntese, querido señor Kappus, si ha perdido usted verdaderamente a Dios. ¿No sería mejor reconocer que nunca lo ha tendido? ¿Cuándo, en efecto, lo poseyó usted verdaderamente? ¿Cree usted que el niño puede tenerlo en sus brazos? El, a quien el hombre hecho carga con tanto esfuerzo y cuyo peso abruma al anciano de tal manera? ¿Cree usted, que quien lo posee podría perderlo como quien pierde un guijarro? ¿No cree usted, mejor, que quien posee a a Dios se a arriesga a ser perdido por Dios? Pero si usted reconoce que Dios no estaba en su infancia, y aun, que Él no estaba antes que usted, si usted presiente que Cristo fue engañado por su amor, como Mahoma lo fue por su orgullo, y si usted siente con terror, en este mismo instante, cuando hablamos de Él, que Dios no existe, ¿cómo entonces le faltara Él, como si a usted le faltara un pasado, porque él jamás ha estado? ¿y por qué buscarlo, como si lo hubiera perdido? 

¿Por qué no pensar que Él es el que vendrá, el que debe ir a de toda eternidad, que Él es el futuro, el fruto maduro de un árbol del que nosotros somos las hojas? ¿Quién entonces le impide proyectar su venida en lo porvenir y vivir su vida como uno de esos días dolorosos y bellos de una espera sublime? ¿No ha visto usted que todo aquello que ocurre es siempre el principio? ¿No podría ser el principio de Él? Hay tanta belleza en todo aquello que da principio…. Siendo Él perfecto, ¿no debería estar precedido de los más perfectos cumplimientos con el fin de que pueda extraer su substancia de la plenitud y la abundancia? ¿No sería necesario – después de todo – para comprender y contener todo? ¿Qué sentido tendría nuestra búsqueda si Aquél a quien buscamos perteneciera ya al pasado.[5]

CARTA VI

Y si a usted le da miedo y le atormenta pensar en la niñez y en lo sencillo y silencioso que va con ella, porque usted ya no puede creer en dios. Que aparece allí por todas partes, entonces pregúntese, querido señor Kappus, si realmente ha perdido a Dios. ¿No es más bien que todavía no le ha poseído nunca? Pues ¿cuándo tendría que haberle poseído? ¿Cree usted que un niño pude tenerle en brazos, a Aquel que los hombres sólo llevan con fatiga, y cuyo peso aplasta a los ancianos? ¿Cree usted que quien realmente le tiene podría perderle como una piedrecilla, o no cree usted también que quien le tuviera sólo podría ser perdido por Él? Pero si usted reconoce que no estaba en su niñez, y tampoco antes, si presiente que Cristo se engañó por su anhelo y Mahoma por su orgullo, y si siente usted con espanto que tampoco está ahora en esta hora en que hablamos de el, ¿Qué le justifica entonces para echar de menos como alguien pasado a quien nunca estuvo y buscarle como si hubiera perdido? 

¿Por qué no piensa usted que Él es el que viene, el que surge desde la eternidad, el futuro, el fruto de un árbol cuyas hojas somos nosotros? ¿Qué le impide a usted proyectar su nacimiento hacia los tiempos venideros y vivir su vida como un día doloroso y hermoso en la historia de una gran preñez? ¿No ve usted entonces cómo todo lo que ocurre vuelve a ser principio, una vez y otra? ¿Y no podría ser su principio, si el principio es siempre tan hermoso en si? Si el más perfecto, ¿no debe haber algo más escaso antes que él, para que él se pueda seleccionar a partir de la plenitud y el rebose? ¿No debe ser él el último, para abarcarlo todo en si, y qué sentido tendríamos nosotros si el que anhelamos ya hubiera sido?[6]

Una vez mostrada la evidente diferencia entre las tres versiones, propongo que ahondemos un poco en las complejidades que entraña la labor del traductor, y cómo el lector puede responderse ciertas dudas; o plantearse ciertas preguntas.

