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es literatura si uno es capaz de hallarla. Al poco tiempo de mi arribo a esta
red social, me volví puntual seguidor de un mordaz tuitero que se hace
llamar Oxímoron, nombre por demás afortunado, ya que revela el
potencial de su autor al utilizar como pseudónimo una figura literaria que
obliga al lector a pensar para entender, hecho que se confirma en cada uno de
los tuits que él publica.
En 2013, Gustavo Macedo Pérez —el joven escritor al que me refiero— nos
presentó Introspecciones, un volumen compuesto de nueve
relatos donde se nos invita a repensar dos vetas de la tradición narrativa en
México. En principio; la del cuento corto que va enriqueciéndose a medida que
abreva de una realidad distorsionada; pero también la tradición del personaje
que contradice dicha realidad, que se obsede en interrogar lo más hondo de su
consciencia.
La
mayoría de los relatos que conforman Introspecciones inician in
media res, dejando escuchar los ecos de otras temporalidades que
complementan las acciones y las consecuencias que ellas desencadenan. Poco a
poco, descubrimos que estamos frente a cuentos fractales, caracterizados por el
manejo de distintas expresiones que conviven con la presencia de un narrador en
tercera persona, así como la ausencia total de valoraciones objetivas sobre los
personajes; y un mundo que va desdoblándose a la medida de los individuos que
lo habitan. Además de las variadas voces que entretejen cada relato; es de
llamar la atención el manejo de la temporalidad. El autor elimina
voluntariamente todo rasgo que pueda definir con exactitud el paso del tiempo;
estrategia compleja que permite llevar los textos a su grado máximo de
ambigüedad; así, no sabemos a ciencia cierta qué podría ocurrir, ya que se
dilata el universo diegético; revelándonos que, al interior de Introspecciones,
todo es posible.
En el
cuento titulado La mujer con corazón de hijo, se insinúa el motivo
primordial que se hallará en todos los relatos: la incertidumbre. Cada acción,
cada palabra, añaden tensión a un escenario irresuelto; e inducen al lector a
asumir una vocación casi detectivesca, que va incrementándose y que concluye al
mismo tiempo para él que para el cónyuge. La inseguridad se convierte en el
motivo estético que unifica las partes integrantes de un libro que, sin lugar a
dudas, moviliza nuestra imaginación; y nos hace poner en duda cualquier
pista.
La fascinación minuciosa por el desencuentro que recorre la narrativa de Gustavo Macedo, me hace pensar que cada uno de sus textos es diseñado como un desafío, como una especie de rompecabezas de imposible anticipación, lo que coincide con el perfil de un escritor ajeno a las complacencias y que exige a sus lectores atención y pensamiento, ofreciendo a cambio buena literatura. Una vez leído Introspecciones, espero con interés el nuevo reto que Gustavo brinde a nuestras letras.
La fascinación minuciosa por el desencuentro que recorre la narrativa de Gustavo Macedo, me hace pensar que cada uno de sus textos es diseñado como un desafío, como una especie de rompecabezas de imposible anticipación, lo que coincide con el perfil de un escritor ajeno a las complacencias y que exige a sus lectores atención y pensamiento, ofreciendo a cambio buena literatura. Una vez leído Introspecciones, espero con interés el nuevo reto que Gustavo brinde a nuestras letras.
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