3/10/12

"Pequeño catálogo de aforismos de un hijo único". Xavier Velasco


Ser niño y verme noche y día retratado en la sala de la casa fue temer que ya nunca más podría darles todo lo que el retrato prometió.

A un niño se le puede describir según sus miedos o sus entusiasmos. Enlistemos por separado sus monstruos y sus héroes, y obtendremos dos caras de un mismo retrato. El hombre-lobo acecha por un flanco, por el otro vigila el hombre-murciélago. He mirado el retrato tantas veces durante tantos años que puedo describirlo de memoria, solo que nunca acabo de saber quién manda: el pavor que somete al lado izquierdo o la curiosidad que engatusa al derecho. Uno de los dos niños de todo siente miedo, pero el otro de todo quisiera ser capaz.
No hablo concretamente de mi persona, que lo recuerda todo emborronado por las trampas arteras del subconsciente, sino del personaje que salió del retrato hacia esa sucursal del purgatorio que los olvidadizos llaman tierna infancia.
La solución se aleja todavía más cuando el emproblemado es hijo único. No tenía vecinos, tampoco. Para entender los códigos del mundo, había que experimentar a solas.

Y cuando uno descree de su pasado no le queda otra opción que refrendarlo.

Aún sin la intrepidez que otros niños solían derrochar, yo creía que mi vida estaba destinada a ser aventurera. Mejor aun, pensaba, con todo el peso de una lógica intima vestida de sentido común, que una vida vacía de aventuras no valía la pena vivirse.


¿Qué era lo que encontraban los problemas en mí? Tiempo de sobra para pensar en ellos.

Los hijos únicos son, a menudo, niños que piensan de más y a su pesar, pues nadie si no ellos paga la cuenta por la bola de nieve en que ciertas ideas tienden a transformarse, cuesta abajo del miedo hacía el horror.

En los niños normales esos pelmazos a los que nuestros padres nos ponen por ejemplolos problemas son cosa excepcional.
El gran problema de mis problemas era la insoportable urgencia de callármelos.
Entendí que no puede uno andar por la vida diciendo la verdad por quítame estas pajas.  Puesto que incluso cuando la verdad aparenta favorecer al acusado, es preciso alumbrarla desde el ángulo que mejor dramatice su inocencia.
Si al final mis problemas no eran solubles, cuando menos serían adulterables.
Me queda la impresión de que mis padres se parecen más a sí mismos que cuando están rodeados por la familia, presa de un persistente fuego amigo.
Me siento  debería decir "me sé", pero a esta edad sentirse es igual a saberse  protegido, blindado, lejos de todo mal,  como si con los solos cuidados y cariños de mi familia próxima bastara para convertir a los grandes peligros en solo malos sueños, de los que cualquier beso me despertará.
Uno a veces se agarra de los ogros pequeños para no ver entero al monstruo que está enfrente.
Nadie me dice más de lo que quiero oír.
Uno insiste en explicar las cosas exactamente como sucedieron: se me metió el Demonio, y ya.
Una vez enseñado a mentir, tenía que aprender a disimular.
Cuando alguien preguntaba si me habría gustado tener un hermanito, replicaba furioso que jamás, ya que ello supondría quitarme la mitad de los juguetes, cariños y regalos que sin parar venían hacia mí, pero lo que en verdad me preocupaba tenía que ver con todos mis secretos.  ¿Qué tantas cosas no iba a contar de mí alguien de mi tamaño que de seguro me espiaría del desayuno a la cena al desayuno?  El precio, sin embargo, era vivir rodeado de misterios más grandes que yo.
Uno acepta cierto número de rechazos, hasta que se convierte en un solitario arrogante, de modo que parezca que se alejó primero.

El problema con los problemas es que crecen y traen al mundo problemitas.

Las historias, a veces también tienen su historia.

Solo una perspectiva me atemoriza más que meterme todo el tiempo en problemas: la de vivir sin ellos.
Los grandes pueden hacer lo que quieran, hasta las bromas se las toman en serio. Con los niños es al revés, todo lo que uno hace creen que es para jugar.

Si tengo que creerme las mentiras, por lo menos que sea yo quien las inventa.

Creo que eso es lo peor de estar encarcelado: tener miedo a salir.

Cuando uno llora así, a válvulas abiertas, siente que el tiempo pasa por las lágrimas.

─No soporto la idea de hacerme grande ahora, solo porque es la hora de terminar la historia, y además uno escribe para pelear contra lo insoportable.


















3 comentarios:

  1. Lo único malo de ser niño es que nunca te das cuenta de que lo eres hasta que ya no lo eres.

    ResponderEliminar
  2. Excelente publicación!!!

    ResponderEliminar
  3. Los niños solo se preocupan pr disfrutar la vida...

    ResponderEliminar

Me gustaría saber tu opinión