La traducción, según Walter Benjamin, es un ‘lenguaje a mitad de camino entre la teoría y la obra literaria’[7]. Es decir, no podemos hablar de la traducción como una práctica acotada, sino como una suma de procesos hermenéuticos orientados a la reproducción de una experiencia de sentido. Intentar decir ‘lo mismo’ en un idioma que en otro.

Una de las metáforas recurrentes para referirse a un proceso de traducción es la del viaje: existe un punto de partida y un punto al que se quiere llegar. Hay un documento ‘original’ a punto de reproducirse. Es el traductor quien emprende una labor intermediaria para que el proceso se lleve a cabo. Pero, ¿a qué debe atender un traductor? ¿Cuáles son sus responsabilidades? ¿Se convierte en ‘coautor’ de la obra que traduce? 

En principio, la herramienta de la que dispone el traductor es el texto. Muchos traductores olvidan que el texto es, por antonomasia, un dispositivo de producción de sentido y de significados que se pone en marcha en cada lectura. El traductor atiende a una doble responsabilidad: la de lector y la de intérprete. 

Hans George Gadamer, piensa que cuando se traduce una obra de arte literaria de un idioma a otro, no basta con la ‘legibilidad’ de la traducción. Desde el punto de vista de Gadamer, no existe diferencia significativa entre una ‘buena’ y una ‘mala’ traducción. Para él, la lectura y la traducción son actividades equivalentes, ya que ambas permiten que el lector participe activamente de la inauguración de sentido frente a la obra literaria:

La lectura y la traducción vienen a ser «interpretación». Ambas crean una nueva totalidad textual, hecha de sonido y sentido. Ambas logran hacer una transposición que raya con lo creador. Se puede arriesgar la siguiente paradoja: cualquier lector es un medio traductor. ¿En el fondo, no es, de veras, el mayor milagro el que, en fin, se pueda superar la distancia entre las letras y el habla viva, incluso cuando «sólo» se trate de la misma lengua? ¿No es más bien leyendo traducciones como se supera la distancia entre dos lenguas distintas? Sea como sea, la lectura supera tanto un alejamiento como el otro, el que se da entre texto y habla.[8]

¿Qué podemos exigir y esperar de una traducción? Podemos, como Gadamer, esperar que en cada texto traducido sea la oportunidad de participar en una experiencia que es, al tiempo, de creación y de recuerdo. Podemos, como Benjamin, insistir en que el traductor está obligado a inaugurar un lenguaje a mitad de camino entre la obra y la teoría.

Si somos un poco más puntillosos, cabe preguntarnos: ¿Es posible reconocer una mala traducción, aún sin ser expertos en el idioma original en que fue escrito el texto? 

Es posible, quizá, en lo que concierne a su lengua de destino: detalles de concordancia, de ortografía o de trabajo de estilo. Pero, cuando nos preguntamos por el sentido de lo que decimos, intuimos que ese sentido está siempre en suspenso, afuera, a espera de interpretarse (o traducirse): 

Hoy sabemos bien, gracias a Gadamer, Rorty y otros héroes del giro lingüístico, que las suposiciones que utilizamos al conversar o al debatir, lo que damos por sentado, son exteriores al discurso explícito y que la efectividad del propio discurso descansa precisamente en su capacidad de mantener al margen todos los supuestos que arrastra. Hoy sabemos que muchas veces lo que nos convence es, precisamente, lo que no se dice, lo que, desde su silencio, habla. Y en esa “exterioridad”, ese afuera, no es independiente del lenguaje y de los acuerdos tácitos que negocia cada cultura, acuerdos que tienen a su vez naturaleza histórica y cuya transformación es función de conversaciones, debates, y, fundamentalmente, traducciones.[9]

Es gracias justamente a lo que sospechamos, pero no decirnos, que podemos reinventar siempre los espacios en resistencia de la traducción, la conversación, y la lectura.

La conclusión es clara, si no tenemos la posibilidad de leer un texto en su idioma original, debemos correr los riesgos de la interpretación del traductor. No por bella que sea la edición o lo cuidado del texto, está garantizada una fiel reproducción de la imaginación del autor primario. Un lector atento debe revisar quien hace la traducción, si la hizo directa del idioma original y, quizá, experiencias anteriores con la editorial. Solo así podremos estar un poco más seguros de que leímos lo que decimos que leímos.



