Cuando no estoy leyendo un libro de la biblioteca, me pongo a ver uno de esos programas de la tele que muestran la vida de los ricos, sus palacios, automóviles, caballos, yates, joyas, cuadros, muebles raros, vajillas, cavas y criados. Es impresionante lo bien que se la pasan los ricos.
No me pierdo de esos programas, aunque no me sean de mucha utilidad, porque ninguno de esos ricos vive en mi país. Pero me gustó oír a un millonario que entrevistaron durante una cena, que decía que había adquirido un yate por cientos de millones de dólares para tener un yate más grande que el otro rico. —Era la única manera de acabar con la envidia que le tenía—, confesó, sonriendo y dando un trago a su bebida. Los comensales a su alrededor se rieron mucho cuando lo oyeron. Los ricos pueden tenerlo todo, hasta envidia uno del otro, y en ellos, es más, es divertido. Yo soy pobre y la envidia cuando uno es pobre es muy mal vista, porque la envidia deja al pobre acomplejado. Junto con la envidia, viene el odio a los ricos y los pobres no saben cómo desquitarse sin tomarse las cosas a pecho, sin espíritu de venganza. Pero yo no le guardo rencor a ningún rico, mi envidia se parece a la del tipo que compro el yate más grande: como él, solo quiero ganar una partida.
Descubrí cómo ganar la partida entre un tipo pobre, como yo, y uno rico. No es volviéndose rico, nunca lo lograré. —Ser rico—, dijo uno de ellos en un programa, —es una predisposición genética que no todo mundo tiene—. Ese millonario hizo su fortuna de la nada. Mi padre era pobre, cuando murió no heredé nada, ni siquiera el gene que lo motiva a uno a ganar dinero.
El único bien que poseo es mi vida, y la única manera de ganar la partida es matar a un rico y seguir vivo. Es algo parecido a comprar el yate más grande. Sé que parece un razonamiento extravagante, pero una forma de ganar la partida es crear buena parte de las reglas, cosa que hacen los ricos...
...A todos los ricos les gusta ostentar su riqueza. Los nuevos ricos son más exhibicionistas, pero no quiero matar a uno de ésos, quiero a un rico que haya heredado su fortuna. Éstos, los de segunda generación, son más discretos, normalmente muestran su riqueza en los viajes, adoran hacer compras en París, en Londres y Nueva York. Les gusta también ir a lugares distantes y exóticos, pero que tengan buenos hoteles con servidumbre amable, los más deportistas no pueden dejar de esquiar en la nieve una vez al año, lo cual es comprensible, pues a final de cuentas viven en un país tropical. Exhiben su riqueza entre ellos (no sirve de nada jugar con los pobres), en la cenas de millonarios, donde el comprador puede confesar que fue por envidia que compró lo que compró, y los demás brindan alegremente a su salud...
...Los ricos, como los pobres, no son todos iguales. Hay a los que les gusta charlar con un puro caro entre los dedos o con un vaso de líquido precioso en la mano, hay los galantes, los reservados, los solemnes, los que alardean de erudición, los que exhiben riquezas con sus atuendos de marca, hay hasta los circunspectos, pero en el fondo todos son fanfarrones. Es parte de la mímica, que acaba siendo un lenguaje de señales verdadero, pues permite ver lo que cada quien es en realidad. Sé que los pobres también tienen su mímica, pero los pobres no me interesan, no está en mis planes jugar con ninguno de ellos, mi juego es el del yate más grande...
...Gané la partida. No sé si volver a jugar. Con envidia, pero sin resentimientos, solo para ganar, como los ricos. Me gusta ser como los ricos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me gustaría saber tu opinión