¿No sientes cómo se arrastra despacio y lento este perezoso mundo? ¡Parece un anciano gotoso, un cojo decrépito, un enfermo atontado! ¡Adelante pues, aún más deprisa! Arrástrenlo a la fuerza, háganlo correr, empújenlo con violencia, tiren de él vertiginosamente como si fuera un perro atado a una correa. ¿Cómo hacen para caminar con ese paso fúnebre de procesión? ¿Cómo hacen para respirar con esa eterna respiración de enfermo?
¿Cómo hacen para hablar con la apagada cadencia de un sacerdote orante? ¿Cómo consiguen vivir en esa atmósfera uniforme de duermevela?
¡Despierten de una vez! ¡Acuérdense de vivir, criaturas civiles! ¡Qué su paso se convertirá en salto y su salto en vuelo! ¡Qué su palabra se haga grito y su respiración jadeo! ¡Qué su vida sea como una fiebre y su fiebre una tempestad de delirio!
Adelante pues, mundo lento, perezoso, holgazán, cansado, durmiente. Adelante sin reposo. Más deprisa, más deprisa todavía, aún más deprisa, cada vez más, cada vez…
¿Pero dónde está el director de orquesta del mundo?... Quiero que la danza lenta del universo se convierta en una zarabanda enloquecida. ¿No ves qué ridiculeces de minutero? Es una pérdida de tiempo, un hastío: uno se cansa, se adormece.
No más reverencias, no más pausas, no más reposos. ¡Un baile frenético sin reglas ni descansos, un baile salvaje de moribundos borrachos quiero ver esta tarde!
¿Cómo pueden vivir, hombres, con tanta lentitud? ¿No sienten cómo todo se mueve lentamente, cómo todas las cosas llegan y pasan con una calma insufrible, cómo todo este mundo tiene el aire de una vieja máquina cansada que da sus últimas vueltas? ¿No se dan cuenta de que todos parecemos adormecidos, somnolientos, dormidos?
¿Quién es el necio que habla del paso del tiempo? ¿Pero no saben las largas horas que hay que esperar hasta que viene la noche, y las largas horas que pasan hasta que llega el día, y los largos días que se suceden hasta completar el año, y los interminables años que hacen falta para que florezca la juventud, y para que la muerte nos haga libres?
Para cualquier cosa que tengamos que hacer hay que esperar, para que algo aparezca o desaparezca es necesario esperar. Lo que se podría hacer en una hora, tardamos un día en hacerlo, lo que se podría gozar en día, se goza de hora en hora a lo largo de un año. Todo está medido, calculado, previsto. Los acontecimientos del mundo llegan y pasan a intervalos regulares, en las mismas épocas, y nada puede hacer que aceleren su paso. Es necesario que todo se diluya en la lenta serie de los días. ¿Qué es la vida, la verdadera, profunda, intensa vida, más que una hilera de pavesas en un campo de cenizas, un raro collar de perlas enfiladas en un largo y melancólico hilo gris? Y sin embargo no podemos vivir todas las cosas bonitas de nuestra vida en un día. No podemos reunir todas las pavesas para hacer con ellas la llama de una hora, no podemos juntar todas las perlas para hacer un pequeño lazo de voluptuosidad.
Es necesario que todo se haga despacio, despacio, despacio, con método, con prudencia, con cautela. Es necesario que todo acontezca a su hora y no antes, que el agua corra en el río y no se precipite en una cascada, que el viento acaricie los pálidos rostros de los hombres y no arremeta como un huracán para abatirlos, que toda la vida sea un prudente vegetar y no un ímpetu fulminante de revuelta contra la tierra.
Pero yo no quiero que sea así. Me muero de ansia si continúa este lento camino del mundo. ¿Por qué parece que nadie sufre conmigo en este somnoliento universo? Yo me siento fuerte, esperanzado, impaciente, y mis compañeros no se dan cuenta de nada, y esperan, se adormecen y mueren creyendo que viven. ¿Pero no saben que una hora de alegría en libertad, un instante de éxtasis y de rapto valen por todas sus vidas centenarias, por todas sus serenas existencias de obedientes extenuados? ¡Un solo día de vida por todos estos años! ¡Toda mi vida en un día! Niño por la mañana, amante al mediodía, poeta al atardecer, sabio al caer la noche. Todas las alegrías que quieras concederme, Dios que estás en los cielos, dámelas todas en una hora. ¡Que las estaciones se sucedan a cada instante, que nazca y se ponga el sol cada minuto, que cada latido de mi corazón marque un nuevo placer!...
...Pueblo de durmientes, multitud de aburridos que esperan, he aquí el viento que viene y grita como una garganta de gigante semidiós. También después del sueño llega la muerte, hagan que los sorprenda antes, pero que los encuentre despiertos y excitados como seres invadidos por una pasión desenfrenada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Me gustaría saber tu opinión