26/4/12

Memorias de Josef K.





En la casa de familia, desde que tengo uso de razón, no podía faltar un ejemplar de la revista Selecciones del Reader's Digest, pequeño compendio de artículos de otras fuentes. En particular, disfrutaba leyendo dos secciones: una, La risa remedio infalible; la otra se dedicaba a señalar leyes absurdas que a esa fecha se encontraban en vigor en algún lugar del mundo.
En el ejercicio de mi profesión he podido constatar que esos anacronismos jurídicos de lugares ignotos, son muy comunes —demasiado— en nuestra ciudad y en nuestro país, sin que nadie se tome la molestia de denunciarlos, reformarlos, derogarlos o, incluso, abrogarlos.
Muchas de nuestras leyes, cualesquiera que sean los fines, han rayado en lo ilógico, han carecido del sustento y de las repercusiones esperadas; han resultado pegotes vacuos que únicamente aparentan, pero no demuestran. Es así como nos enfrentamos a remedos anacrónicos estériles. Los casos son, para nuestra desgracia, un montón de hojas secas que son barridas para siempre volver al mismo lugar, para siempre dejar el mismo cerrito de basura ante todos. Ello no hace sino dejarnos inermes y sin resolución: donde reina el absurdo, impera lo falaz.
Como lo recopilado es mucho y Twitter me abre un espacio de difusión eficaz, deseo compartir, en 140 caracteres, tales ridiculices legales, quizá para sonreír, quizá para reflexionar lo que implica conservar fósiles kafkianos. Nace entonces Memorias de Josef K. (MJK a mayor brevedad), lugar donde el protagonista de la célebre novela del inmortal checo nos va relatando sus travesías en el laberinto legal mexicano.
Por último, cada tuit se referirá preponderantemente a la ciudad de México, sin que ello quiera decir que en otras entidades federativas, a nivel federal e incluso en tratados internacionales de los cuales somos parte, no encontremos estas linduras. En ese tenor, si no señalo el lugar o el ámbito temporal de lo que cito, se entiende que me refiero a nuestra extinta ciudad de los palacios. A ver qué tal.

11/4/12

"El poeta siempre está pensando en otra cosa". Sándor Márai


El niño se sentaba con su nodriza al pie de aquella higuera a mediodía, cuando el mar murmuraba con desmayo; callaban.

—Yo seré poeta —dijo él un día, levantando la vista y ladeando la cabeza.

Contemplaba el mar, su cabello rubio ondeaba en el viento cálido, tras las pestañas medio cerradas miraba la lejanía. La nodriza lo abrazó, atrayendo la cabeza hacia sus senos, y le respondió:

—¡Qué va! ¡Tú serás soldado!

—¿Cómo mi padre? —preguntó el niño, meneando la cabeza—. Mi padre también es poeta, ¿no lo sabías? Siempre está pensando en otra cosa.

—Es verdad —observó la nodriza, suspirando—. No salgas al sol, cielo mío. Te dolerá la cabeza.

Estuvieron largo rato sentados así al pie de la higuera. Escuchaban el mar: su rumor les era conocido. Murmuraba como murmuran los bosques en su patria. El niño y la nodriza pensaron que todo está conectado en el mundo.