[1] Rilke, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. Traducción de Alma Alicia Martell. México, D.F. Colofón-Gandhi . p.16.

[2] Rilke, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. Traducción de Bernardo Ruiz. México, D.F. Fontamara, 2008. p. 18.

[3] Rilke, Rainer Maria, Cartas a un joven poeta. Traducción de José María Valverde.  Madrid, Alianza Editorial, 2006. p. 27.

[4] Rilke, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. Traducción de Alma Alicia Martell. México, D.F. Colofón-Gandhi . pp.41-42

[5] Rilke, Rainer Maria. Cartas a un joven poeta. Traducción de Bernardo Ruiz. México, D.F. Fontamara, 2008. Pp.46-47

[6] Rilke, Rainer Maria, Cartas a un joven poeta. Traducción de José María Valverde.  Madrid, Alianza Editorial, 2006. pp.69-70

[7] Benjamin, Walter. “La tarea del traductor” (1923). [en línea] Editor Gabriel Pulecio
[8] Gadamer, Hans-Georg. Leer es como traducir. En su:  Arte y verdad de la palabra. Trad. José Francisco Zúñiga García. [en línea] < http://bibliotecaignoria.blogspot.mx/2012/03/hans-georg-gadamer-leer-es-como.html> [consulta: 06 septiembre 2012]

[9] Arnau, Juan. El laboratorio frente al azar. En su: Rendir el sentido. Filosofía y traducción. Valencia. Pre-textros. 2008. p. 45.

1/9/12

"Cada quien puede describir y elegir retrospectivamente la infancia que desee". Sergio Pitol

Cada quien puede describir y elegir retrospectivamente la infancia que desee. Porque en esa época el tiempo no cuenta. Es una dimensión abierta en la que todo ocurre; los acontecimientos se desbordan como en cataratas. Se puede entretejer con ellos un rosario y otro y otro más, y aunque los resultados sean opuestos serán siempre coherentes. De cualquier modo todos sabemos que hay ciertos momentos que se grabaron para siempre y nos conformaron de tal o cual manera. Se trata nada menos que del descubrimiento y la posesión del mundo, y el niño, de cierta maligna manera, está conciente de ello. Sabe también que un día será como sus padres, sus abuelos, sus tíos; sabe que su única superioridad sobre ellos estriba en eso, en el hecho de aún ser niño, porque al serlo no comprende muchas cosas y eso no lo perturba, en cambio cuando sea mayor tendrá que tratar de comprenderlas y eso —intuye— va a producirle más de un grandísimo fastidio.

14/8/12

Apetito de destrucción


El tiempo vuela, pasa sin avisar y cuando menos nos damos cuenta, veinticinco años se van de un tirón, que no son nada como los veinte de Carlos Gardel, pero que representan un tercio de vida probable, de nuestra estancia en este curioso planeta.

Luego, una tercera parte de mi existencia transcurrió como sin nada, apenas sin percibirlo, desde el instante en que me asumí seguidor del hard rock, de ese sonido de tonalidad mayor aunque menor en las baladas, con altos efectos de distorsión, protagonismo de la batería y, lo más importante, el solo de la guitarra, la letra y la melodía de la voz.

Esa cuenta regresiva inició para mí con el lanzamiento, entre julio y agosto de 1987, del álbum Appetite for Destruction de la banda californiana Guns N' Roses, el cual ocupa el lugar 61 en la lista de los 500 grabaciones de todos los tiempos de la revista Rolling Stone.

Cómo un grupo de tipos tan atípicos, sin nada en común, pudieron componer el disco que acabó de dar forma a ese género musical y que marcó a una generación, es una pregunta como tantas sin respuesta en la historia de la música. Lo cierto es que Axl Rose, Slash, Izzy Stradlin, Duff McKagan y Steven Adler se conjugaron y crearon rock del bueno, de ese que trasciende, donde el tiempo pasa, las modas suceden y se sigue oyendo. Eso es un clásico, según creo.

En homenaje a eso veinticinco años de Appetite for Destruction y a mi propia vida transcurrida, uní música, imágenes y recuerdos. A ver qué tal.



Welcome to the Jungle

It's So Easy

Nightrain

Out ta Get Me

Mr. Brownstone
Paradise City
My Michelle
Think About You
Sweet Child O' Mine
You're Crazy
Anything Goes
Rocket Queen

10/8/12

"El refugio tranquilizador de la tumba". Luis Buñuel


Al aproximarse mi último suspiro, imagino con frecuencia una última broma. Hago llamar a aquellos de mis viejos amigos que son ateos convencidos como yo. Entristecidos, se colocan alrededor de mi lecho.   Llega  entonces un sacerdote al que yo he mandado llamar. Con gran escándalo de mis amigos, me confieso, pido la absolución de todos mis pecados y recibo la extremaunción. Después de lo cual, me vuelvo de lado y muero.

Pero, ¿se tendrán fuerzas para bromear en ese momento?

Una cosa lamento: no saber lo que va a pasar. Abandonar el mundo en pleno movimiento, como en medio de un folletín. Yo creo que esta curiosidad por lo que suceda después de la muerte no existía antaño, o existía menos, en un mundo que no cambiaba apenas.   Una confesión: pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más.

Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.

9/8/12

El descubrimiento visual de la música

Los viajes ilustran, dicen. Para mí son fuente de placer, aventura, descubrimiento y, a veces, de recuerdos: de los buenos y malos.

Hace poco tiempo visité una gran franja del Desierto de Mojave, dentro de la parte que ocupa en los estados de Arizona y Nevada. No es la primera vez que andaba por ahí, pero el hecho de que fuera con la intención primordial de tomar fotografías, me hizo observarlo de manera distinta.

Aunque no conocí el cercano Joshua Tree National Park, pude estar frente a frente con este mítico árbol de la familia de las agaváceas. El misticismo que le atribuyo no deriva de su particular nombre, árbol de Josué, mismo que le fue otorgado por los mormones, o a sus particulares características: un tronco fibroso, de raíces muy superficiales y de flores blanco-amarillentas. Mi atención nace porque representa a uno de los álbumes que más han marcado mi vida, tanto por el tiempo en que lo escuché por primera vez el verano de 1987—, como por su enorme calidad. Creo que no es necesario explicar que me refiero al quinto disco de U2, lanzado el 9 de marzo de ese año y considerado el número 26 en la lista de Rolling Stone. Aquí una imagen representativa:



Sin pretenderlo originalmente, los recuerdos que me trajeron dicha visión, me provocaron a hacer un recorrido visual por todo el álbum, identificando cada una de las canciones con imágenes que las evocaran real o figurativamente, buscando demostrar que la música, dentro de todo lo que nos ofrece, no solo puede ser oída, sino también vista y quizá, ser perceptible al resto de nuestros sentidos. Tal es su poder.

Where the Streets Have No Name
Bullet the Blue Sky
Running to Stand Still
Red Hill Mining Town
In God's Country
Trip Through Your Wires
One Tree Hill 
Exit
With or Without You
Mothers of the Disappeared

6/8/12

"Ella me quiere mucho y se acuesta con otro". Andrés Neuman


Me llamo Marcos. Siempre he querido ser Cristóbal. No me refiero a llamarme Cristóbal. Cristóbal es mi amigo; iba a  decir el mejor, pero diré que el único.

Gabriela es mi mujer. Ella me quiere mucho y se acuesta con Cristóbal.

Él es el inteligente, seguro de sí mismo y un ágil bailarín. También monta a caballo. Domina la gramática latina. Cocina para las mujeres. Luego se las almuerza. Yo diría que Gabriela es su plato predilecto.

Algún desprevenido podrá pensar que mi mujer me traiciona: nada más lejos. Siempre he querido ser Cristóbal, pero no vivo cruzado de brazos. Ensayo no ser Marcos. Tomo clases de baile y repaso mis manuales de estudiante. Sé bien que mi mujer me adora, y es tanta su adoración, tanta, que la pobre se acuesta con él, con el hombre que yo quisiera ser. Entre los fornidos pectorales de Cristóbal, mi Gabriela me aguarda ansiosa con los brazos abiertos.

A mí me colma de gozo semejante paciencia. Ojalá mi esmero esté a la altura de sus esperanzas y algún día, pronto, nos llegue el momento. Ese momento de amor inquebrantable que ella tanto ha preparado, engañando a Cristóbal, acostumbrándose a su cuerpo, a su carácter y sus gustos, para estar lo más cómoda y feliz posible cuando yo sea como él y lo dejemos solo.

4/7/12

"Es mutua la anónima franqueza del lenguaje". Joseph Brodsky


Ni tú, lector, ni el azul marino
detrás de la cortina, ni el arcón marrón,
ni el cambio del mejor tu-tu de bailarina,

ni de la lámpara el tallo de torsión
felina —como el carbón que da la mina
con la catástrofe de tren—
con lo que brota de mi pluma
nada tiene que ver.

Tú no existes para mí; a tu entender,
yo soy cirílica grafía, un decir…
Pero la sintonía entre dos sistemas de no ser
es más potente que en dos modos de existir.
Hojéame, por tanto, mientras no irrumpa
del himno el texto para el último viaje.
Tú eres todo o nadie, y es mutua
la anónima franqueza del lenguaje.

                                                             [1987]

14/6/12

México, el país de la parálisis gubernamental institucionalizada


México es un país que nunca se anda por medias tintas. Nuestra trágica y kafkiana historia se encarga de corroborar este aserto. ¿No es increíble que estando en plena guerra contra los Estados Unidos, misma que nos costó la mitad de nuestro territorio, en la capital hubiera una lucha civil encabezada por los Polkos y azuzada por la iglesia, para remover del poder a Valentín Gómez Farías? ¿No es absurdo que Ignacio Zaragoza, en los preludios de la batalla de 5 de mayo de 1862, tuviera que reprimir a la población del estado de Puebla que manifestaba su franca simpatía por el invasor francés? ¿No es digno de Kafka el que si Porfirio Díaz hubiera cumplido su dicho a Creelman de permitir la alternancia en 1910 y le hubiera cedido el poder a Bernardo Reyes, no se hubiera desatado la guerra civil que desencadenó el autoritario partido único? ¿Y la educación socialista de Calles que generó la guerra cristera? ¿Y la cerrazón gubernamental ante elementales demandas que concluyó con la matanza de 2 de octubre de 1968? ¿Y la expropiación de los bancos mexicanos para luego enajenarlos a los extranjeros?

Todas esas ocurrencias y muchas más, han definido lo que nuestro país es hoy. El México de la promesa eterna, de la esperanza, del arriba y adelante, de la solución somos todos, de la renovación moral, del cambio, de la diferencia,  pero nunca de las soluciones, de las definiciones, de los acuerdos, del concluir en definitiva un tema para pasar a otros. Ese México se avizora muy lejano, siempre para después.

Desde la famosa modificación electoral de 1977, promovida por Jesús Reyes Heroles, que a través de la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE), le abrió el Congreso a la oposición, seguimos en busca de la definitiva reforma, que hace que el emitir un voto aquí cueste alrededor de 15 pesos por ciudadano, solo para mantener un costosísimo aparato burocrático, IFE, partidos, campañas y demás, que culmina con un proceso del cual todos desconfiamos y nos sentimos tristemente engañados.

México es el país de la eterna contienda electoral. No concluye una, cuando ya estamos pensando en la siguiente. Lo preocupante, además de que todo se detiene, es que el nivel de polarización cada vez es mayor, sin que la prudencia campee en algún lado. Nos hemos vuelto títeres de las élites que se disputan el poder, poniendo en riesgo nuestra unidad nacional.

¿No es indignante que los legisladores hayan dejado de laborar el treinta de abril, teniendo pendientes urgentes, negándose a convocar a un periodo extraordinario? Eso sí, sin trabajar,  recibirán su sueldo integro hasta el primero de septiembre, cuando entren sus sustitutos. ¿No deberían ser decorosos y por lo menos reducir sus honorarios en los espacios de receso?

México es el país de las vacaciones gubernamentales institucionalizadas, con generosos puentes marcados en la ley, en los contratos colectivos, en las vacaciones del Poder Judicial, en los días económicos, en los años sabáticos, en los recesos, en los tiempos de reserva o en cualquier otro eufemismo que se les ocurra para justificar el no trabajar, todo a costa del erario público.

En este contexto, ocupamos el primer lugar de Latinoamérica en el espacio temporal que inicia con la elección presidencial y concluye con la toma de protesta del nuevo mandatario. Eso genera un gran vacío de autoridad, parálisis y la sospecha que nace del pretender dejar limpia la casa. Estos son los datos duros, señalando primero el país, la fecha de la toma de protesta y por último, el tiempo intermedio:

1.- México. 1º de diciembre. 5 meses
2.- Uruguay. 1º de marzo. 4 meses
3.- Panamá. 1º de septiembre. 4 meses
4.- Paraguay. Variable. Entre 90 y 120 días
5.- Costa Rica. 18 de mayo. 3 meses y 10 días
6.- Ecuador. 24 de mayo o 15 de enero. 3 meses
7.- Colombia. 7 de agosto. 3 meses
8.- Puerto Rico. 8 de mayo. 3 meses
9.- República Dominicana.16 de agosto. 3 meses
10.-Venezuela. 10 de enero. 3 meses
11.-Chile. Variable. 90 días
12.-Brasil. Variable. 90 días
13.-El Salvador. Variable. Entre 2 y 4 meses
14.-Perú.28 de junio. 2 meses y medio
15.-Guatemala. 14 de enero. 2 meses
16.-Honduras. 27 de enero. 2 meses
17.-Nicaragua. 10 de enero. 2 meses
18.-Argentina. Variable. 2 meses
19.-Bolivia. 22 de enero. 47 días

Cuando revisamos la reciente elección francesa, con dos proyectos políticos realmente diferentes, con una campaña dura, con el ejemplar debate, ese sí en serio, entre Sarkozy y Hollande, que culminó con un proceso cerrado, de casi tres puntos de diferencia, con la victoria del opositor Partido Socialista después de casi dos décadas fuera del poder, y el reconocimiento del Presidente el mismo día de su derrota, transmitiendo el poder tan solo nueve días después, sin protestas, aspavientos, marchas, cierres de avenidas, conteos voto por voto y demás linduras que nos sabemos de memoria, uno no puede dejar de pensar en qué somos diferentes, en qué momento de la evolución nos perdimos, por qué vemos tan lejos lo posible, lo cotidiano, lo normal. Definitivamente, Franz Kafka, hermano,  tú eres mexicano.




11/6/12

¿Entendió Televisa a los jóvenes del "yo soy 132"? (Segunda parte)



En una entrada anterior, había comparado la participación de Josefina Vázquez Mota y de Enrique Peña Nieto en el programa de entrevistas y análisis de Televisa, Tercer Grado, a la luz de las demandas de los jóvenes del movimiento "yo soy 132" de una cobertura imparcial y más equitativa de las campañas y de los candidatos. Los resultados fueron desalentadores. Aquí está el enlace: http://g3n.eu/l

Para completar el ciclo, ya que la entrevista a Gabriel Quadri no es de mi interés, seguí la misma metodología para el programa dedicado a Andrés Manuel López Obrador. Indicando primero quien hizo la pregunta, su contenido y el tiempo que le concedieron para contestar, resultó esto:


Fecha: 6 de junio de 2012
Invitado: Andrés Manuel López Obrador
Duración del programa: 1:19:00
Número de preguntas: 21
Tiempo efectivo que habló el candidato: 50 minutos
Porcentaje real de participación: 63.29

—Gómez.  ¿Usted ha expresado críticas a Televisa y en concreto a este programa? 03: 13 
—Gómez. ¿Usted lleva un par de días hablando de un fraude electoral? 01: 31 
—Gómez.  ¿Quién hace las encuestas donde tú vas  ganando?  00:30
—Leyva. ¿Por qué cantidad de votos reconocerías que perdiste la elección? 01: 30               
—Loret. ¿Tú crees que cinco casas de encuestas registradas  hayan conspirado para alterar sus mediciones de las encuestas?  02:00 
—Maerker. ¿Quién  es el árbitro de esta contienda? ¿Eres tú?  01:03
—Maerker. El IFE y el PREP van a dar a un ganador, ¿vas a aceptar la resolución? 01: 00
—Trujillo. ¿Esto daría oportunidad de dar un refresco a tu discurso sobre el  fraude?  03:30    
—Dóriga.  ¿Planteas la guerra sucia o el fraude y si crees en el IFE? 01:20
—Dóriga.  Si el resultado del IFE no te favorece, ¿lo vas  a aceptar?  01:20                       
—Dóriga.   Si ganaras las elecciones,  ¿reconstruirías las instituciones, reconstruirías al país, empezarías desde cero?  02:36                                 
—Micha. ¿Qué pasó con sus colaboradores en el famoso pase de charola? 04:20
—Loret. ¿Usted combatió a la pobreza y la corrupción cuando estuvo en el D.F?  02:30   
—Maerker. ¿Tu honestidad individual sirve para que el aparato sea honesto? 03:00      
—Trujillo.  ¿Tú tienes la política de no aceptar determinadas cosas en función de la gente
que está creyendo en ti y la gente que no cree en ti?  00:30 
—Trujillo. ¿Con cuántos mandos del gobierno de Calderón te has reunido?   06:50
—Maerker. Los que no piensan como tú, ¿son perversos o neoliberales?  1:00                
—Micha. ¿Cuál es tu visión de México?  03:00
—Dóriga.  Cuando Javier Sicilia dice que tú significas la intolerancia, la sordera y la confrontación, ¿qué contestas?  01:00 
—Dóriga. ¿Cuál es tú opinión sobre el tema del aborto?   01:25
—Dóriga. ¿Qué opinas de la legalización de las drogas? 02:20

Vale la pena comentar que durante la entrevista, los conductores se rieron entre ellos un total de 33 veces, lo que no había ocurrido con Vázquez Mota, ni mucho menos con Peña Nieto.

En conclusión, independientemente de la opinión subjetiva que les merezca cada una de las entrevistas, en el mismo tiempo y con los mismos conductores, a Peña Nieto lo dejaron hablar 18.28 por ciento más que a Vázquez Mota y 22.22 por ciento más que a López Obrador. Ustedes juzguen.
         


                          













9/6/12

"Es pesada carga la desgracia, y aún más la felicidad". Friedrich Hölderlin


Dichoso, por lo tanto, el que ha encontrado
un destino discreto, a su medida,
donde el dulce recuerdo de sus viajes
y los pesares padecidos
le susurre en riberas sosegadas,
para mirar aquí y allá,
con gusto, hasta los límites
que Dios le dio para su estancia,
desde su nacimiento en este mundo.
Y descansa por fin, moderado y feliz,
pues todo lo que había deseado,
lo celestial, envuelve por sí mismo,
sin esfuerzo, sonriente,
a la hora del descanso, a quien fue audaz.                                                        


Y es delicioso entonces renacer del sagrado
sueño y al despertar en el frescor
del bosque, por la tarde,
ir al encuentro de una luz más dulce,
cuando el que las montañas construyó
y el curso de los ríos diseñara,
después que, sonriendo,
impulsara la vida de los hombres,
falta de aliento y tan prosaica,
como a una vela, con sus vientos,
también descansa, y ya se inclina
el día creador hacia su alumna,
la tierra en su presente,
y encuentra más de bueno que de malo.

Mas para algunos pasa
todo esto muy deprisa; a otros, en cambio,
les resuena más tiempo.
Los dioses inmortales están plenos
de vida en todo tiempo; pero el hombre
puede guardar en su memoria,
hasta su muerte, lo mejor,

y llegar a la más alta vivencia.
solo que a cada ser le es dada una medida,
pues es pesada carga la desgracia,
y aún más pesada la felicidad.